Publicado en: El Universal
1. Reapareció el fantasma de Canterville: amenazas de guerra civil, “regreso” del 10 de enero, petición de sanciones, intervención extranjera, avance de Prince a Caracas. Nos indican estar atentos “mañana” porque tres veces tendremos revelaciones trascendentes, solo que no dan fecha, como aquello de “hoy no fío, mañana sí”. Todo listo para derrocar y enrejar al gobierno. Dicen que los médicos entierran sus errores, los abogados los encierran y los ingenieros los aplastan, pero los políticos no tienen esas ventajas porque actúan ante la opinión pública y, paradoja, pifian por complacerla. Y es que, pese al oficio, muchos razonan igual que “la calle”, no disciernen apariencia de realidad, ni entienden las tretas del adversario. Según grandes maestros un líder real no es abuelo, empresario, mamá, hijo, marido, obrero, farmaceuta, ni presa de grimas morales, furias o apasionamientos, sino un previsor estratégico de los efectos polimorfos de la acción. Si no anticipa el próximo round, es un cabecilla, no un líder.
2. A comienzos de siglo, el presidente Chávez abre sus cartas a Marta Harnecker en la revista América y dice que despedía a los 3000 de PDVSA para provocar una reacción que le permitiera reconstituir esa guarida de escuálidos. Traza una meticulosa vía hacia el poder “holístico”, que arranca en la Constituyente (1999), sigue con 66% de la Asamblea Nacional (2000) y busca exasperar a los adversarios para que se desbarranquen por sí mismos. Usa para ello las 49 leyes socialistas (2000) entre ellas las de Hidrocarburos, Tierras y Desarrollo Agrario, Pesca, y el vellocino de oro, PDVSA, empresa puntofijista de alto nivel técnico y molestia para el plan “Ahora Pdvsa es de todos”. Ardid por ardid les arrebata importantes cuotas de poder y a pedir de boca, la oposición se lanza al suicidio del “paro petrolero” (2002-2003), exactamente el juego que Chávez quería. En un connotado caserón de la Alta Florida, nicho golpista contra el presidente Pérez en 1992, diez años después asistí a almuerzos convocados en torno al plan del “paro” que defenestraría a Chávez, quien según suponían, habría de aceptar su suerte como Pérez.
3. Dudas y objeciones expuestas sobre aquella desquiciada operación, las fumigaban con “lo que pasa es que tú no conoces la información confidencial que tenemos” y el crítico descendía violentamente a simple desinformado. Dos meses más tarde y aplastado el paro, en la misma mesa solté el malcriado “te lo dije” y el mismo estratega-comensal lanza estas aladas palabras: “cualquier presidente hubiera caído”, lo que me aguó los ojos de ternura y presentí que la oposición nacía para perder. Van 25 años de políticos que ignoran la lección número uno de su oficio: burlar las trampas del adversario, no decidir conforme sentimientos, chismes o emociones, ni por lo que “quiere la gente” (¿) Jamás “porque el pueblo en las calles pide el paro” o, como oí en otras circunstancias “el pueblo quiere abstención y hay que respetarlo”. Mi respuesta exasperada fue: “¿qué cono sabe ‘el pueblo’ de conspiraciones, maniobras tácticas y estratégicas?”. Los decisores eficaces se rigen por la racionalidad instrumental maquiavélica y nunca por endorfinas, ráfagas de amor en manifestaciones, que el fracaso tornará en cortisol.
4. Luego a unos señoritos que desestabilizaron la democracia, los inefables “cuatro jinetes”, pese a su currículum se les ocurrió que “eran políticos” y la genialidad de llamar a abstenerse para la AN (2005). Y el PSUV, que venía virado a comerse a “los escuálidos”, logra el sueño revolucionario: unanimidad en la Asamblea Nacional para nombrar el CNE, el TSJ, el fiscal, el contralor, el ganador de la F1 y la reina de Inglaterra; el niño que es llorón y cuatro jumentos que le entregan la AN. Luego se esconden, se callan, se pierden detrás de nuevas ilusiones, no explican su desastre y componen la nueva sinfonía del fracaso. Repiten la misma estúpida matriz en 25 años, enésima oportunidad perdida, pero que hizo a varios ricos y famosos. Guaidó fintó con el balón varios años hasta hacer fortuna con los vividores de la “Asamblea perpetua” y diez mil más, cargados a los ingresos del país y las ayudas internacionales, denunciaba Julio Borges. Por la plata baila el mono y hay otro parapeto ilusionista, “el 10 de enero”, otra disputa por el botín.
5. Abortan la solución porque liquidaría el negocio, aunque saben que 90% de crisis peores que la nuestra, terminan en cuidadosos pactos de gobernabilidad para hacer elecciones libres. Verbi gratia, los excelentes acuerdos de República Dominicana (2017), vetados por tales razones y porque Pompeo no quería a Maduro en la política sino preso. Igual la propuesta de entendimiento del gobierno en 2019, respondida por un diktat bendito: “solo se negociaría con Maduro lo que comerá en el avión del exilio”. El 28 de julio de 2024 se va a las elecciones con habitual boconería, ánimo de exasperar, no de solucionar y sin prever la reacción que cantaba el gobierno. Unas primarias para inhabilitados, dieron fruto amargo, intragable para los revolucionarios, como lo ladraban hasta los perros de la calle. Cuando el CNE veta el producto, reto al destino, era para que los aludidos se declararán en emergencia, alerta máxima, movilización general. Alerta roja para discutir y enfrentar la crisis, porque estaba obvio lo que ocurriría, a menos que se llegara a un acuerdo con el gobierno. Había que buscar un candidato, pero eso contrariaba el capricho hegemónico y nuestra irresponsabilidad política.
6. Era el momento de una salida dramática y proponer alternativas viables para el adversario: un candidato disociado de amenazas, gobierno de coalición con el PSUV que declarara al Tribunal Penal Internacional la inconveniencia del juicio contra Maduro, y no tocar las FF. AA. El candidato favorito de la concertación chilena luego del plebiscito, el rey de las encuestas, era el socialista Ricardo Lagos, pero decidió ante los partidos que lo apoyaban evitar un conflicto con Pinochet y cedió a Patricio Aylwin, en quien el general confiaba. Nuestra diferencia con los líderes chilenos es que ante una situación homologable, la cúpula de la oposición lanza a alguien sin experiencia política, enfermo, que se burlaba de sí mismo y de su investidura al aclarar jocosamente ser “la tapa”, un testaferro “hasta el 28”, cuando declinaría en el “titular”.
7. Me ensombreció semejante dispraxia, chiquillada como poner tachuelas en la silla al profesor de física. Suponían al gobierno paralizado, boquiabierto, estupefacto, diría don Andrés Bello, ante tan genial marrullería. Pero si no había espacio para bocones, tampoco para bochinches de colegio y echamos la oportunidad al hoyo. Situaciones mucho más difíciles se superaron en Iberoamérica con más dirigentes y menos gafedades. El Grupo de Contadora cuaja el acuerdo de Esquipulas a mediados de los 80 que borra la lucha armada en Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Honduras, que dejó 250.000 muertes. Juan Manuel Santos normaliza Farc con el Acuerdo de Paz (2016) que luego Iván Duque “desnormaliza” porque-la gente-no-quería-impunidad. Regresa la muerte, tolera 1200 muertes de pacificados y termina con 78% de repudio, récord en Colombia que explica el triunfo de Gustavo Petro. Que un error sea popular, no lo hace menos error; y una verdad, por impopular, no deja de ser verdad. Y si no vienen los placeres del reconocimiento, queda la tranquilidad de no haberse lanzado al abismo con la manada.