Jean Maninat

Clasemedieros – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

No encontrará usted en el discurso de presentación de un candidato a un puesto político relevante, CEO de una gran empresa, sorprendido Premio Nobel en cualquiera de sus apartados, ganador de un Oscar o deportista con contrato exclusivo de Nike o Adidas la proclama orgullosa: Soy hijo de un multimillonario que heredó sus millones de su padre, y este del suyo, mi madre nunca trabajó, se dedicó a cultivar orquídeas exóticas, leer a Proust y viajar a Europa a la menor excusa. Era bella, exquisita y culta. No, o bien se escarban orígenes ancestrales humildes, esforzados e industriosos, de colegios ubicados a media jornada en burro del villorrio natal y ropa precaria desgastada por el agua y jabón del amor maternal, o bien se reclama pertenencia a ese reservorio de esfuerzo, juicio, educación, trabajo y extremidades  empeñosas para escalar los peldaños del ascenso social: la clase media. Idealmente, se contaría con padres universitarios, culturalmente informados y -ya esto sería soñado- con la pizca justa de preocupación por la justicia social. Voilà el justo término medio.

La industria cultural cinematográfica y de televisión norteamericana se ha encargado de mitificar a la clase media, de representarla como depositaria y vehículo de expansión de los valores morales y virtudes patrias, para luego sacarle su supuesta ambivalencia moral e hipocresía al sol. Pero el objetivo preferido, la diana predilecta de sus dardos críticos han sido los rich & famous, perseguidos por sabuesos implacables, justicieros con un ligero retintín sarcástico y resentido, resguardados detrás de la profesional advertencia: “No es nada personal, solo cumplo con mi deber”. Desde Marlowe a Columbo y de Jake Guittes (versión Nicholson) a nuestros días, las clases medias han tenido sus vengadores empeñados en derribar titanes con pies de dólares malavenidos.

Los candidatos a la vicepresidencia de los Estados Unidos de América, el gobernador  demócrata Tim Walz  y el senador republicano J.D. Vance, representaron hace unos días un debate que más parecía la conversación entre un tío y un sobrino, estacionados afuera en partidos políticos diferentes, pero acodados en la misma barra, tomándose una cerveza cordial y clasemediera, sin hot dogs –¡faltaba más!- pero con el fantasma de la pregunta qué hacer con los ricos rondando el escenario. Ambos contendientes son expresión de esa clase media gringa que lo ha logrado con esfuerzo. En el caso del senador Vance dio un salto, por mérito propio, de la pobreza familiar al éxito económico y al Partido Republicano versión anti y luego pro Trump.(Su libro de memorias, Hillbilly Elegy, fue adaptado a película con cierto éxito por Netflix). El gobernador Walz, saltó, por mérito propio, de ser profesor y entrenador del equipo de fútbol de su colegio, a miembro del  Congreso y luego gobernador de Minnesota. Sí, dos historias de éxito de la clase media pujante y amenazada que ha hecho al país, enfrentadas por una vicepresidencia envenenada.

Viendo el debate, transmutado en amena plática, se echaba de menos algo de picante, de malicia, de mala leche, un poco menos de “estoy de acuerdo pero permíteme señalar”, “si Tim gana le desearé éxito en su gestión”, “igualmente si ganas tú J.D.”. Tanta condescendencia clasemediera, bien portada y provinciana, empalaga y deja un regusto a puesta en escena, a impostura política asesorada. La verdad, en un momento dado del debate, provocaba gritar: la lucha es de clases de pobres contra ricos.*

*¡Es una broma!

 

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Post recientes