Publicado en: Blog personal
Por: Ismael Pérez Vigil
La tarea más difícil que enfrenta Juan Guaidó, desde mi punto de vista, es no generar falsas expectativas, al mismo tiempo que mantiene la movilización popular y el entusiasmo.
Ya hemos vivido, en varias ocasiones, el impacto negativo que tiene sobre la población opositora la generación de falsas expectativas. Recordemos tan solo algunos episodios, como la desesperanza ocasionada por las movilizaciones masivas en 2014 y 2017, que no concluyeron en la salida del régimen, después de que algunos voceros opositores así lo aseguraban: “falta poco…”, decían.
La desmovilización de la oposición a partir de julio de 2017, cuando no se pudo “impedir” la elección y constitución de la ANC, después de que se había asegurado que “no se va a elegir y en todo caso no se va a poder constituir”.
Hay que comentar y reflexionar también en la desmovilización que se produce después de cada proceso electoral en el cual la oposición se abstiene masivamente, sin lograr que se paralicen esas elecciones o que no se elijan los candidatos del régimen o no tomen posesión, ni ejerzan sus cargos. Tardamos meses en “activar” la calle nuevamente, después de cada uno de estos episodios y ese tiempo de inamovilidad opositora va acompañado de emigraciones masivas de venezolanos al exterior.
Recientemente tuvimos un episodio cuando no se logró que la ayuda humanitaria entrara “si o si” al país el 23F, episodio que pudo ser atenuado gracias al impacto positivo de la gira de Juan Guaidó por cinco países de América Latina y su espectacular retorno a Venezuela el 4 de marzo.
No es fácil eso de evitar la generación de falsas expectativas. La opción estratégica de la oposición, delineada por Juan Guaidó y la Asamblea Nacional (AN), se centra en tres puntos fundamentales, que todos bien conocemos: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres; y se sustenta en dos factores que actúan y aprietan como pinza a la dictadura: el apoyo internacional y la movilización popular.
La respuesta de la comunidad internacional ha sido contundente, más de 60 países rechazan la ilegitima elección de Nicolas Maduro y reconocen a Juan Guaidó como presidente encargado; lo mismo han hecho algunos organismos multilaterales y varios países y organizaciones internacionales han decidido sanciones en contra de altos funcionarios venezolanos, miembros de la dictadura. Para que eso se mantenga y refuerce es muy importante mantener la movilización popular en Venezuela, que demuestre al mundo el apoyo con que cuenta Juan Guaidó y el rechazo popular a la dictadura. Hasta hace pocos años el régimen se vanagloriaba de su “respaldo popular”; hoy en día, sus acciones represivas demuestran que el único apoyo con el que cuenta es el de la fuerza, frecuentemente ejercida por sus paramilitares o “colectivos” armados y algunos órganos represivos de la fuerza armada, que actúan como guarda pretoriana al servicio del dictador.
Por lo tanto, lograr y mantener la movilización popular es un factor clave, pues es lo que refuerza a la comunidad internacional y la motiva a continuar en sus acciones en de rechazo y aislamiento político y general del régimen.
Esta es una tarea compleja, sobre todo cuando tenemos un sector de la oposición, creo que pequeño y poco significativo, pero muy ruidoso y pugnaz, pidiendo insistentemente en redes sociales la intervención militar foránea y asegurando que es la única alternativa para terminar con la dictadura. Algunos ya están llegando al extremo de intentarhoradar la unidad opositora, haciendo críticas injustificadas a Juan Guaidó y la AN, acusándolo de no tomar decisiones que ellos basan en unas disposiciones legales y constitucionales, que pueden tener varias y diversas interpretaciones, como es propio de la gelatinosa y difusa constitución de 1999.
Para evitar esto creo que hay que desarrollar algunas propuestas; primero, hay que ser muy cuidadosos en el mensaje que se trasmite, para evitar crear falsas expectativas sobre “fechas” y “fórmulas milagrosas” para salir de la dictadura, inspiradas en ejemplos de otras realidades y contextos históricos; segundo, hay que desarrollar un proceso de discusión y denuncia contra ideas y “soluciones mágicas”, usualmente estimuladas de manera irresponsable desde el exterior o desde el anonimato en redes sociales; y tercero, a las movilizaciones masivas, hay que acompañarlas de acciones que estimulen, propendan, al reforzamiento de organizaciones políticas, sean partidos u organizaciones de la llamada sociedad civil.
Es imprescindible organizar a la población civil para resistir a la dictadura, para que nos podamos apoyar mutuamente frente a las arremetidas del régimen o situaciones como las vividas durante el apagón, que seguramente se van a repetiry recrudecer en el futuro. Desde este punto de vista me parece muy importante una iniciativa, que he visto circular, de conformar y organizar los Comités de Ayuda y Libertad. La alternativa es crear organizaciones ciudadanas, que sean verdaderamente democráticas; integradas por ciudadanos, plenamente conscientes de su papel, y que no saquen a sus integrantes de su medio natural de trabajo, estudio o el lugar donde viven; que se centren en tareas de solidaridad, de denuncia, y sobre todo de comunicación y transmisión del mensaje del presidente encargado y de la AN, ante la escasez de vías para hacerlo.
Se trata de afrontar de manera práctica e inmediata un doble propósito: Primero, comenzar un proceso, real, de organización y construcción de organizaciones políticas al alcance de cualquier ciudadano, en donde los ciudadanos puedan participar sin renunciar a su condición de tal. Y segundo, ir creando “capital social” en la población venezolana, reacostumbrándonos al proceso de trabajo en conjunto para alcanzar metas políticas compartidas, que impliquen tolerancia y negociación.
Tengamos claro la importancia de estos Comités, porque, en política, los medios de comunicación o las redes sociales nunca reemplazarán la comunicación cara a cara, el acercamiento que logra la discusión directa de ideas y propuestas, el necesario contacto personal entre líderes o dirigentes políticos y los militantes de los partidos y los líderes sociales y ciudadanos comunes y corrientes.
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