La primera vez que entrevisté a Hugo Chávez, recién salía de la cárcel de Yare. Estaba flaquito y alguien le recomendó que se vistiera de liqui liqui verde oliva para que siguiera luciendo como un militar llanero.
Llegar al apartamento de Luis Miquilena en la plaza Altamira, donde estaba alojado el golpista, fue todo un trámite tomado de algún film de espionaje. “Espere en la
Plaza. La contactaremos”. Y una vez contactados -el excelente fotógrafo Gustavo Acevedo y yo-, dos hombres nos solicitaron la cédula para comprobar que éramos quienes decíamos ser.
Luego fuimos escoltados por otros dos – ¿Diosdado, Carreño, Andrade, Maduro, Bernal?, hasta la puerta del edificio donde nos esperaban otros escoltas con la misma cantaleta. “Cédula por favor”. Hasta que a la tercera vez nos negamos a hacer el ridículo y les exigimos que nos mostraran su cédula ellos también, asunto que no llegó a nada, pero aligeró la visita a la concha donde Miquilena lo mantenía con techo y comida.
“Póngase así, como Superman”- le ordenó Acevedo apenas apareció Chávez. Y sin pensarlo un segundo, el golpista se puso las manos en la cintura con cara de Clark Kent,
mirando el horizonte, como quien dice “A luchar por la Justicia”, foto que quedó tan buena que la entrevista se tituló El Superchávez – algún coleccionista del suplemento dominical de Letra G, del desaparecido diario El Globo la debe tener-, diálogo nada complaciente, por cierto, donde su ego y su ignorancia le jugaron más de una mala pasada. “Pobre hombre, qué básico, vaya ridículo”, comentamos a la salida Acevedo y yo, furiosos ante tanto tiempo perdido. Tan amargada salí de ese encuentro, que la foto con “el comandante” que me tomó Acevedo para burlarse de mí, la boté quién sabe dónde. Nunca logré entender cómo tanta gente -intelectuales, periodistas, uno que otro político respetable, dueños de medios que lo apoyaron y ayudaron a posicionarse – veía en aquella persona a alguien capaz de dirigir un gobierno. O quizás solo lo consideraban lo suficientemente moldeable como para montarse en su capa de súper héroe y, desde allí, modificar el futuro del país, tremendo pelón.
Lo cierto es que la tercera y última vez que lo entrevisté, Chávez ya tenía un número altísimo en las encuestas y se apareció frente a nosotros con una troupe considerable, incluyendo a Mari Pili Hernández, que entonces estaba delgada y lucía una franela roja cortica que le dejaba al desnudo parte del torso y el ombligo que, en su descargo, era la moda de la época. El encuentro formó parte de uno de nuestros rituales almuerzos-entrevistas con personalidades, que organiza Caracas Press Club, y en el salón del Hotel Tamanaco donde se hizo la cita, no cabía un alma.
– ¿Que haría usted si gana la presidencia democráticamente pero una madrugada un grupo de militares con un tanque de guerra asalta el palacio de Miraflores para tumbarlo? – le pregunté- ¿Lucharía contra ellos o se escaparía a Venevisión a denunciar el golpe?-Yo tomaría las armas y lucharía hasta la última gota de mi sangre por defender la voluntad del pueblo que bla bla bla…, lanzó su falso discurso sin que le parpadeara la más mínima decencia. Ya lo veríamos el 11 de abril, cabizbajo, entregándose en Fuerte Tiuna, amparado bajo la sotana de monseñor Velasco.
Mucho tiempo después, Luis Miquilena – el hombre que lo recogió en su casa, el que le armó el partido, le consiguió el dinero, lo puso en contacto con Fidel Castro-, sería nuestro invitado en el Caracas Press Club, donde remarcó la absoluta deslealtad de Hugo Chávez para quienes lo ayudaron a llegar adonde llegó, su manera despótica de entender las relaciones humanas, el monstruo interior que se le despertó cuando se supo poderoso, la manera cruel en que utilizaba y desechaba a las personas con el único objetivo de conseguir lo que se le antojara.
En ese afán, montado en su poderoso tanque de guerra particular, Hugo Chávez y sus herederos han agredido a medio país como lo hicieron contra Miraflores el
4F. Así como tomaron VTV, fusil en mano, arrasaron la economía dejando un reguero de cadáveres. Y tal como agredieron a la desarmada familia presidencial
en La Casona, arremetieron contra los valores fundamentales de una sociedad, hoy postrada entre la delincuencia que roba y asesina a diario y los criminales de
cuello rojo que hundieron al país en la bancarrota, los únicos que, por cierto, han salido bien parados de semejante aventura.
A 24 años de aquel lamentable 4 de febrero, el chavismo hace maletas y se irá como llegó, dejando su huella de sangre, muerte y destrucción, el verdadero legado de aquel Superman de pacotilla.
3 respuestas
Absolutamente de acuerdo contigo, Elizabeth, a mí me asombraba igualmente la fascinación por ese personaje patético, vulgar, deslenguado que pasaba de un tema a otro sin respirar ni venir a cuento…destilando odio. De aquellos polvos esos lodos, sin ninguna duda. Me encantan tus artículos, felicitaciones por tu buen hacer….
Señora Elizabeth, aunqeu aprecio su relato, el ver al Donald Trump del 2016 y ver al Chavez del 1998 (cuando era candidato), y manteniendo las diferencias entre ambos personajes, paises, «background» socio-economico, aunque ellos son la parte visible de unos movimientos, son mas bien el reflejo de grandes problemas en la sociedad, sistema politico y politicas de estado que les permitieron o les estan permitiendo (según el personaje) espacios para ser opciones presentables al electorado.
Chevez no llega solo por el, pero todos aquellos (politicos, empresarios, población en general) que lo habilitaron para llegar al poder que por vias de las armas se le habían negado las Fuerzas Armadas de Venezuela (FAV – la única que reconozco), muchos por colocar a su candidato para colectar sus cobros despues, otros porque en verad creyeron que representaba el cambio; sin embargo , y ha sido mi opnión por muchos años el verdadero habilitador del intergaláctico fue el gobierno de Rafael Caldera, que hasta el sol de hoy, no entiendo como no lo inabilitaron politicamente.
Los venezolanos han estado esperando por un mesías, y me temo que todavia lo hace, cuando uno ve postuladano que si a Leopoldo Lopez, Capriles segunda o tercera parte, o tratando de endorsarle a Lorenzo Mendoza como presidenciable, hasta que el venezolano no cambie de forma de pensar Venezuela estará sumida en la miseria
Excelente articulo de E. Fuentes.
Probablemente en la 1 ra. entrevista ya ud. se dió de cuenta quien sería el próximo presidente de Venezuela. Lo que nunca se imaginó fue del desastre que dejaría en su camino por la presidencia y en el estado en que dejaría al país.
Mucho menos pudo imaginar que podría morir y hacer lo que al final hizo.
No se conformó con dividirnos, hacer que nos odiaramos unos a otros, acabar con la industria nacional, regalar y despilfarrar nuestra riqueza, mantener a todos los chulos de la izquierda latinoamericana y algunos de más allá.
Al final, tuvo la peor de todas las cosas y maldades para los venezolanos de lo que su corazón y mente malvada tenia.
Nos dejo al más ignorante de nos seres vivos, peor que J.V. Goméz
Nicolás Maduro Moros
Hoy somos un país empobrecido, poseedor de las más grandes reservas de crudo del mundo y de la más pequeña autoestima.
Estamos al borde de un colapso económico, alimentario, de valores y de la miseria más grande jamas imaginada por nadie dentro de este país.
Y lo más triste de todo, además de lo antes mencionado.
No tenemos ni siquiera la voluntad de detener esto, de salir a la calle y no regresar hasta que le devolvamos un país decente a nuestro hijos y nietos, quienes al final, de continuar esto, no tendrán pais