Está muy en boga y, al parecer, es bien visto por la disidencia purista, ese sector que contaría al gobierno con menos severidad que a la concertación unitaria, tildar de cobarde a la dirigencia de esta. Es muy fácil disparar irreflexiva y automáticamente 140 caracteres por minuto para afirmar que, en razón de maquiavélicas confabulaciones, presumidas o imaginadas, la MUD legitima al mascarón de proa de la dictadura milico-civil y es, por tanto, corresponsable de las frustraciones sociales, económicas y políticas del venezolano que depositó su confianza en ella; sí: es demasiado sencillo acribillar, desde el ordenador o el smartphone, a quienes, muy a pesar de sus discrepancias, lograron compaginar pareceres para diseñar una política de eficacia demostrada exitosamente en las elecciones parlamentarias y corroborada con creces en la Toma de Caracas. Que esas manifestaciones no derivaron en insurrección es lamento al uso de quienes sueñan con un «carmonazo» y anhelan corra sangre, siempre y cuando no sea la suya.
Las iniquidades del despotismo pueden precipitar la desobediencia civil y esta, la insurrección. Ocurre, según los tratadistas, cuando convergen condiciones objetivas y subjetivas. Deseos no empreñan. De sobra lo saben los cagarreproches que, con sus andanadas contra la oposición organizada, le hacen un gran favor al régimen. Coreando a los oficiantes del continuismo, suscriben la tesis de que la MUD dejó sucumbir el revocatorio –falaz afirmación que exime de culpabilidad en el calculado incumplimiento de los lapsos estipulados por la ley a las alegres comadronas que procuran su aborto– y, para más inri, celebran con sibilino «yo lo dije» el aparente naufragio de la consulta. Sus predicciones exceden, por rebuscadas, acaso malintencionadas, nuestra capacidad de asombro, y nos ponen a pensar que se complacen maliciosamente con una zozobra del RR que sería acta de defunción de la Mesa; esta, se mantiene en sus trece e hizo lo apropiado: definió un itinerario sin bailar al son que tocan los insufribles managers de tribuna, a objeto de convertir los tres días pautados por las celestinas para el recaudo de firmas en jornadas por el cambio, y lograr que el referéndum se realice este año, se respete el artículo 72 de la Constitución y las manifestaciones de voluntad se computen nacionalmente.
Con los humos ofuscándole la sesera, después de ser exaltado a la presidencia del Movimiento de Países No Alineados –no por méritos, sino por correspondencia pro témpore al país que monta sus ferias de vanidades–, Nicolás dice misa y predica para nadie, a pesar de que las alcahuetas rojas del CNE procuraron atornillarlo al cargo con una temeraria vuelta de tuerca a su servilismo; sin embargo, su imagen, reputación y credibilidad están mucho más comprometidas que las de Fujimori cuando este disolvió el Congreso peruano. La fortuna ha dejado de sonreírle y quizás sus camaradas lo conminen a abandonar la carrera sin alcanzar la meta; por supuesto, hay un pero que importa en una hipotética y tardía revocación o una forzosa renuncia.
“Tanto monta, monta tanto” fue lema utilizado por los reyes católicos –el origen de la frase se atribuye a Alejandro Magno y atañe al nudo gordiano (da lo mimo desatar que cortar)– que por mediación popular aclaraba que reina y rey compartían por igual los cetros de Castilla y Aragón: “Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando”. Aquí no hay claridad sobre quiénes ejercen el mando, lo que ha dado lugar a toda suerte de especulaciones. No hay una dupla ni un triunvirato; si unos aseveran que gobierna una tetrarquía, otros dirán que un quinteto. Transémonos por una sinarquía y, as: tanto monta, monta tanto, Nicolás como Diosdado y Diosdado como Padrino y Padrino como El Aissami o como Istúriz… etcétera, etcétera. Entonces, en el supuesto casi negado por el CNE de que prescindamos de Nicolás el próximo año –acierta María Corina–, saldríamos del dictador, mas no de la dictadura, y la idea es que el chavismo palme de madurismo como «el marxismo murió de marxismo» (Popper dixit).
La sumisión de los poderes Judicial y Electoral al Ejecutivo para desconocer a la genuina representación popular (Asamblea Nacional) e impedir la celebración del referendo y los comicios regionales pone a prueba la paciencia de la gente. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1793) establece que «cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es, para el pueblo y cada una de su porciones, el más sagrado de los deberes». En caso de que el CNE no rectifique a tiempo, entonces sí –aunque abogue por un cambio apegada a la letra y espíritu de las leyes–, la MUD debe decidir si corre o se encarama en el derecho de rebelión. La bicha lo contempla. Sería un buen plan B.
Un comentario
Me gusta mas la liviandad del ser,mas kundera