Días de acontecimientos. Y yo, con los ojos como paraparas, nadando en insomnios. En medio de la pandemia del Covid-19 y del virus rojo que lleva 21 años azotando a Venezuela, grave el primero, mucho peor el segundo. Escribo en mi balcón, 2mt2, un espacio pequeñito que se ha convertido en mi refugio, en el estudio inventado donde pienso y escribo en medio de este estar varados y sintiendo que esto es en realidad un sobrevenido destierro. En la lavadora, la misma ropa que venimos usando ya por meses. De cada lavada la tela sale más finita. Salimos del país por unos pocos días y ya contabilizamos ciento y tantos, con sus noches, sus días y sus madrugadas. Y en cuarentena. Sin la más mínima idea de fecha posible de regreso. En la ciudad primada estoy. Linda e históricamente importante. Sigue bastante en claustro, así que no hay cómo aprovecharla. En la boca el sabor a cualquier cosa menos normalidad. Pero, ¿qué digo? Según algunos doctos está anormalidad es la nueva normalidad, a la que uno ha de habituarse sí o sí.
Varias noticias acaparan mi escena. Dos en particular. Al despreciable individuo, el tal Alex Saab, lo capturaron en Cabo Verde. Uf, qué exótico. Imagino que creyó que con engrasarle las manos a unos cuantos «crioulos» esa banderita de «se busca» desaparecería de la pantalla. Resultó que no. Los ganchos, pues, y que no son pulseras de diseño Cartier. Imagino que negociará con quién tenga que negociar. Acabará cantando, más tarde o más temprano, como el pájaro guarandol. En el equipo de abogados que lo va a defender está nada menos que la «nietísima» de Rafael Leonidas Trujillo, «Chapita». Ya la vida no da sorpresas. Espero que durante todo el tiempo que Alexito esté detenido en dónde esté le den todos los días exquisitos manjares preparados exclusivamente con los productos Clap. Tres cosas han quedado demostradas: que el mundo no es ni ancho ni ajeno, que el hedor deja rastro y que el trabajo periodístico bien hecho rinde frutos.
Maduro prolongó el estado de alarma. Otra vez. Le subió la altura a la baranda. Ahora hasta el 12 de julio, por ahora… Nadie entra, nadie sale. La norma aplica para todo el mundo, menos para los enchufados «first class». Esos tienen tarjetica de «vaya y venga sin que nadie lo detenga». Pero para el resto de los mortales el país no es un país, es un enorme campo de concentración, con todas las «comodidades y finas cortesías» de un ghetto. La pandemia, que según sus últimos reportes está en pleno descontrol, le ha servido a Maduro para encerrar a los habitantes de Venezuela. Y él, también, ahí, en su estado de sitio, en sus palacios y cuarteles. Encerrado. También. Con su Netflix y su escudo de espalderos. Porque él también es prisionero, de sí mismo, de su propia pantomima.
El cuatrerismo político está en su apogeo. El nombramiento de nuevos rectores del CNE es «fruto del árbol envenenado». Lo saben «designantes» y «designados», pero no les importa. Los que aceptaron los carguitos pasarán a la historia, por tener los cerebros y las almas cundidos de caspa y sabañones.
Si algo impresiona (para mal) es lo «políticamente correcto» del lenguaje de los opinólogos, analistas políticos y «asesores». Todos siguen hablando como si lo que está pasando fuera un «reality show». Sin duda, hablan bonitico.
Pero hay un enorme error conceptual en sus análisis. Hablan de varios grupos de oposición. Y acreditan como «de oposición» a varios de los rectores fantoches. Valga aclarar que esos que reciben «pequeñas cuotas de poder» no son oposición. Y no van a serlo porque los clasifiquen como tal. No es oposición sino quien lucha.
Si cuando Churchill se enfrentó a la grave situación antes de la guerra hubieran existido los analistas y asesores, seguramente en poco tiempo en Gran Bretaña hubieran hablado alemán. Facultos, doctos, sabidos. Medios y redes repletos de «análisis sesudos». Eso es lo que vemos. Se da a esos analistas más espacio que a los dirigentes de los partidis. Todos hablan como si esto fuera un juego de simulación en un curso universitario. Eso no es liderazgo.
No recuerdo de quién es la frase que parece pintada para estos tiempos, pero que es una frase que recuerdo de tiempos difíciles: «Y tú, ¿en qué miedo descubriste que eras valiente?»
Tenemos miedo, mucho. Lo que no sabemos es en cuál miedo vamos a descubrir la valentía. Parece más bien que de cualquier malla sale un ratón.