Elecciones. ¿Examen? ¿O espectáculo? Sorpresas. «Batacazos». ¿Error de cálculo? Mientras más gritos, más palabrotas, más encono, mejor. Sacarle punta al hartazgo, al enojo, a la bronca. Se trata de alimentar la rabia, desatar cólera en los que, justificadamente, están «de a toque», «a punto de caramelo».
Ah, siempre es bueno explotar el nacionalismo. Mucha bandera, mucha reminiscencia heroica, con «look» de prócer o de dama antañona modelos «posmo».
Usar palabras claves. Y precederlas de un hashtag para que los algoritmos remen a favor. Estar, hay que estar. Se trata de ser una «presencia». Cataratas de posts, con milímetros de profundidad. Parafrasear a grandes del pensamiento, incluso sin mencionar autoría. Quedarse con el Santo y la limosna.
Hay que hablar y prometer, con vehemencia, ardor e ímpetu, con euforia. Que ella, la euforia, es forma que distrae del fondo.
Da lo mismo si es de izquierda o derecha. Que total, ni una ni otra existen ya. Todo se resume en quién consiga más aplausos. De allí al voto hay un brinquito nomás. Para lograr la gobernabilidad, para eso, pues ya habrá tiempo.
35,16% no votó, o votó nulo o en blanco. El primero en realidad llegó de segundo, el segundo llegó de tercero y el tercero de cuarto. Pero los competidores no mencionaron eso. Intentarán pescar en ese lago de indiferencia. Al fin y al cabo, el margen de diferencia en puntos entre unos y otros es apenas un suspiro. Ninguno puede echar el cuento de la victoria.
Ay, Argentina, tan linda y tan mal querida.
«Acabala no me engrupas que ya te tengo junado
sos un reo deshauciado no merecés compasión.
El domingo en las carreras acertaste el batacazo
y en la noche el escolazo en la vía te dejó…»
(Acabala, Ángel Wilder, Francisco Caso)