Por: Jean Maninat
Si algo hay que reconocerle al presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, es la persistencia, o la terquedad, o el arrojo calculado de un jugador de póquer profesional, la capacidad de intuir hasta dónde se puede llegar -indemne- en transgredir los códigos de la compostura institucional, cuyo respeto fue alguna vez síntoma de madurez y seriedad política. ¿Cuán resistente es la opinión pública? ¿Cuántos sapos es capaz de tragar, sin emitir siquiera un eructo? La capacidad de resistencia parece haber adquirido la rugosidad de piel de un dragón de Komodo.
El también secretario general del PSOE ha hecho su carrera ejerciendo una destreza excepcional para sorprender con astucias de mago de salón a un público político ávido de ser sorprendido y preguntarse, ¿pero cómo lo hace? Aun sus adversarios no dejan de exclamar un ¡oh! admirativo ante sus audacias, o un, ¿hasta dónde va a llegar este tío?, cuando el tío ya viene de regreso. La prensa gusta presentarlo como el presidente de las mil vidas o el rey de la resiliencia. Y él a sus anchas en los trajes tubitos de Ken ibérico que tanto gusta portar.
En 2023 forzó unas elecciones generales (disolvió las Cortes Generales y anticipó los comicios), perdió en votos frente al PP, pero logró ser investido presidente del Gobierno por el Congreso gracias a prometerle -y luego cumplirle- la amnistía a los líderes prófugos del partido secesionista-golpista catalán, Junts. De nuevo, boquiabiertos e indignados, los líderes de la oposición, y la sociedad española, veían -una vez más- hasta dónde era capaz de llegar el líder socialista por mantener domicilio en La Moncloa.
(Brevísima síntesis de la descripción de la residencia oficial en el Palacio de la Moncloa que hace la revista Vanity Fair: Aquí hay habitaciones de sobra. En concreto, ocho habitaciones, nueve baños, y tres vestidores. A esto habría que añadirle la piscina y cancha de tenis de rigor y otras amenidades. Si tenemos en cuenta que antes de ser presidente de Gobierno vivía en un piso (apartamento) de 80 metros cuadrados en Pozuelo, se entiende perfectamente el terror al downgrade habitacional).
El último show ha sido digno de un teleculebrón (como gustan decir en la Madre Patria), madrugando con una carta abierta a la ciudadanía donde anunciaba que se daría cinco días alejado de sus funciones oficiales -pero recluido en La Moncloa, faltaba más- para meditar si se retiraba o seguía en funciones, en vista de los ataques judiciales (lawfare) a los que había sido sometida su esposa Begoña Gómez. Suspenso y emoción.
Por supuesto, de nuevo agarró desprevenida a la oposición (el pobre de Feijóo con su cara de sorprendido permanente) y la conmoción generalizada en los bares y cafés esperando noticias frente a los televisores, las manifestaciones de rigor del PSOE, con la militante de
base y de rigor que clama destemplada ante los micrófonos de los medios de comunicación: “Te lo
estamos pidiendo a gritos, por favor te necesitamos”, o la compungida pero compuesta ministra que exclama: “Pedro, no estás solo”. Vaya follón sentimental.
Y pasaron los cinco días en el desierto de su reflexión, y el hombre regresó transfigurado, esclarecido, ahora lo tenía más claro que nunca, se había visto cara a cara con su destino, la señal lo había alcanzado de pleno, iluminado, y podía comunicarlo a la ciudadanía con sosiego y alegría: de La Moncloa, me sacan muerto.
Un comentario
…..esta conducta mostrada por Pedro Sánchez ,amerita una respuesta coherente y determinante de la sociedad Española en su conjunto, ya que los síntomas mostrados por el , mas no por el PSOE, dada su inexistencia como órgano deliberativo y político anuncian el nacimiento de un régimen autoritario ,no consustancial con la democracia