Publicado en: El Nacional
Por: Alicia Freilich
“一¿Todavía tienes miedo?
一Sí, mucho, a la indiferencia”
De Hiroshima mon amour, película franco-japonesa, 1959
Ante la invasión genocida de Vladimir Putin a la independiente Ucrania, ningún país, polo, gobierno, partido político, zona, colonia, refugio ni persona -si quiere sobrevivir en relativa paz ejerciendo derechos y deberes- puede escapar sin respuesta concisa a la pregunta definitoria resumida en el título de esta nota.
Toda guerra, en alguna proporción, hiere y masacra enemigos y adversarios militares y civiles, destruye ciudades y poblados, delimita nuevas fronteras para fundar nuevos imperios, reinos y democracias.
Mediante la represión el vencedor busca borrar la historia del vencido y lo hace desde su propia ideología, religión, idioma, mitos y costumbres. Lo consigue solo a medias pues a lo largo de la obligada convivencia mandatario y súbdito se fusionan y dan origen a la cambiante colcha de retazos que por siglos ha sido, es y será el móvil mapamundi geopolítico. Son verdades obvias, desconocidas por la mayoría, difíciles de admitir en privado por múltiples conocedores y de manera hipócrita negadas en público por la politiquería de toda época, hoy a la vista por gobernantes populistas latinoamericanos que muestran su preferencia prorrusa de modo acomodaticio y sesgado.
Innumerables son los vestigios de este fenómeno sistemático que salen a la luz por evidencias arqueológicas, testimonios en imágenes y escritos, relatos, cantos y poemas oralmente transmitidos por sucesivas generaciones. Sin ir tan atrás, los ataques japoneses prenazis a las flotas estadounidenses de Pearl Harbor junto a las ubicadas en el exterior (1941), los bombardeos atómicos de Estados Unidos a las islas japonesas Hiroshima y Nagasaki (1945), la previa criminalidad masiva sobre civiles que ordenaron Mao, Stalin y Hitler, en fin, episodios del siglo XX que eliminaron a multitudes desarmadas.
Hubo juicios de posguerra contra los criminales hitleristas, entre los más destacados el de Nuremberg (1946) y el de Jerusalem (1961) contra Adolf Eichmann, pero la mayoría de aquellos dirigentes verdugos encontró refugio especialmente en Argentina, Chile y Paraguay.
¿Hay alguna diferencia con la actual conducta escurridiza, en especial de líderes y mandatarios del hemisferio occidental, retados ante la alternativa de actuar contra o pactar con el totalitario imperialismo neosoviético que sigue cometiendo crímenes de guerra y protesta cuando la Corte Penal Internacional declara culpable directo de ese delito a Vladimir Putin?
A la reciente Cumbre del G7 que reunió a los gobernantes de las principales democracias, adrede en Hiroshima para honrar muy tardíamente a las víctimas, se presentó el presidente Volodimir Zelenski -tampoco por casualidad- y el único que lo ignoró sin siquiera saludarlo fue Inácio Lula da Silva, sellando así de manera rotunda su posición. Fue la señal para sus colegas Andrés Manuel López Obrador y Gustavo Petro, quienes fingen o se amparan en visitas a la Casa Blanca y trilladas frases pacifistas. Alberto Fernández también funge de mediador contradictorio, pues vive de rodillas ante el Banco Mundial suplicando nuevos préstamos pero al regresar de su visita al Kremlin en febrero pasado declaró que dejaba abierta la puerta de Argentina para que Putin entrara en la región, permiso innecesario pues hace 22 años el régimen castrochavista la tiene así, de par en par, a través del intermediario cubano en la revolucionaria tarea de auspiciar y cuando puede financiar a millón el narcoterrorismo desde Río Grande hasta la Patagonia como lo impusieron Hugo Chávez Frías y su séquito de la Fuerza Armada ¿Nacional?
La actual ex Venezuela tiene a su desunida disidencia política en los preparativos para votaciones que no eligen pues las controla el militarismo padrinomadurista, hasta hoy ninguno de estos dirigentes partidistas ha manifestado su criterio ante las continuas amenazas dirigidas a la OTAN de bombardeos nucleares a Ucrania por parte de Rusia y más veladas a Taiwán por China, como si estos grandes imperios no tuvieran incidencia alguna en el devenir o el porvenir de quienes buscan reconstruir al país precisamente sobre su base constitucional democrática. Es una decisión crucial que ahora mismo exige pública definición exacta para alcanzar ese logro difícil porque su inmensa riqueza minera sigue codiciada, sin excepción, por los imperialismos de moda y el silencio aislacionista hace y hará todavía más daño a la causa libertaria y liberal sea cual sea la candidatura para posibles sufragios primarios y presidenciales.
Omitir aclaraciones y reacciones defensivas frente tamaño desafío acelera la indiferencia y/ o desconfianza de las sociedades que eligen presidentes populistas, rápidamente se arrepienten pero quedan atrapadas en macabras crisis producto de esos gobernantes cuya biografía los retrata como delincuentes o crónicos oportunistas.
Entonces claro que sí. Se requiere con urgencia una conducta diferente a las mundiales del pasado lejano y presente pues la moderna tecnología digitalizada que se perfecciona a diario en su inmediatez , anula los pretextos. Sin consultar, automáticamente nos define como vidiotas, cómplices ocultos o rebeldes con causa. Y la guerra de Putin es la brújula del hacia dónde se dirige el destino ideológico y la praxis política internacional.
La Hora 25, novela rumana (1949) y el filme coproducción de Francia, Italia y Yugoslavia (1967) son obras clásicas que advierten sobre la urgencia de evitar ese momento tardío, cuando el fracaso será un hecho cumplido.