Publicado en: Blog personal
Por: Naky Soto
El 20 de marzo de 2023, el entonces ministro de Petróleo del régimen de Nicolás, Tareck El Aissami, anunció en Twitter su renuncia en medio de una crisis institucional que incluía su relevo, apenas tres días después de que el sistema de propaganda le diera promoción a la detención de funcionarios chavistas vinculados a otro escándalo de gran corrupción en Petróleos de Venezuela. Han sido más de tres meses de reacomodo del poder sin explicaciones, entre otras cosas, porque no hay quien las demande. La oposición sigue el curso de la propaganda de los candidatos inscritos ante la Comisión Nacional de Primarias, la mayoría sin posibilidad de ganar una elección presidencial. Nadie, ni siquiera alguno de los muchos políticos exiliados ha hecho el intento de al menos especular sobre qué ocurre dentro del chavismo, qué explicaría las decisiones recientes, desde el destape de otra trama de corrupción, pasando por el desbancamiento de uno de los hombres más poderosos del régimen, hasta la reciente aniquilación del Consejo Nacional Electoral derivado de una negociación política en 2021.
Un desfalco descomunal
Transparencia Venezuela publicó un artículo en el que explica que según datos de la Fiscalía General de la República “se han detenido 61 personas, pero solo se conoce la identidad de 51 de ellas”. Estiman que la pérdida milmillonaria que deja este esquema de corrupción oscila entre 13.000 y 16.000 millones de dólares, con operaciones realizadas con empresas creadas en nueve países, pero el fiscal impuesto, Tarek William Saab, no ha ofrecido algunas identidades, no ha informado el rol que jugó cada acusado en esta operación de desfalco y ni siquiera ha explicado a cabalidad cómo operó la trama. De hecho, no se sabe dónde está Tareck El Aissami ni cuál es su circunstancia jurídica, si es o no un acusado, porque de no serlo, eso también demandaría una explicación.
El Presupuesto de la Nación se estima en unos $9.000 millones, es decir, el desfalco en Pdvsa supera por mucho la cantidad de dinero necesaria para gestionar el país por un año, pero nadie habla públicamente de eso, porque el chavismo viola sistemáticamente los derechos humanos, destruyó el sistema de medios masivos y mantiene una censura atroz, variables que influyen en los ciudadanos, que sin acceso a opinión especializada y temerosos de la represión, optan por “no meterse en problemas”.
Pero ya estamos metidos
El chavismo sigue el curso de sus arbitrariedades sin rendirle explicaciones a nadie, por eso la intempestiva aniquilación del CNE es maquillada con la ficción de la Asamblea Nacional trabajando rauda para ‘elegir nuevos rectores’, como si la arbitrariedad con la que comienza tal gestión fuese accesoria. Hoy juramentaron a los supuestos representantes de la sociedad civil que acompañarán a once diputados chavistas (que incluyen a Cilia Flores, esposa de Nicolás), en el el Comité de Postulaciones Electorales 2023, responsables de presentar ante la plenaria chavista la lista de los candidatos para conformar el directorio del CNE. Esta acción coincide con la infeliz declaración del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, intentando justificar que en Venezuela no hay una dictadura sólo porque hay elecciones. Durante la dictadura militar en Brasil también hubo elecciones, basta saber si eso alcanza para que Lula considere ese período como democrático.
La arbitrariedad es la norma
El chavismo desmanteló el conocimiento dentro de las instituciones y organismos públicos para sustituirlo por ‘lealtad’. Una trama de corrupción tan grave como la Pdvsa deja claro el costo de tal transacción. La nueva imposición en contra del CNE cumple con el mismo parámetro y desmantela toda la operación de blanqueamiento de ese poder sin independencia, realizada con el chantaje intitulado “el mejor CNE en años”. Pero el chavismo necesita mostrar su arbitrariedad: todos los rectores chavistas del CNE ‘renunciaron’, la AN finge solemnidad ante este desafuero; los rectores Roberto Picón y Enrique Márquez también renunciaron sin mencionar que dinamitaron al CNE del que formaban parte, pero sí mencionaron la potencial transparencia de un poder opaco.
¿Y entonces?
Por obvias razones, el chavismo no va a narrar sus desequilibrios internos ni lo que han hecho para resolverlos, pero les falta un relato sobre las decisiones que han hecho públicas, una rareza en un grupo obsesionado por controlar la narrativa. Sin embargo, la oposición no ha aprovechado esta extraña circunstancia, sino que ha acompañado el silencio del poder con el propio. Por eso, nadie pregunta por El Aissami, mientras el poder sigue burlando la norma sin ningún contrapeso. Es inadmisible el silencio de los políticos francamente opositores, sobre el desfalco, pero más aún sobre lo que está pasando con el CNE.
Todas sus omisiones desmovilizan a una ciudadanía que necesita dotar de sentido a la primaria autogestionada, creer que es posible lograr algo distinto, por lo que negar el autoritarismo, la variable determinante de todo este drama, es absurdo. Volvemos a atravesar una crisis institucional gravísima en la que ni siquiera está clara la ruta para negociar soluciones, pero la oposición no tiene un relato sobre lo que está pasando, ¿y así va a enfrentar al chavismo en las presidenciales? ¿Pueden ganarle a lo que no quieren ni describir o es que no quieren ganar? El chavismo enfatiza que el CNE no es autónomo, pero no tenemos que fingir normalidad ante este abuso, no tenemos que guardar silencio, porque eso es exactamente lo que han procurado con tanta violencia y censura. Necesitamos cambios estructurales para que la mayoría de los venezolanos deje de pasar hambre. Es complejo vivir en un país bajo el yugo de quienes lo destrozaron, pero es inaceptable hacerlo en silencio. Así no.