Por: Jean Maninat
Acta mata votos, se ufanaban en el paleolítico político quienes se pretendían plomeros electorales, “arreglalotodo” profesionales, como Mister Wolf en Pulp Fiction, de Tarantino, (I solve problems). Incluso para cometer fechorías, para chorear, había ciertos protocolos, cierta etiqueta que se respetaba. Había una clara distancia y categoría entre un Arsenio Lupin sustrayendo con guantes blancos diademas con diamantes de alguna lujosa mansión, y Pedro Navaja con el diente de oro alumbrando to´a la avenida para ver a quién asaltaba.
Los miembros de la alta nomenclatura gobernante han cortado por lo insano. Al primer revés, luego de disfrutar por años las mieles de una oposición díscola -hoy no voto, mañana sí-, decidieron patear la mesa, botar al niño con el agua limpia por la puerta y desahuciar a la abuela que salió preñada. Apenas la oposición retomó sin ambages la ruta electoral, los retó en las urnas, les jugó con picardía de veterano, les hizo un túnel con el balón entre las piernas mientras las gradas aplaudían, se les acabó toda la jacatonería pseudo-democrática, la fama de magos burlistas ganadores de elecciones y recurrieron al más burdo de los delitos electorales: robarse las actas de votación.
La paliza que les propinó la dupla María Corina-Edmundo y los partidos que la apoyaron, la evidencia del terreno perdido en el afecto popular, el reflejo en el espejo de su obsolescencia ideológica, la pérdida de apoyo entre la izquierda reformista en la región y la comunidad internacional, es un peso vivito y coleando colgado al cuello y conectado a un cableado de luces intermitentes y sirenas ululantes que anuncia su llegada indeseada a cualquier evento. Unos leprosos del siglo XXI, cada vez más indeseados en el vecindario.
(La insistencia de Petro -el vecino incómodo geográfica e ideológicamente- en que se realice un escrutinio transparente, y la incorporación de la novel presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum al elenco de peticionarios -es nutrido y variopinto ideológicamente- augura que seguirá creciendo y aumentando la soledad de apestados que están cultivando con esmero numantino. Hasta Lula, en su enigmática y poco convincente manera, los ha conminado a mostrar las pruebas de su pretendido triunfo. Y ni hablar del Centro Carter, tan comedido en sus juicios y recomendaciones, y tan severo hoy día).
Si alguna duda queda de la pertinencia de la ruta electoral, piénsese que son precisamente unas actas de votación -la expresión más democrática de una sociedad- los instrumentos que tienen arrinconado al régimen, que no tiene hoy más argumento que la violencia y la fuerza. Podrán incinerar las actas de votación, pero ya no convencen a nadie, parodiando la célebre sentencia histórica de Unamuno. La pregunta los perseguirá, se asomará en sus escasas giras oficiales, aparecerá pintada en un cartón, en un muro, en un mensaje de X rebotando millonariamente en las redes, no tienen escapatoria…
¿Dónde están las actas?
31/07/2024 (17:00)