Publicado en: El Universal
“El vacío al que me lanzas está dentro de ti”.- Sófocles
El estudio académico de la política da un salto cuando se comprende que no es que “las cosas pasan” por obra de “fuerzas históricas”, sino que los hombres las hacen. También al descubrir que los fenómenos tampoco son un montón caótico, idea corriente, sino parte de estructuras y sistemas y tienen concatenación e interrelaciones que se pueden comprender en cierta medida. Estamos sometidos a dos principios contradictorios, el azar y la necesidad y lo que hacemos produce consecuencias que pagaremos o disfrutaremos.
Una ciencia de lo político solo puede intentar comprender lo que ya ocurrió y por qué ocurrió, las consecuencias de la acción, nunca profetizar. Y la práctica política misma no tiene nada que ver con la ciencia. Los que dirigen deciden a caballo sobre los acontecimientos y si es cierto que su saber, experiencia y asesoría son valiosos recursos, la intuición, la capacidad para sintetizar en su mente lo que no es visible para otros, construye la impredecible decisión. Si cruza el puente a punto de colapsar o no.
En 2016 la sociedad estaba en la antesala del poder, y el pronóstico parecía indicar la caída del chavismo. Todos celebraban y se confeccionaban trajes para importantes responsabilidades. Pero la imprevisible cadena de decisiones erradas condujo a qué hoy el movimiento luzca aplastado, con perspectivas inciertas, especie de cuadraplejia porque sus movimientos dependen de factores externos, los militares o una eventual intervención extranjera que la miseria extrema haga ocurrir.
Puede ser peor
¿Cómo es que no vieron a dónde nos llevarían el calle-calle, los trancones, la hora cero, el retiro de las alcaldías, la abstención, la guerra sucia contra los defensores del voto en 2018, esa inconcebible cadena, digna de los libros de Bárbara Tuchman, Paul Tabori, André Glucksmann y otros tratadistas sobre la estupidez política ¿Cómo es que aún no está claro? Todo por gruesos errores de cálculo, confusiones, impericia para manejar vanidad, irrealidad y ambición irracional.
La ambición sensata logra los objetivos de la voluntad. Pero la soberbia mediana impide cumplir el paso número uno de quienes dirigen cualquier cosa, que es examinar los fundamentos de la crítica, el feddback sobre la acción. Los líderes modernos se alimentan precisamente de eso. Gracias al valor, a la pasión unida a la razón, la voluntad humana atravesó el Mar Tenebroso y descubrió América, pero optamos por arrojarnos al vacío dentro de nosotros al declarar clausurada la llamada vía electoral.
El panorama es umbrío salvo por el destello de un potencial liderazgo que cuenta con cariño y popularidad, pero que para serlo efectivamente debe salir de las entretelas y asumir participar en las parlamentarias del año que viene, si el gobierno no lo hace imposible. “Por mal que esté una situación, siempre puede ser peor”, dice el sarcástico pesimismo de Murphy. Pero somos libres para enmendar, cambiar, rectificar, sacarnos las pifias de la cabeza, el mantra, el golpismo, la ingenuidad.
Humano demasiado humano
Es entonces cuando se sabrá si hay dirigentes o no y es demasiado viejo aquello de que no es lo mismo tener popularidad que ser líder. Se requiere el viraje, el fin del mantra, concurrir a las elecciones de 2020 que son un mandato constitucional. Cuando descubrió que había cometido trágicos errores, asesinar a su padre y desposar a su madre sin saberlo, Edipo se arrancó los ojos. Es el castigo por no ver lo que estaba ante ellos, su imposibilidad para prevenir las fatales equivocaciones que labraban su desgracia.
Aquí podrían quitarse una pestaña. El error es demasiado humano, trae muchas veces consecuencias irreparables y los políticos tendrían que cuidarse, según la frase de la esfinge al comienzo de la obra, cuando Edipo la derrota y ella lo sentencia al caer al abismo. El vacío trágico está dentro de ti. Son nuestros errores los que prolongaron en el tiempo esta revolución que se consolidó gracias a ellos. Hoy hay otra oportunidad para reconstituir la alternativa, y ojalá no se pierda de nuevo.
¿Será posible volver a precipitarnos en las oscuridades de 2005, fecha que marcó la consolidación del proceso revolucionario? A un gobierno de vocación totalitaria le salió el milagro de que sus oponentes le entregaran un Legislativo unánime ¿Qué cosa mejor podían soñar? De allí salió el CNE, la aplicación del gerrymandering en los circuitos electorales, el costo diferencial de votos de los parlamentarios en sus estados afectos, en detrimento de los favorables a la oposición.
Negarse a las parlamentarias constitucionales, implica que no existe la idea de conseguir acuerdos, se mantiene la tesis del gran rechazo, la machtpolitik y no se dan pasos hacia el apaciguamiento, mala señal entre otras tantas, cuando parte de FARC entra en beligerancia que afectará aún más nuestro territorio como obvia respuesta a la declaración de la AN sobre el TIAR y amenaza directa al Presidente Duque, con el componente de que aquellas sí son una realidad actuante y peligrosa.
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