Los ingenieros estudian una asignatura, Resistencia de Materiales. En ella hablan de «fatiga». Ocurre de a poco, casi imperceptiblemente. Un momento luce bien y al segundo siguiente la estructura se desploma. Por cansancio. Por agotamiento. Por hartazgo.
El cambio empezó. En realidad comenzó hace meses, o años. Sólo que toma tiempo caer en cuenta de lo que está ocurriendo. Y el cómo y el porqué. Y, por consecuencia, el cuándo. No sirve negarlo. El cambio tiene vida propia. No parte de uno que agarra un micrófono y grita cuatro consignas inyectadas de pasión. Un mes antes de la caída del Muro de Berlín nadie hubiera apostado que tal cosa pasaría.
El cambio ocurre en la sociedad, en la gente. Si tenemos suerte, los liderazgos saben leerlo e interpretarlo. Y conducirlo. De lo contrario, la gente les pasa por encima. Y a seguir se generan situaciones espontáneas de nuevos liderazgos.
Scioli es apenas la primera cara visible de la debacle. Me da cierta lástima. Acaba siendo el paganini. Seguramente no conseguirá articularse dentro de la nueva situación. Pero en Argentina sucedió lo que venía advirtiéndose, que el modelo, ese basado en dividir y » populear», tarde o temprano se derrumbaría. De las frases más destacables de Macri está lo de «ustedes con su voto hicieron posible lo imposible».
El efecto en la región no se hará esperar. Para desgracia de algunos poderosos y fortuna de millones, ya es tarde para » poner las barbas en remojo». No se puede suponer que la gente es permanentemente idiota. Los ciudadanos se hastían de la retórica plagada de cursiambre y necedad. Llega el día cuando simplemente no se tragan más el verso.
Ya la pregunta no es si la oposición va a ganar el 6/de diciembre. Me parece que está claro que esto va a ser así. La gran interrogante es cómo van a manejar el gobierno y los otros poderes ese nuevo escenario. Porque el tablero cambio. Eso ya es un hecho previsible, con fecha, hora y menú. Claro que el país está agotado. Pero cuidado. Si la nueva AN la emprende en una cacería de brujas, generaría una polarización nociva. Tiene que ser fuerte, pero crear consensos. Sin acuerdos mínimos, Venezuela es inviable.
La nueva realidad supone un gobierno dejando de dar órdenes al Poder Legislativo. Un Poder Judicial bajo escrutinio. Una Fiscalía en permanente estado de observación. Una Contraloría bajo la lupa y una Defensoría del Pueblo en estado de sospecha nacional e internacionalmente. Un CNE que o se renueva y rectifica o se extingue. Y supone también que las estructuras regionales y municipales se liberen de yugos centralistas. Es decir, una nueva gobernabilidad.
A Maduro le quedan años en el ejercicio. Ya sé que a muchos les suena imposible de imaginar una presidencia disminuida en poder. Pero así será. Con ello habrá de lidiar. Lucirá Maduro como un presidente débil. Eso es inevitable. Pero hay algo mucho más profundo y denso en todo esto. Lo que sufre fatiga es el modelo. Lo que se desmorona es el concepto con el que se ha venido manejando a Venezuela y que la ha convertido en un país enfermo de calamidades injustificables e inaceptables.
Que en los medios no se eche el cuento como es no hace que la realidad deje de imponerse.. Si la gente esta sudando la gota gorda, de nada sirve colocar un termómetro que marque 15 grados centígrados. Porque el calor se siente en la piel, no importa lo que se diga o se esconda. El cambio empezó. Últimos movimientos de esta opereta continental de malandros. No será dulce ni fácil lo que viene. Nervocalm. Será como una posguerra. Pero será. Para mejor.
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