Publicado en: Tal Cual
Por: Laureano Márquez
El paso del huracán Dorian por las Bahamas ha sido terriblemente devastador. La solidaridad internacional debe manifestarse, sin lugar a dudas. Sin embargo, el leer que el gobierno de Venezuela ofrece su apoyo, no deja de producir cierta perplejidad para los venezolanos.
El huracán que azota a nuestro país es también de categoría 5, pero no solo devasta, arruina y destruye todo lo que encuentra en su camino, sino que, además, el nuestro se devuelve cuando su ojo detecta algo que aún se le quedó en el camino por arrasar. Está dotado, en tal sentido, de inteligencia destructiva y -como si fuera poco- se detuvo en el país y se niega a moverse.
He aquí algunos de los efectos devastadores de nuestro huracán:
- Ha dejado a su paso miles de muertos, no solo como consecuencia de la delincuencia sin control y exacerbada, sino también –cosa que es mucho más grave– por la acción de los organismos públicos cuya misión debería de ser la defensa de los ciudadanos y que se han dedicado a la violación sistemática de los más elementales derechos humanos.
- Otros miles han quedado atrapados en prisión sin ninguna posibilidad de recibir ayuda ni asistencia.
- Ha destrozado centenares de miles de hogares, desde sus cimientos, cuyos integrantes se encuentran refugiados en los más remotos lugares del planeta (se habla de más de 4 millones de desplazados).
- Ha destruido extensas zonas selváticas en el Arco Minero, arrancando árboles de raíz y acabando con el frágil equilibrio ecológico.
- Miles de empresas desaparecieron al paso de este huracán, dejando a muchos sin empleo y en la más precaria pobreza.
- Vías de comunicación destruidas, transporte público colapsado y amplios sectores del país se encuentran sin suministro eléctrico, como Bahamas tras el paso del Dorian.
- Tampoco hay suministro regular de agua ni de combustible.
- Los hospitales están colapsados, no se consiguen medicinas ni alimentos de primera necesidad.
- Para colmo de males, nuestro huracán impide la llegada de la ayuda humanitaria que la población necesita.
Todos estos efectos se han hecho sentir en Venezuela con la misma dureza que el Dorian, solo que, en veinte años que lleva estacionado sobre nosotros, fue aumentando de categoría. Bahamas volverá pronto a ser un lugar floreciente, se repondrá con el espíritu de la gente y la ayuda de buena voluntad. Nosotros, sin embargo, seguimos sin poder contabilizar la magnitud de los daños, porque nuestro huracán no termina de pasar.
Mientras, tenemos el descaro de ofrecer ayuda a Bahamas. Más o menos qué podemos ofrecer: ¿agua?, ¿combustible?, ¿plantas eléctricas?, ¿alimentos?, ¿medicinas? Vaya descaro el de nuestros vientos. El primer ministro de Bahamas habla de una destrucción sin precedente, la nuestra es con presidente, usurpador, claro.
Lea también: «En defensa de la UCV«, de Laureano Márquez