Publicado en: Blog personal
Por: Ismael Pérez Vigil
La mayoría del país creo que ha ido entendiendo por dónde van los pasos, con el tema de Guaidó, la Constitución y la Presidencia, aunque algunos aún persisten en ver solo el tema jurídico y lo argumentan constantemente al pedir que Juan Guaidó se juramente como Presidente Encargado, Interino, o como sea. Esa comprensión del momento político creo que se debe a lo que ha sido hasta ahora la acertada tarea de la Asamblea Nacional y su Presidente con la innegable labor pedagógica y didáctica de los Cabildos Abiertos que se han venido realizando.
Juan Guaidó no necesita “juramentarse” como presidente de Venezuela; tiene suficiente con ser Presidente de la Asamblea Nacional (AN), único poder en Venezuela legítimo y votado popularmente y por una mayoría contundente; y vale decir “con todo y este CNE”.
La AN es reconocida internacionalmente y así lo es su Presidente; y ese título: Presidente de la AN, es más que suficiente para lo que se necesita, que es conducir al país de regreso a la democracia, la verdadera tarea que debe asumir la AN y obviamente su Presidente. Para eso no hace falta ostentar la “otra” presidencia.
No es fácil enfrentar a quien ejerce de hecho, no de derecho, la “otra” presidencia y que cuenta bajo sus órdenes y a su disposición con la FANB, los órganos represivos del estado, milicias y malandros que ha ido armando, el sistema judicial completo y los demás poderes públicos, la administración pública, con su tren de ministros y funcionarios, la mayoría de las gobernaciones, alcaldías, asambleas legislativas y concejos municipales, el presupuesto de la nación, los cada vez más efímeros recursos del estado, etc. No es poca cosa lo que tiene que enfrentar Juan Guaidó, quien ni siquiera cuenta con presupuesto de gastos, ni con un cuerpo de legisladores opositores, monolítico, pues algunos pretenden o imponen “condiciones” para su apoyo. Por lo tanto, es importante hacer el inventario de tareas y recursos con que cuenta Guaidó.
En su primer discurso, el 5 de enero, Guaidó señaló –aunque a mi entender de manera algo confusa– que asumía los artículos 233, 333 y 350 de la Constitución, pero lo que sí dijo de manera muy clara fue que para que eso se pudiera hacer efectivo: “… la solución pasa por un camino muy claro: lograr el cese de la usurpación de Nicolás Maduro y conformar un Gobierno de Transición que, con el respaldo del pueblo, la comunidad internacional y la fuerza armada, convoque elecciones libres y atienda la emergencia humanitaria de manera inmediata.”
Guaidó resumió perfectamente las tres fuerzas que son claves para superar la situación política de Venezuela: la fuerza popular, la Fuerza Armada y la Comunidad Internacional; examinemos entonces cada una de ellas y como se conjugan para el apoyo que Guaidó y la AN necesitan para desarrollar la ruta que se han trazado: el cese de la usurpación de la presidencia de la república, la conformación de un Gobierno de Transición y la celebración de Elecciones Libres.
Analicemos el primer factor, la comunidad internacional. No cabe duda de que la oposición cuenta con el apoyo internacional; pero eso no implica, como creen algunos, que aquí va a llegar una fuerza militar invasora que se va a enfrentar a la dictadura venezolana, la va a someter y obligarla a que le ceda el gobierno; eso no va a ocurrir a menos claro está que al gobierno se lo curra enviar tropas a invadir a Brasil o a Colombia, por ejemplo, y obligue a estos gobiernos a responder militarmente y a sus aliados a apoyarlos. Lo que va a ocurrir es lo que ya está ocurriendo, continuarán las sanciones internacionales contra el gobierno de Venezuela, contra sus funcionarios que violen derechos humanos o se hayan enriquecido como producto de la corrupción y de la violación de las leyes y eso es muy importante y es bueno y tiene su efecto. Y seguirán ocurriendo cosas como las que ocurrieron el sábado cuando Guaidó fue detenido, que hubo una inmediata respuesta internacional de rechazo y que no cabe duda que fue una de las causas que precipitaron que inmediatamente fuera puesto en libertad además de otros factores que puedan haber mediado allí y que todavía no estamos muy seguros cómo ocurrieron y cómo analizarlos.
El segundo factor a analizar es el factor militar. Una salida de la dictadura bajo la cual estamos solo se va a producir cuando se produzca un quiebre en el sector militar que hoy lo apoya. No se trata de producir ese quiebre para buscar un enfrentamiento armado entre fracciones del ejército, se trata simplemente, aunque no es tan simple, que se produzca un quiebre por el cual el ejército decida mantenerse neutral frente a la situación política y declare que ellos solo apoyarán la constitución y las leyes. Esa creo que es la tarea, el objetivo político de la oposición: producir una fisura en lo que hoy luce como un bloque monolítico, que se está beneficiando con el ejercicio del poder. Para esto creo que es fundamental que prospere y el país entienda la propuesta de esa Ley de Inmunidad y Garantías que se ha estado elaborando, que permita que quienes no han cometido delitos contra los derechos humanos se puedan incorporar a la lucha contra la dictadura, aun cuando hayan desempeñado cargos durante este régimen.
El otro factor a evaluar es el apoyo popular y allí es donde tengo enormes dudas. Hay dos aspectos a considerar; uno es el apoyo de lo que podríamos llamar las “élites”, los dirigentes y los que se expresan en redes sociales. Una parte de ellos están expresados en los partidos, algunos en el Frente Amplio, los más numerosos, pero no todos ni únicos, que lamentablemente tienen poco arraigo popular y están divididos en fracciones que le restan capacidad de movilización y fuerza. Hay un sector, fuera de los partidos mencionados, del que podemos decir que no transcurrirán ni dos semanas antes de que los que hoy están detrás de Guaidó pidiéndole que se juramente y asuma como presidente, comiencen a criticarlo a descargarle todo tipo de insultos, a llamarlo traidor y a decir que está con el régimen, porque así ha sido la dinámica de un sector de nuestra oposición; cuando vean que pasan los días y que no sea desalojado el régimen como por arte de magia, muchos de los que hoy estimulan e incitan a Guaidó para que asuma posiciones radicales van a ser los primeros en denigrar de él, de denostarlo y pedir su cabeza por traidor, cobarde y vendido y acusarlo de cohabitar, de negociar y dar oxígeno al régimen.
Y en cuanto al pueblo como tal, hay un sector del mismo altamente atemorizado por las políticas para sembrar el miedo de la dictadura, que no podemos negar que han sido eficaces; y hay otro sector, altamente indiferente, desmovilizado, que parece no moverse por nada ni por nadie, mucho menos para defender o proteger a los líderes opositores cuando han sido apresados, encarcelados o enviados al exilio. ¿Cómo podemos pensar que “el pueblo” que saldrá a apoyar o defender a Guaidó en caso de agresión del régimen, si eso no ha ocurrido hasta el momento con ninguno de los líderes que han terminado presos o en el exilio?
Hay allí un trabajo que hacer, trabajo político a nivel popular para que ese pueblo que se ha instalado en la inamovilidad y en la comodidad, debido a las erradas políticas de no participación comience nuevamente a movilizarse. El trabajo político ha sido descuidado por los partidos, se le ha sustituido por apariciones en medios de comunicación social y hoy en redes sociales y no hay ese trabajo directo, cara a cara, donde vive la gente, donde trabaja, donde estudia, en liceos, universidades, barrios, en las fábricas, en los campos, y articular con ellos propuestas, mensajes, etc.; ese es el trabajo político que se debe rescatar, utilizando, como no, los medios modernos y redes sociales pero como complemento, no descansando y dependiendo exclusivamente de ellos.
El trabajo político y el desarrollo de los líderes se ha sustituido por la búsqueda de un mesías, llenando a los que van surgiendo de simbolismos mágico religiosos y así van apareciendo y vamos sustituyendo mesías y salvadores, de los que solo destacan sus rasgos personales o familiares, no las propuestas para la acción o la salida a la crisis.
De allí, reitero, la importancia de continuar la tarea de pedagogía política y participación iniciada por los Cabildos Abiertos, aun después de la jornada del 23 de enero, cuyo éxito anticipamos.
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