Publicado en: El Nacional
Por: Fernando Rodríguez
Ya el nuevo vecindario empezó a hacer nuevos ruidos en lo referente a Venezuela, como era de esperarse. Limitémonos al enigmático asunto de Maduro y la Celac. En el último minuto, textualmente, el hombre decidió no asistir a la prometedora fiesta en que como nunca su rostro tan manchado iba a recibir un soberbio maquillaje. Se elevarían loas sonoras al honorable revolucionario perseguido y humillado por medio mundo y le augurarían un diáfano futuro, no les digo hasta el 24, sino hasta el 30 y quién quita si más.
Casi nadie acepta la razón oficial dada de esa opción asumida casi a la hora de despegar hacia el sur entrañable. Es demasiado burda y repetida para que nadie sensato pueda aceptarla. Incluso si a ver vamos es ofensiva para sus anfitriones, incapaces de garantizar su seguridad, como si los presidentes no anduvieran en estos tiempos globalizados brincando de aquí para allá, incluso en la Europa en guerra. Yo me atrevería a suponer que la causa real es que el tal lavado de pecados -¡son tantos y tan grandes!- que los actores mayores, Lula y Fernández (este último por prestar la casa) no le prometieron sino poca cosa, con rancheras de la no intervención a la mexicana –es decir de embuste– o las fundamentales sanciones, pero también el diálogo redentor y democratizante, y hasta rozar, levemente, los derechos humanos pisoteados… una sonrisa y un buen apretón de manos fotográficos. Pero bueno, camaradas, me convierten en plato de segunda mesa, es una limosna. Querríamos más, pero este mundo se ha hecho muy complicado: la Argentina no anda nada bien o más claro, no anda con ese deudón a cuestas, a pesar de Messi, y Lula se ve con Biden en unos días.
No sigo, repito, es una especulación. Pero podría ser también una mezcla de ambas cosas, esta junto a la del truculento documento del atentado, el miedo es libre.
También hubo otras sandeces diversas. El exguerrillero Petro, presidente del país más guerrero y delincuencial del continente, no le va a dar viejas armas a Ucrania porque ama la paz; lástima que Putin no practica tal pasión. Y una Rusia enemiga, por lejana que esté, zape. No le falta razón, pero no sé por qué me da risa.
Por allí, en la galería dio los ladridos de siempre el gran Evo, que no cree en complejidades, al menos verbalmente. Lula además de las medias tintas, tan medias que Capriles, verbigracia, podría hacer suyas, la cogió con el golpeado Guaidó y el apoyo internacional de los sesenta países a este. No solo contrariando la no intervención mexicana que había hecho suya hacía un rato, sino olvidando los delitos de sus compañeros de partido y sus empresarios que inundaron la región de monolitos cleptómanos, como nadie lo había hecho.
Es evidente que Lula será el líder de la nueva geografía, AMLO es muy bruto y a Fernández lo persigue el fantasma de Cristina. Sea, algunas cosas las hizo muy bien en sus primeros mandatos –Brasil sexta economía del planeta, millones sacados de la pobreza–, otras lo llevaron a la cárcel y dijo que Chávez era el mejor presidente de toda la historia venezolana. Ojalá predomine el primero y se dé su justo puesto, no queremos reyezuelos, estamos asqueados de mandones. Lacalle Pou, primer magistrado del noble Uruguay, insiste en que, aunque sea la derecha nacional (en Venezuela sería izquierda dura) su negocio es el mercado común con los ¿comunistas? chinos y Mercosur que espere, así contraríe a los nuevos diseños unitarios. Bien.
Por último, la moneda argentino-brasileña, mezclada con los dólares, porque hay más de uno, y las golpeadas monedas locales puede armar la de San Quintín. Esperemos que no, el optimismo engrandece y querer es poder. ¿Está claro? La nueva era es turbulenta.