Publicado en: El Nacional
Por: Fernando Rodríguez
El jueves de la semana pasada escribimos para este diario que casi nada sabíamos de lo que iba a suceder en este país, a pesar de la grandilocuente escenografía que Trump había montado en los bordes de nuestros mares y los inmensos pecados que atribuía a nuestro Cártel de los Soles gobernante. Suponíamos claro que se trataba de alguna figura guerrera o política que pretende acabar con éste, pero no atinábamos ni cómo ni cuándo. Hoy sabemos bastante o eso queremos creer.
Que se dialoga, manera que aplaudimos. Que Maduro parece que se va pronto porque no le permitieron quedarse dos añitos más para ahora democratizar el país que torturó con tanta saña. María Corina exhibe sus planes de gobierno a su gusto (neoliberales) y prepara viaje a Noruega para recibir su Nobel en persona, tarea poco compatible con su clandestinidad actual. Al parecer entonces tendríamos una Navidad dichosa, concluimos nosotros. Un curioso regalo del imperio que tanto aupó nuestras pasadas dictaduras y también algunas veces nuestras democracias. No creo que exageremos y dejémoslo así, sin muchos detalles, no es sano contar los pollos antes de nacer.
Si todo esto ha de ser así María Corina tiene su puesto en la historia y una nueva era se abre para el país. Reinventar la democracia no será fácil, va a ser una tarea titánica dado la extrema miseria en que ha quedado la población, con una desigualdad vertiginosa, otrora con mediana salud. Piense solamente en los 8 o 9 millones de migrantes, la mayoría en condiciones lamentables, su cifra social más indicadora, de las más altas del mundo, si no la mayor. O mire los cálculos de la cantidad de dinero robada por sus administradores que se estima en centenares de miles de millones de dólares, de las más altas del mundo, sino la mayor. Y por ende una población propicia al desencanto político, tantas veces defraudada y que debe atravesar el desierto con pocas provisiones.
Pero sin duda el enfrentar un cambio político radical es el primer y decisivo paso para encontrar ese destino y enfrentarlo por agreste que sea. Hay que emerger del pantano en el que nos asfixiamos. Y la ayuda exterior que recibimos, si germina, hay que aceptarla. Que pongamos un precio justo también es otra tarea. Como hacer justicia en circunstancias agrestes es un mandato, hasta donde sea posible.
Todo cuelga, pues, de la premisa de que estamos a las puertas de una transformación gruesa en nuestra historia, es un cuarto de siglo el que dejaríamos atrás, una de las tiranías más crueles y prolongada de nuestra América que tantas ha padecido. Ojalá.





