Resulta que hay un montón de comensales con hambre, con ganas de comerse un buen sancocho. De un lado, un grupo de cocineros. Tienen todos los ingredientes, los mejores, los más frescos, las verduras bellas y las carnes para el cruzado son de magnífica calidad. Enfrente hay otro mesón. Sobre él un bojote de verduras viejas, el compuesto está mustio, y las carnes flacas. Pero los cocineros recibieron la orden de montar el ollón en el fuego y darse con todo para hacer el sancocho con «lo que haiga». Mientras, los otros pelean por quién enciende la leña, cómo se pelan las verduras, en qué orden se meten los ingredientes en el agua y si el sancocho va a ser de gallina, de res, de pescado o cruzado. Los comensales se van a comer el sancocho que les sirvan.
Tengo suficiente edad para recordar cuando la política y las elecciones las conducían los partidos políticos. Y era bastante más sensato que este saco de gatos de ahora. Ahora gana una minoría porque los «otros», que son mayoría, son autodestructivos.
Costó años quitarle al chavismo el favor del pueblo. Y ahora tiramos por la borda todo ese trabajo, porque somos mayoría pero no la ejercemos.
El chavismo es minoría, y lo sabe. Pero sabe también que le basta y sobra con organizar su minoría. Porque la mayoría despelotada y sin liderazgo certero pierde ante una minoría que trabaja con estricto orden.
Se puede tener todos los ingredientes para un buen sancocho, pero si no se sabe cocinarlo, el que no tiene todos los ingredientes, pero hace la sopa, ganará los comensales.
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