En la mayor parte de los países civilizados, la pesca de arrastre está taxativamente prohibida. Se entiende que esa técnica hace un inmenso daño a los mares, océanos y ríos, al eco sistema. El gobierno de Maduro es precisamente eso: pesca de arrastre, que ha arrasado y sigue arrasando a Venezuela. No es hoy nuestro país ni la sombra de lo que fue. No hay un ámbito en el un genuinamente podamos decir que hemos mejorado de forma sustancial, más allá de lo que luce como «bonitico». No me vengan con la payasada de la Misión Vivienda, que es un programa ineficiente, que no ha incrementado el patrimonio familiar y gracias al cual muchos enchufados han amasado fortunas. Los defectos de construcción son atroces; las viviendas, entregadas con bombos y platillos, con el paso del calendario empiezan a presentar grietas, techos destruidos, puertas desencajadas y fallas estructurales. Muchísimas de esas viviendas son hoy ranchos glorificados. La gigantesca inversión en ese programa no dará sus frutos, ni social ni financieramente. Es un monumental engaño a la población.
La capacidad de este gobierno para la farsa parece no tener límites. Las cifras que exhiben en discursitos y declaraciones son incorroborables. Dicen de un éxito en la gestión para taparear un fracaso épico. Financieramente el país está endeudado hasta las trancas. Económicamente la hiperinflación nos asfixia, la destrucción del empleo de calidad es dantesca, la caída del PIB es ya indisimulable, saquearon a PDVSA y pulverizaron las empresas del sur, no hay una empresa confiscada por el estado que sirva, la infraestructura industrial está hecha jirones, la red comercial sobrevive a duras penas. Socialmente, escuelas, hospitales, parques, plazas, teatros, espacios públicos albergan un país que del colapso pasó a estadio de agónico. Y si Venezuela no ha muerto es sólo porque nada ni nadie muere la víspera. Institucionalmente, estamos en añicos.
En medio de tan espantoso escenario, Falcón sufre del síndrome del milagro; promete villas y castillos, como si estuviésemos hablando de un país que apenas atraviesa una coyuntural crisis de la que con algunas medidas sensatas se puede salir. A hoy, a días apenas del mamarracho electoral del 20 de mayo, Falcón y su equipo repiten que pueden ganar una contienda mal parida que no es sino un ejercicio de coerción. No parecen entender que Venezuela ciertamente quiere una solución legal, constitucional, pacífica y electoral. Porque Venezuela quiere evitar su muerte. Y por eso -y porque hace muchos años decidió ser república y también hace muchos años decidió ser democrática- quiere que sus ciudadanos, en absoluta libertad y sin coacción, decidan. Venezuela quiere elegir, que es muy distinto al mero acto de votar. En muchos países pseudo democráticos hay «elecciones», los ciudadanos directa o indirectamente votan, pero ¿eligen?
En Venezuela se protesta a diario. Todos los días el régimen ignora esa protesta, porque para esa manga de hombres y mujeres obesos apoltronados en el poder los ciudadanos somos nada. Ya pueden pararse frente a los portones de Miraflores cientos o miles. La respuesta del poder a la queja de la nada es nada.
Los jóvenes emigran. Aunque tengan mucha calificación profesional hasta con estudios hasta de cuarto nivel y doctorados en diferentes áreas, prefieren ser choferes de uber, lavar pocetas o hacer un trabajo digno en cualquier parte antes de enfrentar la única promesa básica de Maduro: la continuidad del desastre. Chávez cometió graves errores. Y pecados. Maduro fue mucho más allá. Lo de él es el horror, el desamparo, la destrucción, el saqueo, la podredumbre, la corrupción, la degradación.
Aún espero que Falcón tenga el honor y la inteligencia política de retirarse y no prestarse a ser bailarín de relleno en esta comparsa de medio pelo. La solución ha de ser electoral. Eso es cierto. Y nadie en su sano juicio desea que haya un episodio de golpe militar pues, entre otros detalles, fueron los militares quienes nos trajeron a este patético estado de cosas. Mas esta mamarrachada no es una solución electoral. Pero, además, si a estas alturas Falcón no ha conseguido cuadrar una alianza con los partidos opositores y no ha logrado despertar el entusiasmo electoral, más que improbable luce imposible que gane una «elección» que tiene el defecto intrínseco de estar amañada y no pasa de ser un ejercicio de farsa. Insisto en no atacar a Falcón, pero hay que decirle que a veces, si uno se descuida, acaba convirtiéndose (sin desearlo) en cómplice de la patraña. Y hay más. Los países que nos están apoyando en esta dura causa de la recuperación necesitan vernos sólidos, unidos. No podemos mostrar extravíos. Ha costado mucho esfuerzo lograr que afuera finalmente nos atiendan, entiendan y respalden. Eso no puede ser tirado por la borda. Que las encuestas revelen que hay un gran rechazo al gobierno no es garantía de superar la enorme cantidad de bombas sembradas en el camino. Venezuela quiere elegir. Esto del 20 de mayo no es una elección.
@solmorillob