Por: Jean Maninat
Nada más antipático que el «yo te lo dije», pero a veces, ante la terquedad cíclope de algunos interlocutores, contertulios, opinadores, aves de mal agüero y otros coterráneos de la discusión política, provoca recurrir al odioso recordatorio manque sea para aguijar el malhumor. Sin embargo, el ejercicio de revancha venial tiene poco sentido en un ambiente comunicacional donde significantes y significados son escupidos al desgaire, sin asumir la responsabilidad por lo que se dice. (Mibelis Acevedo y José Rafael Herrera han dedicado excelentes reflexiones en sus artículos semanales al maltrato de las ideas y las palabras). Al fin y al cabo, tras 16 años, la inagotable verborrea de los representantes del socialismo del siglo XXI se ha ido adhiriendo como grasa al ADN de la psiquis nacional.
El año pasado, por estas mismas fechas, un sector de la oposición insistía en enterrarse como topo buscando una salida inminente a la situación política, alentado por la construcción de un relato épico personalista. Fueron meses duros, salvajes, cuyas consecuencias todavía las siguen sufriendo las familias de las víctimas y los presos políticos injustamente encarcelados. Cada quien tiene su evaluación de lo sucedido, pero todo indica que al final ha privado la sensatez -salvo en los radicales de profesión- y habría un consenso titilante acerca de la pertinencia de respirar pausadamente en política. ¿Será verdad tanta belleza?
Todos estamos en modo electoral. Y se han puesto en capilla las ofertas de constituyente o revocatorio a la espera de mejores tiempos para volver a sacar el santo en hombros. Del Congreso Ciudadano no se ha vuelto ha escuchar nada. ¿Sus congregados eligieron finalmente sus candidatos a las primarias? ¿Dónde están las firmas recogidas para la Constituyente? Y aquella peregrina idea según la cual participar en las parlamentarias desarmaría la lucha por la recuperación democrática… ¿Dónde reposa? Una fina película de desmemoria recubre las redes neuronales del Hipocampo (¡Qué maravilla es Googlear!), y los proponentes de airear todas las opciones constitucionales a un mismo tiempo, se han olvidado de informar sobre el destino de sus iniciativas.
¡Alabado sea el creador! Uno ruega que el manto de olvido dure un poco más, que el conjuro sea algo más que escarcha pasajera, que se detenga un tantito allí congelado… hasta después del eventual triunfo de la oposición democrática y las duras negociaciones que vendrían con los jefes del «proceso», seguramente nada propicios a reconocer una eventual derrota y la confirmación del fracaso de su ensayo revolucionario, especialmente en los tiempos que corren. Un triunfo de la oposición democrática no surtirá el efecto de una pastilla efervescente que sanará en un tris a la nación. Será el inicio de una ardua recuperación de la democracia y de la República. Se necesitará de un pulso firme y una respiración pausada, y la impaciencia de los juglares por juguetear al mismo tiempo y en la misma esquina con todas las opciones constitucionales existentes, sólo servirá para atraer curiosos, generar unos aplausos aquí y allá y distraer la atención de la tarea fundamental: seguir construyendo una poderosa fuerza de cambio democrático.
Enhorabuena que los reticentes a la participación en las elecciones hayan cambiado de opinión y se hayan presentado con éxito en las primarias de la oposición. Es un éxito para ellos y para el proceso de recuperación de la democracia. Cualquier exaltación del lenguaje con tonos antiunitarios e inflamados debería ser atribuido a esas recaídas pasajeras e involuntarias que sufren los asiduos a la nicotina o a las altas dosis de adrenalina. Uno espera con fervor de hechicero tribal que así sea.
A veces una pizca de desmemoria no hace mal, así sea pasajera, y los recuerdos regresan justo cuando son útiles y pertinentes para quebrar el hechizo. Pregúntele a tanto príncipe encantado que croaba por allí.
@jeanmaninat