Soledad Morillo Belloso

Emocracia – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Cuestión de rasparle la “d” al comienzo. Así se la desviste de visiones “piso a tierra”. En la emocracia caben todas las alegrías y las rabias, los entusiasmos y los desencantos, la verdad y la mentira.

Los políticos inteligentes, de cualquier país, han entendido que la gente se conquista, se seduce y también se repele cuando crea una relación emocional y sentimental con ella. Ganar es un juego de marketing. La creación de una realidad.

Por supuesto que en cualquier campaña no puede faltar el plan de gobierno, la visión de país, los planes de futuro. Pero eso es como un deber, una tarea que hay que cumplir, a pie juntillas, aunque luego pocos, muy poquitos se interesen en leer el libro que se publica en papel y en digital. Cuando mucho, quienes lo leen buscan ese pedazo, ese capítulo, esas páginas donde se ha vertido lo que les suena crucial para esa persona. Y si el documento supera la veintena de páginas, el índice de lectoría se desmorona.

La política en los tiempos que corren ya no va de mítines multitudinarios al que acuden entuasiastas aplaudidores. Los mítines ocurren en las redes. Allí se arma un espectáculo al que “asisten” millones, a través de celulares, sin importar que estén a pocos o muchos kilómetros de distancia. Y se produce además el fenómeno de lo silvestre. Cada “fan” o “seguidor” producirá su propia versión y la posteará en sus redes, convirtiéndose en emisor de la comunicación. Así, el candidato tiene tantas personalidades de marca como productores quieran sumarse a la escena. Y, además, está la inteligencia artificial, que permite crear y recrear imágenes, voces y situaciones.

Hoy un político puede ganar una elección sin hacer congregaciones. Pero tiene que transmitir emociones, y despertarlas. Y necesita una narrativa.

La tragedia de Maduro es haberse quedado en el pasado. Su incapacidad para conectar con la gente. Maduro es una chayota. Mientras tuvo al lado a Chávez, o los recuerdos de él, algo de popularidad tuvo. Extinto Chávez y ya lejano su recuerdo, Maduro se convirtió en un grito sin eco.

El desafío de Edmundo, de Ma. Corina y de todos los liderazgos de la Plataforma Unitaria ya no está en conquistar corazones. Eso ya lo lograron. El reto está en convertir esa emocracia en democracia.

 

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