Jean Maninat

Enzo Ferrari en Caracas – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

¿Qué pensará Enzo Ferrari, “Il Commendatore”, en su tumba, (sí lo sé los muertos no piensan, tan solo recuerdan), acerca de la notoriedad que la marca que lleva su nombre ha recobrado entre los viandantes políticos venezolanos? ¿Cómo el “Cavallino Rampante” se ha constituido en  el símbolo de la gresca política sobre la apertura de un distribuidor Ferrari en esa empobrecida comarca de evocación veneciana?  Y que todo el mundo tenga opinión acerca de la cilindrada de cada modelo, los colores, y el cálculo a mano de cuantos salarios mínimos venezolanos costaría adquirir tan perfecta máquina de desplazarse. Es un conocimiento certero, milimétrico, de las desigualdades sociales en el país. Y prueba de una sorprendente capacidad de innovación.

No dejan de maravillar, más aún que un Ferrari, los aportes innovadores que el país ha dado a la Ciencia Política: una Asamblea Nacional electa en 2015 que prolonga su mandato hasta nuevo aviso (el de que Maduro renunció), una Presidencia Interina que posterga sine die la terminación de su mandato vía la “continuidad administrativa”. Quizás, mientras tanto, se dilucide finalmente cuántos países la reconocen: más de cincuenta o cerca de sesenta, nunca se supo el número con precisión y agrió más de una velada prometedora contando dedo a dedito los apoyos. Algunos dirán que ahora con el de Estados Unidos basta y sobra.

Pero en realidad, la realidad poco importa, al fin y al cabo todos estamos librados de responsabilidad: el Gobierno no asume su gran cuota de responsabilidad en el desastre humanitario imperante porque la culpa es de los gringos y sus sanciones, tan malos, malitos ellos, y la oposición con pedigrí no asume su responsabilidad en el desamparo político en que ha dejado a la población porque la culpa es de los asesores cubanos tan malos, malitos ellos. De poca madre como dicen en Mexicalpan.

El rifirrafe acerca del Showroom de Ferrari en Caracas es un síntoma de la corrosión que ha invadido el dispensador de ideas políticas que alguna vez nos enalteció como sociedad democrática de alternancia y pluralismo. Ver o escuchar a altos dirigentes políticos de la oposición  -hombres y mujeres, incluyendo a un Presidente Interino permanente- denunciando los precipicios del alma que implicaría la instalación de un concesionario Ferrari en el país es de una puerilidad política abrumadora. ¡Cómo si no hubiera problemas suficientes en el país a los que están obligados a dar respuesta!

(Ni hablar de la polvareda que levantó la noticia -sin fundamentar- del altísimo alquiler que habría asumido un conocido dirigente opositor recién aposentado en  Madrid. El inquilino de marras tiene en su haber suficientes y muy costosos desaguisados políticos para estarse uno preocupando de si vive en el barrio de Salamanca o en La Moraleja. Seguramente Pablo Iglesias le podría asesorar sobre cómo huir con garbo y casta del mundanal ruido madrileño).

Ojalá y el fantasma de Enzo deambulando por Caracas a la búsqueda de una sede apropiada para su empresa deje caer de contrabando siquiera una pizca de la sofisticación política azurra. Nos caería tan bien.

(N.B. El MAS cumple 50 años, fue el partido político más innovador y divertido del país en su momento. Felicitaciones a todos los ex y actuales masistas).

 

 

 

 

Lea también: «Epifanías«; de Jean Maninat

 

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