Es poco sexy. No se presta para atractivas consignas o discursos grandilocuentes ni para mensajes distribuidos por las redes y que acumulan miles de los tan ansiados «likes». Más aún, el solo mencionar el asunto produce entre muchos franca y abierta repulsión y entre otros tantos desconfianza y tedio. Tales evaluaciones no vienen de gratis. Los que por ese poder han pasado en los últimos años se empeñaron – con notable eficiencia – en desprestigiarlo y convertirlo en un pantano de contubernios, despropósitos y las más viles maquinaciones. No hay una sola encuesta que lo coloque en un sitial medianamente respetable. De hecho, en los «focus groups» los ciudadanos se refieren a él como «antro», «covacha», «nido de ratas» y algunos otros apelativos que las buenas costumbres no me permiten mencionar en este espacio. En buena medida ha sido el poder electoral y su vergonzoso quehacer el que ha desatado el círculo vicioso en el que cayó el sistema democrático venezolano.
Pero una verdad (de anteojito) priva: cualquier democracia necesita un ente electoral decente, profesional, respetable y confiable. Le es imprescindible para su mera existencia. Y es precisamente allí, en esa institución, en el llamado Poder Electoral venezolano, donde está la clave que puede desatar las fuerzas y dinámicas necesarias para curarnos de estas enfermedades con las que cargamos y sacarnos de este desastre en el que nos hundimos. Así, lo que está haciendo la AN, cuál es finalmente dar de baja a las actuales autoridades (tan repudiadas) y sustituirlas por ciudadanos (que den la talla), es asunto crucial. No es adorno ni trámite inútil.
Los expertos en la materia han descrito en enjundiosos documentos cada uno de los pasos que es preciso dar para el nombramiento de nuevas – y decentes, hay que repetir – autoridades electorales. Los diputados a la AN tienen que cumplir cada etapa con rigor. Sin prisas pero sin pausa, siendo en extremo escrupulosos. Aunque les tome tiempo. Deben proseguir ignorando la fuerte y creciente presión que es más que evidente y enfrentando con coraje todas las amenazas y ataques. Los actuales rectores, todos, principales y suplentes, activos y no, deben ser objeto de «tarjeta roja». Ya habrá tiempo más adelante para pasarles la correspondiente factura por sus innumerables desaguisados.
De los nuevos rectores que deben ser designados, ocho son claves, determinantes. De su ejecutoria depende que se logre abrir los candados que han convertido este país en una gigantesca cárcel en la que hemos sido encerrados. Porque la única manera de evitar una guerra civil o la muerte de la república es con elecciones. Y escribo elecciones, sí, en plural. Todas. De legisladores (nacionales, regionales y municipales), de presidente, de gobernadores y alcaldes. Creer que basta con elecciones parlamentarias para solucionar la montaña de problemas que padecemos es de una torpeza incalculable, de una irresponsabilidad indecente y, además, de una escasez intelectual digna de homínidos políticos.
El nuevo CNE la tendrá realmente difícil. Porque el organismo está tan enfermo como el país. Los nuevos rectores enfrentarán desafios monumentales. Y deberán comenzar su labor por hacer lo que sus predecesores no han hecho jamás: decirle la verdad al país. La verdad, toda la verdad, nada más que la verdad. La verdad sobre el estado tecnológico, sobre la cantidad de funcionarios que fueron enchufados en cargos para que movieran las piezas a conveniencia de parte interesada, sobre la situación financiera de la que poco o nada han rendido cuentas. Decir la verdad es indispensable para que la ciudadanía comience a confiar en las nuevas autoridades y les otorguen el mínimo beneficio del «quizás éstos sí».
Claro está, tiembla la ciudadanía cuando ve a individuos como Timoteo Zambrano, Claudio Fermín, Felipe Mujica y demás personajes de la mesita metidos en el asunto, embrollando todo y caminando de manos agarradas con personeros del régimen. La foto de Fermín sonriente con Maduro da grima.
En fin, la AN está abocada al proceso. Designada la comisión preliminar, el próximo paso es la integración del comité de postulaciones. Hacerlo con la precisión marcada por la legislación vigente es clave. De la pulcritud con que lo hagan depende que el proceso no se desvíe. A los ciudadanos nos toca estar atentos, muy atentos.
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