Soledad Morillo Belloso

Es el pueblo, el glorioso y bravo pueblo – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Puede ser que mi intelecto y por tanto mi capacidad de análisis estén nublados  por la tristeza de atestiguar la destrucción de mi país y por ver cómo la pandemia hace estragos. Pero lo que yo veo hoy es un enfrentamiento por demás pueril entre los liderazgos opositores. Algo que más  parece un pleito por una pelota en el recreo. Me refiero a los verdaderos opositores, no a los que fingen ser oposición. Sobre esos impresentables (los mesita, picados de alacrán y demás especies patéticas) ni vale la pena gastar tinta y neuronas en análisis. Son el epítome del pobrecitismo, aunque tengan largos textos escritos en lenguaje pedante con citas churriguerescas con las cuales buscan impresionar y embaucar.

Con su ya manifiesta incapacidad para ponerse de acuerdo en tres o cuatro ideas que conduzcan a una estrategia y una táctica, los verdaderos dirigentes de oposición están poniendo de bulto que les falta eso que es indispensable en estos tiempos tan complicados: liderazgo relevante.

Que los que conducen el régimen son un desastre, bueno, eso se sabe y ya no necesita explicación. Que los pocos cientos o miles que han hecho del poder un instrumento de buena vida para ellos, a costa del sufrimiento de los venezolanos, eso tampoco necesita descripción. Se exhiben con desparpajo. Que ha sido y sigue siendo dificilísimo salir de «esto», huelga repetirlo, eso también ya se sabe. Lo que es inexplicable es por qué hay dirigentes en la (verdadera) oposición que son incapaces de entender la necesidad de la sinergia y la unidad como piezas fundamentales de una estrategia con posibilidad de triunfo.

Los «grandes» de la historia de Venezuela (y de otros países) escuchaban consejos, sí, bien. Pero luego tomaban decisiones a solas. Con esas decisiones forjaban acuerdos con otros que habían hecho lo propio. Ustedes me van a perdonar, pero esta ridiculez de andar cosidos con asesores los lleva a este estado de más que evidente debilidad. Los liderazgos no pueden ser dependientes de las opiniones de terceros y tanto menos si esos terceros se mojan las patas en la orilla pero jamás se zambullen en el picado mar, y, para más, si cobran por sus servicios. Es decir, para esos asesores esto es un negocio, no una causa con la que comprometerse con alma y corazon. Lo de ellos no es un asunto de vida o muerte. No arriesgan su propio ser. Son como mercenarios. Cobran por hora, por etapa, por proyecto. Nunca se van a dejar la piel en esto. Cuando esos asesores fallen (como han fallado antes y fallarán en el futuro), nunca jamás se harán responsables, no harán mea culpa, ni contabilizarán pérdidas. Los platos rotos, muy rotos, los pagarán los «clientes» (sí, ustedes, los liderazgos, ya vencidos) y los ciudadanos. Los asesores escribirán enjundiosos ensayos que publicarán y venderán y así, además de lo que cobraron por asesorar, harán más plata aún en el mercado editorial contando su versión de lo ocurrido, teniendo buen cuidado de dejar salvada su responsabilidad («yo no fui»). Y con eso en el portafolio saldrán en procura del «nuevo cliente», otro incauto. Los liderazgos, con suerte, quedarán relegados a un pasado de estantería, a una reseña de periodismo de investigación de cuarta página, y los ciudadanos, ah, esos se quedarán sobándose los dolores y cargando sobre sus espaldas con el desastre. Ustedes y nosotros seremos los «pagapeos».

La verdadera oposición en Venezuela no está dividida o tan siquiera fragmentada. Está simplemente extraviada, perdida en la niebla y patinando en un terreno fangoso enorme.  Aturdida por voces de genios consejeros, quienes jamás declaran sus ingresos, como es práctica sana en otros países donde esa profesión existe y tiene que ejercerse con total transparencia.

Los liderazgos están mirando para donde no es, oyendo voces que no son las que tienen que escuchar. Puro espejismo. Sin escucharse a sí mismos y, todavía peor, sin escuchar a los ciudadanos, al pueblo, al glorioso y bravo pueblo.

Buenos son. No tengo dudas. Pero tienen que liberarse, independizarse. Hoy es 24 de junio de 2021. Bicentenario de la Batalla de Carabobo. Buen día para recordar a esos que erraron y corrigieron. Día para recordar que tienen que  poner de primero al pueblo, al glorioso y bravo pueblo, ese que espera mucho de ustedes y que, con o sin ustedes, va a conquistar de nuevo su libertad, porque no se rinde. No basta ser dirigentes. Sin liderazgo no hay paraíso.

 

 

 

Lea también: «El pingüino con botas«; de Soledad Morillo Belloso

 

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Post recientes