Publicado en: El Impulso
La realidad política cotidiana en Venezuela hoy se asemeja a la célebre obra donde dos hombres pobres se juntan bajo un árbol seco a esperar a que llegue un tal Godot – que no saben si llegará, ni cómo será – pero que traería la salvación.
Pasan el tiempo conversando, intercambiando sombreros, discutiendo, filosofando y gesticulando sobre distintos temas e infortunios. También les llegan mensajes anunciando que el presunto salvador vendrá al día siguiente.
Ambos dicen que si Godot no llega se marcharán, pero nunca lo hacen. También consideran suicidarse, pero no encuentran soga. Al final, Godot nunca aparece: Pero ellos siguen inmóviles, discutiendo y sin actuar mientras cae el telón.
La obra refleja la frustración e impotencia que sentimos tantos venezolanos.
Cada quién actúa en la medida de sus posibilidades: La colectividad cívica ya demostró su disposición de movilizarse hacia objetivos concretos y por ellos realizables: Como aquella votación masiva del 28 de julio de 2024, donde se expresó la mayor parte de la ciudadanía del país.
La sociedad civil venezolana ha hecho su parte al expresar masivamente su deseo de un cambio de administración en la nación, pero no está dispuesta a enfrentarse inerme a una sanguinaria fuerza represiva armada.
Las denuncias, protestas, amenazas, manifiestos, todas las expresiones verbales o gestuales – y aún los votos – son poco efectivos sin democracia. “A mí no me tumban con papelitos” dijo un célebre déspota caribeño.
Se intuye que hace falta algo más. Se requieren otro tipo de acciones ejecutables, tangibles, efectivas, y contundentes.
Edmundo González Urrutia y María Corina Machado hoy son referencias cívicas y legítimos representantes de la genuina aspiración democrática de las grandes mayorías venezolanas: Pero a ellos no se les puede – ni se les debe – exigir esas actuaciones personales específicas que aún faltan, y que son imprescindibles para enfrentar victoriosamente a una dictadura.
Pocos aquí niegan el eventual peso decisivo de la ayuda externa; y muchos creen que puede ser el catalizador decisivo de una salida. Pero también son necesarios otros factores internos en condiciones idóneas para actuar, sin esperar a que la pura fuerza externa venga a hacer todo por ellos.
Quienes en su día juraron defender la soberanía nacional hoy enfrentan su precisa encrucijada donde “si así lo hicieren que la patria os premie, sino, que ella os lo demande”. Si quedan esperando a Godot que luego no se quejen por quedar por fuera. Y ni hablar de soberanía, pues dime de qué presumes y te diré de qué careces.





