Soledad Morillo Belloso

Estamos rotos, pero vivos – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

Hace meses a mi marido le diagnosticaron cáncer.  Muy severo. Y ahí comenzó un calvario. La vida, que luego de la pandemia habíamos conseguido reorganizar, se nos puso patas arriba. Me refiero a toda la vida, cada día, cada minuto, cada segundo, cada kilómetro,  cada metro, cada centímetro.
Quizás porque escribir es mi oficio, decidí que poner en negro sobre blanco lo que ocurría día tras día era la única manera de cauterizar mi angustia. Así,  una noche empecé a escribir. Como una suerte de bitácora de lo que pasaba y de lo que yo iba sintiendo.  Escribía en mi teléfono celular. En noches y madrugadas lluviosas. En las salas de tratamiento.  En pasillos en los que esperaba resultados de exámenes.
Mi marido tuvo varias crisis, varias hospitalizaciones y pasó por tratamientos extremadamente fuertes. Todo eso lo fui narrando. Escribí exactamente lo que yo sentía en cada escollo. Me prometí no alterar luego el texto, bajo el banal, baladí y tan fatuo argumento de «pulirlo para que el lector se enamore de él». Me juré ser honesta y sincera. Y me comprometí  a no esconderme tras las palabras.
A mi marido todavía no lo han dado de alta. Pero las largas y penosas semanas de radioterapia y quimioterapia ya culminaron, al menos por ahora. Y ya con un poquito de tiempo libre logré organizar esas notas y convertirlas en un libro: «No te rindas». Es un relato crudo, desvestido de prurito, doloroso de escribir. Narra lo que nos pasó. Y conjugo en la primera persona del plural,  porque el enfermo es mi marido, pero el cuidador también cae por el despeñadero. Yo caí tantas veces como él cayó.
No es un libro de autoayuda. Muy al contrario de lo que algunos predican, yo creo que el enfrentarse al cáncer como paciente, como cuidador de ese paciente y como profesional de la salud requiere mucha, muchísima  ayuda profesional, personal y espiritual. El cáncer no es solo una enfermedad del cuerpo; contamina el alma. Y estoy segura que eso que llaman autoayuda es como suponer que la sed se puede quitar bebiendo  unas cuantas gotas de agua.
Este libro no es para mí.  Es para ayudar a pacientes y cuidadores. Y también a los que se fajan a curar. Durante estos largos meses  escuché a muchos decir «nadie me entiende». Pues yo sí lo entiendo y he vivido de manera muy proxima varias veces esta terrible experiencia  de  batallar contra el cáncer.  Y de eso va «No te rindas».
Mi marido y yo estamos finalmente saliendo de esta selva intrincada. Estamos rotos pero vivos.

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