Estancados – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

Jean Maninat

Hay un ambiente de estancamiento, como si pedaleáramos una bicicleta estática, quemando calorías, sudando tóxicos, pero sin avanzar un ápice, si acaso permanecemos titilantes como las imágenes que repiten interminablemente los gestos de los moradores de una isla ficticia en La invención de Morel (1940) de Adolfo Bioy Casares. Digamos, hay cierto movimiento, la gente corre de lado y lado,  las manifestaciones se suceden las unas a la otras, las consignas se aceran, y las amenazas crecen. Pero todo comienza a tener la apariencia de un ritual ajado al que se asiste sin mucha fe ni convicción. ¡Hay que moverse, no nos podemos quedar inermes! Se alienta desde los aparcaderos de la voluntad democrática. Pero…

De tanto repetir que todas las opciones estaban sobre la mesa, por ir cortejando con fervor la que parecía más expedita -¡hasta cuándo Señor!- ya no hay conejos que maravillen a los incautos de tanto sacarlos a destiempo de la chistera. Mientras el país avanza aceleradamente hacia su desplome absoluto por la feroz incapacidad del Gobierno para hacer lo que todo el mundo le recomienda (especialmente sus valedores más importantes): ordenar la economía dejando de lado tanta pamplina doctrinaria, una parte determinante de la oposición democrática no acierta a plantearle al país una estrategia conjunta para enfrentar lo que la nomenclatura gobernante ha anunciado que viene. Luego no digan que no les dijeron.

No a las elecciones, no a la negociación, no al diálogo no, no, no parece ser el nuevo mantra sustitutivo del anterior. ¿Cómo se hace política así? Sobre todo, si ya es evidente que los delirios belicistas externos son pólvora mojada, y que el estamento militar interno no está para putchismos. Pues estamos a la buena de Dios, o a la espera de que las sanciones económicas y de otro tipo nos hagan el mandado, sobreviviendo entre CLAP y envíos puerta a puerta.

El ritornello ya fastidia en demasía, también el reclamo a la dirigencia democrática se ha convertido en otra liturgia, más o menos ajada, pero igualmente ineficaz en hacer llegar el mensaje a donde tiene que llegar. ¿Será posible una revelación, que nos tumbe a todos del caballo, y al levantarnos, sacudiéndonos el polvo, dejemos de dar vueltas y vueltas sobre el mismo lugar?

Otros, en circunstancias incluso peores lo han logrado con suficiente sentido político y capacidad para entenderse. ¿Por qué Venezuela no ha de poder salir del actual estancamiento? ¿Qué lo impide? ¿Hasta cuándo los mismo errores?  ¿No basta ya? Son preguntas que rondan las calles del país y las oficinas de la comunidad internacional.

Lea también: «La peste«, de Jean Maninat

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