Todo es lerdo, flojo, sin peso específico. Todo anda como por inercia, con pereza estructural. Parece que en algunas partes la post pandemia dejó a los cuerpos sociales entregados al peor es nada. Y profundizó las grietas, que ya bastante hondas eran.
El vecindario está desunido, manteniendo distancias. Como si las fronteras existieran físicamente y fueran muros infranqueables. Los nuevos conductores muestran sus debilidades y se refugian en gobernar por Twitter. Lo más lejos posible de los gobernados. Nuestros países son encierros. Los gobernantes se encierran en sus burbujas en palacios; los gobernados enclaustrados en metáforas.
En Argentina están a un tris del «que se vayan todos». Eso ya pasó y, por cierto, no se fue ninguno. En Chile hacen una nueva constitución. Los que abogan por ella advierten desde ya que tendrá que ser reformada.Nace con patas cojas.
Petro no tiene ni la menor idea de qué tiene que hacer. Ah, cosa muy distinta ser candidato a sentarse en la silla presidencial. Lo está descubriendo ahora.Nos mandó un embajador enclenque. Supongo que sus errores iniciales son indetectables por él.
AMLO lleva años sin pena ni gloria. Mucho bufar y nada de embestir. Su sexenio va corriendo sin páginas en tinta china, puro lápiz, para poder borrar. Y de Venezuela, bueno, país en rebatiña. Meta la mano, meta la mano. Ya no son grietas. Aquí hay un zanjón. Veo una foto de una gente haciendo picnic en las orillas del Guaire. Guión del absurdo. Ya ni siquiera el disparate es trascendente.
Van casi siete millones de inmigrantes. Son gente de carne y hueso. Hay que haber perdido toda esperanza para preferir atravesar ese infierno que es el tapón del Darién. ¿A quién le importa? Por seguro, le resbala por la pendiente de la indiferencia a quienes tienen que preocuparse y ocuparse. Pasan de eso. Como de tantas otras cosas.
América, tantos sepulcros que costó su independencia para que ahora millones desde Alaska hasta la Patagonia quieran ser súbditos de coronas. Sería tan bueno que la gente leyera a tantos autores que llevan décadas explicando quiénes somos y de dónde venimos. Qué digo leer esas grandes obras. Si al menos leyeran, lo que sea. Quizás, solo quizás, saldríamos de este gris y tan inútil estancamiento.
Nervocalm, pide Mafalda.