Publicado en: El Universal
Las vueltas que da un tronco llevado por la corriente, premiaron un outsider moderado, propenso al diálogo, pacífico, extraño a la violencia, incluso verbal. A nombre de esos valores, conjuré siempre fantasmas y fantasías que nos legan un cuarto de siglo de derrotas y deben irse. El candidato de PU, Edmundo González declaro el domingo pasado 5/05/24, algo bueno de repetir y desarrollar durante la campaña: no enfrentará en calidad de enemigo al gobierno. Carl Smitchtt en varios de sus tratados (La dictadura, El concepto de lo político) explica que tratar una fuerza como enemigo obliga a esperar la respuesta y para hacer lo que dice González debemos mutar sustancialmente las prácticas y el lenguaje. Imponer la tradición democrática, dar un aire olímpico y civilizado a la política, obliga a erradicar improperios de izquierda o de derecha. Frases de González pueden contribuir a la normalización, pero otras trasmiten incertidumbre. Escribo lo que piensa un ciudadano común que vive en este país y desea hacerlo en paz, fuera de enconos que dificultan la normalización y desarrollar una economía para bienestar general. Nada de esto lo llamaría transición, un sesgo academioide de tercera, porque quiero eliminar ripios y dramatismos telenovelescos, fracasados, que contaminan los mensajes, crispan el ambiente y se hacen dogmas inocuos (“cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”).
Demasiadas veces oímos badulaques de “vivimos un momento histórico”, “ahora o nunca” y otras chinches, para estar siempre en el mismo lugar o peor. Afortunadamente el socialismo se aleja, no así su anticuada jerga, pero como decía entes, no nos libramos de los espectros y la oposición debería ser exorcista, nunca medium que los invoque. Quien combate autoritarismo con autoritarismo, pierde autoridad moral y política, sobre todo cuando circulan las grabaciones de moda en las redes, de cabecillas locales que lanzaban gente a morir en la calle, ponían sus mandaderos escribas a desacreditar a quienes proponíamos negociaciones abiertas con el gobierno, pero tracaleaban en la oscuridad, infiltrados hasta las medias. González planteó a César Miguel Rondón cosas difíciles de entender: “…una vez que tengamos los resultados electorales, que van a ser favorables a María Corina Machado… (¿?)”. En otra entrevista… “les dije que yo aceptaba la candidatura conforme a dos premisas: si era unánime de las fuerzas de oposición, y si es una situación provisional hasta el 28 de julio, día de… la victoria de nuestra candidata, MCM, (¿?) y tendremos un difícil momento desde julio hasta diciembre (sic) cuando sea el traspaso”. ¿Provisionalidad hasta el 28 de julio hasta la victoria de la candidata MCM”? También sostiene que “yo no pienso estar recorriendo el país porque la candidata…, lo está haciendo muy bien”.
Se deduce que al eventual presidente electo, lo sustituiría por arte de birlibirloque “otro presidente”, un alter candidatum, que no sería el electo, en una operación sin legitimidad-legalidad, y por lo tanto, un hecho de fuerza. ¿Quedará algún niño de kindergarten que no se haya dado cuenta del astuto plan? Se parece demasiado a un ensayo leninista de doble poder, que anuncia una nueva crisis política, como cuando a Guaidó lo “declararon presidente interino”. Grabaciones de dirigentes de base vinculados a alter candidatum, dicen abiertamente que “no van a hacer afiches de Edmundo ni de la manito, porque todo el mundo sabe por qué Edmundo está ahí”. González se declara “dedicado a una vida de actividad física y ejercicio” mientras su alter candidatum pregonó en Maracaibo en un acto público que “sería la presidenta de todos los venezolanos” y que “no se había entrevistado con el gobernador por razones de agenda”. Eso me hace pensar que faltan siglos para el 28 de julio y una eternidad para el cambio de mando en 2025. Da la impresión de que alguien busca una reacción intempestiva e irracional del gobierno, una alocada detención, inhabilitar al candidato, para reeditar 2019.
Hablando de entrenamientos, los maratonistas saben que la última milla es infinita y nos los hace vivir Collin Smith, el antihéroe de la novela de Alan Sillitoe, La soledad del corredor de fondo. Collin, un delincuente juvenil que maratonea a nombre del reformatorio donde es recluso, reflexiona, planifica, sueña durante el recorrido en el que, como todos los corredores, está solo consigo mismo, su sed, los dolores de pantorrillas, de cintura, el hastío de los pulmones, los latidos de su corazón, y sus pensamientos ¿Habrá reflexionado bien nuestro corredor antes que sus palabras saltaran el cerco de los dientes? Transparenta que el eventual 28 de julio sería convulso. Reitero lo dicho por décadas: hay que solicitar al gobierno un modelo de acuerdo como el Pacto de Puntofijo, que contemple respeto a los resultados electorales, levantar las sanciones, retiro de las amenazas judiciales internacionales. Plantear la dramática necesidad de convivencia y entendimiento futuro entre los hoy irreconciliables. El Pacto de Puntofijo (lo precede el Pacto de Nueva York en diciembre de 1957), es un acuerdo integral, holístico, de gobernabilidad, y no, como se piensa, una simple operación burocrático para armar una coalición de gobierno, como difundió la canalla de “los notables”.
A partir del 23 de enero de 1958, Rómulo Betancourt se propone obtener un sólido respaldo para la democracia de los sectores eclesiásticos, sindicales, empresariales y políticos. Es en primer lugar un pacto constitucional que desde entonces se encamina en su máxima concreción: la Constitución de 1961, aprobada con el más amplio consenso nacional, discutida y votada por todos los organismos de representación del país, desde los concejos municipales, las legislaturas estadales, hasta las dos cámaras del congreso, al estilo de la Constitución de los Estados Unidos. Un proyecto de cambio social, se profundiza con una arboladura de acuerdos parciales: el Programa Mínimo de Gobierno que comprometía a los partidos que participarían en las elecciones. El Acuerdo Obrero Patronal, que mantendría armónicos los precios y salarios durante la etapa difícil del arranque de la industrialización sustitutiva y la reforma agraria. La Declaración de principios de 1958 y la Declaración solemne del XXVI Congreso de Fedecámaras. Como factor operativo, pero no el más importante, la coalición de gobierno entre los principales partidos, AD, Copei y URD (aceptar el triunfo y la derrota e impedir golpes militares).
Betancourt se esforzó en incorporar a Caldera y Jóvito Villalba porque habían sido los líderes civiles del derrocamiento de Rómulo Gallegos en 1948, y puso freno a sectores de AD que querían “pasar factura al golpismo y a la dictadura”. Luego de la revolución cubana, la juventud de AD se hizo el MIR y la de URD, con Luis Miquelena, José Vicente Rangel, Herrera Oropeza, se incorporaron con los comunistas al FLN, la insurrección armada. Caldera esta vez jugó cerrado con Betancourt, quien logró derrotar o impedir más de 20 golpes militares y la guerrilla. El Pacto de Puntofijo fue el pacto consociacional, para una democracia de consenso en que las decisiones se tomaban entre el gobierno, los partidos, los sindicatos, Fedecámaras y la Iglesia, un modelo que permitió los únicos 40 años de paz que vivió Venezuela en su etapa republicana. Betancourt jamás estimuló venganzas contra los perezjimenistas y la razón está en su libro Venezuela política y petróleo, una de las cinco obras más importantes del siglo XX venezolano, que me leía mi padre, ex preso político del dictador. En el derrocamiento de Gallegos y AD por los militares, reconoció que entre las razones estaba el comportamiento autoritario del partido, su altisonancia y el acorralamiento a figuras del medinismo, la oligarquía y los nombres parecían una “lista de lavandería china”, en las que lavaban su ropa las clases altas caraqueñas.