Publicado en: Tal Cual
Por: Carolina Espada
El Emperador abrió los ojos y se sintió un tanto perezoso. Por un momento no supo si comerse un higuito maduro (que le hacía guiños apetitosos desde la mesita de noche y de mármol), o estirar el brazo, tomar su lira y ponerse a tocar: tirulín… tirulín… ¡Suspirar y meditar! “¡Qué solo se puede estar en una autocracia!”. ¡Suspirar y cavilar! “Si tuviera un fosforito capaz que le pegaba candela a la ciudad”.
Esta mañana no se iba a bañar. El día anterior había pasado varias horas en una tina repleta de leche de burra y hoy se sentía un tanto yogurt (lo que era mejor en comparación a cuando se remojaba en leche de cabra, que se sentía quesito). Además, ¿quién lo iba a mandar a bañar a Él si Él podía hacer exactamente lo que le daba la gana? Otro suspiro. Uno muy hondo.
Un sirviente, casi arrastrado, se le acercó con cautela y osó susurrarle: “¡Salve, Oh, Su Divinidad!… Desde hace seis horas todos los ciudadanos lo esperan en el Coliseo”.
Suspirando y sin mucha prisa, el Imperator Rex se apersonó –cincuenta y siete minutos más tarde y eso que era ahí cerquita– en el lugar en donde su presencia era tan anhelada. La multitud calló. Los gladiadores hincaron las rodillas en tierra. Los leones que estaban en la arena se sentaron guau. Los cristianos tragaron grueso y pensaron: “¡Oootra cadena maaás!…”. Y el Supremo los vio a todos con un quesquecé de fastidio y dijo: “¡Yo, Claudio, como se acerca la época decembrina y es obligatorio celebrarme a mí y a los dioses di penates protectores del almacén del hogar… ¡Yo, Claudio!, vuelvo a decir para escucharme y deleitarme con mi voz, voy a dar Mi receta de Mi pan de jamón!”. Y las masas lo aclamaron: “¡Ave, Claudio! ¡Comensalis te salutant!”. Era justo lo que querían: ¡pan de jamón y circo!
¡¡¡Pero yo nuuu!!! ¡¡¡Nuquieruuu!!! ¡¡¡Otra vez nuuu!!! Desde que tengo (mala) memoria, año tras año, Claudio Nazoa sale dando su receta del impepinable pan de jamón. ¿Será acaso su receta? ¿Será cierto que sabe cocinar? Como eso puede ser un mega invento (recordemos que él es sumamente ocurrente y divertido), ya no me calo el despotismo, la dictadura, la hegemonía, el monopolio, el acaparamiento y que ese señor tenga la exclusiva navideña del pancito.
Por lo tanto hoy, por vez primera, Yo, Imperatrix Regina Urbe et Orbi et Universum, voy a dar Mi Receta Mía de Mi Pan de Jamón de Mipersona (Míper, para los allegados). Oui, mi même. Yes, myself. “¡Soy la redOndez del mundO, sin mí nO puede haber DiOs, papas, cardenales, sí, perO pOntífices, nO!”.
De entrada no lleva jamón. Y aceitunas, tampoco. Alcaparras, menos.
La masa es igualita a la de Nazoa, pero usted la prepara sin necesidad de entorcharse el bigote ni poner los ojos pepúos.
Advertencia con el relleno: sale bien caro. Pero total, es un solo panecillo el que se hace al año, así que muy bien se puede permitir el gustazo. Los que puedan. Los que cobraron en dólares. Los que van a los bodegones a comprar alimentos de la cesta básica tales como la Nutella. Ingredientes: ciruelas pasas, pasitas y orejones picaditos; Torontos –que no se le vayan a olvidar los Torontos- y taquitos de chocolate; nueces y almendras machacadas; piñones; ¡maní, no!; un chorretico de sirope de panquecas y/o miel. ¡Ay, si se pudieran conseguir los caramelitos Kraft aquellos que eran como marroncitos claros! Nunca le he puesto trocitos de dulce de lechosa con ese. Si usted gusta, hágalo. Yo no. Recuerde que para que le quede espectacular, póngale o quítele lo que usted quiera. Será mi receta, pero es su pan de jamón. Sin jamón. Y grite: “¡Fin de la opresión!”.
El resto es igual a lo que hace Nazoa. Sírvase y tómese una copita de ponche crema casero. En la licuadora vierta una lata de leche condensada. Llene la lata vacía de ron. Añada a la licuadora. Comience a licuar. Añada un huevo crudo, por supuesto. Espolvoree un poquito de nuez moscada. Agregue leche completa de vaca mu. Un poquito. A discreción. Pruebe y añada más ron si a usted le gusta el ponche borrachito. Lleve a la nevera. Deje enfriar bien. Tómese ese mismo día. Completico. No lo deje para después. Existe una receta de unas monjitas gozosas en la que el ponche no lleva ron sino brandy. ¡Mírenmelas a ellas! ¡Embriaguez mística e imagínese cuánto podrá costar!
Intente pasar una Feliz Navidad. ¿Cómo será eso de cuarentena no tan radical entusiastamente flexible como vaya viniendo navideña?
Yo le deseo mejores cosas por venir.