Flores de los cadáveres - Carlos Raúl Hernández

Flores de los cadáveres – Carlos Raúl Hernández

Publicado en: El Universal

Por: Carlos Raúl Hernández

Los judíos fueron invadidos, colonizados, esclavizados o expulsados de su territorio por babilonios, asirios, egipcios y romanos. Durante cuarenta años vagaron por el desierto luego de su salida de Egipto y regresan a Palestina, de donde siempre los quieren volver a echar. La primera ciudad del retorno fue Jericó, protegida por legendarias murallas de piedra. Pero bastó el trompetazo del general Josué, para que se desplomaran, y con ellas, el sentido común.

No hay pasión, vicio o necesidad humana, mito falso o verdadero de la cultura occidental, que no estén expuestos con profundidad en la Biblia. El mito de Jericó salta en la conciencia colectiva. La moraleja: por fuerte que parezca un enemigo, el azar o la necesidad gratifican al héroe, y no hay montaña lo suficientemente alta para él.

La frase de Burke, ya entre los manoseados lugares comunes, se inscribe en esta visión ingenua: “para que ganen los malos solo se necesita que los buenos no hagan nada”. Para sacarla de su inutilidad, requiere una acotación esencial “que los buenos no hagan nada, o lo que hacen, lo hagan mal”. Así la dotamos de sentido político, porque la voluntad, el valor, el sacrificio, solo son útiles en un plan ganador.

¿Es Fidel Castro uno de los políticos más geniales de la historia o un irresponsable al que las cosas le salieron bien por obra de la fortuna? Su audacia y su valor extremos lo llevaron a asaltar con un pequeño grupo de muchachos, una fortaleza militar, el cuartel Moncada en Santiago el 26 de julio de 1953, en acción simultánea, aunque poco conocida, contra el cuartel Céspedes en Bayamo.

Seis años no es nada

Cualquier estudioso de la política, polemólogo o estratega, las hubiera considerado locuras, pero gracias a ellas Castro se proyectó mundialmente como el jefe de la revolución que nacía en Cuba y estuvo muy poco tiempo en prisión. En 1956 da otro salto mortal sin malla protectora, con la invasión a Cuba en el yate Abuela, aunque Batista conocía el plan perfectamente.

Pese a que el ejército los esperó para masacrarlos (de ochenta y dos quedaron apenas 19 vivos) derrocaron al gobierno en año nuevo de 1959 (apenas seis años después). Algunos piensan que se debió a la suerte, pero la aplastante evidencia de que se mantuvo en el poder 57 años bajo asedio, hasta su muerte, permite evaluarlo como uno grandes cerebros político militares de todos los tiempos.

Su genialidad dedicada al mal lo hace demiurgo de uno de los totalitarismos más crueles y longevos creados por el hombre. El error fundamental de los consumidores de mitos es confundirlos con la realidad como suele pasar en la subconciencia colectiva. Basta el tour de force, un acto heroico, el impromptus de un iluminado, la llegada de Sigfrido o Lancelot, para que el mal se venga abajo.

En Casino Royale luego de asestar un golpe brutal a Bond (Daniel Craig) por los genitales, el torturador Mad Mikkelsen le pregunta -“¿Qué te pareció?” -y el responde -“Mal. Me picaba la otra, no esa”. En la vida real cuando el héroe se marchita, el entusiasmo se torna decepción, aunque sobreviven brigadas de fanáticos de culto, pobres de espíritu que prefieren romper con el mundo real y no con la ilusión, convertidos en sicarios morales (o reales) de los que revelan la desnudez del rey Momo.

Se aprovechan de mi nobleza

Ahora que las revoluciones terminaron en el estercolero de la historia, muchos seudo demócratas se hacen neo revolucionarios “de derecha” y cargan su trompeta de Jericó, sacada de una piñata, en el bolsillo. Como diría el destructor comunicacional, en su bolero de Raquel o Ravel, “sin rebelión no hay intervención”. Lo zamuros esperan que, entre el socialismo, las sanciones y el coronavirus provoquen una mortandad general, para venir a cogerse el poder saltando sobre los cadáveres en las calles.

Jamás había leído ni escuchado una declaración de intenciones tan cínica, cruel y carente de humanidad y eso nos hace saber sus intenciones por si alguien las dudara, sobre todo para los simples que aún creen. Demasiadas tortas recientes debían servir para que los interfectos revisen las empacaduras de sus cajas craneales, arreglen botes de aceite y bielas dañadas. Solo mentes fundidas ponen la esperanza de su mañana en la miseria y la muerte de compatriotas.

Piensan que esos cadáveres serán excelente abono para el rosal de sus futuros éxitos y a nosotros corresponde trabajar arduamente para que ese destino no nos alcance. En algún recoveco de la fisura de Rolando, el mito sustituye al pensamiento e imagina a los adversarios correteados en las calles, perseguidos por la justicia popular, por los buenos. Es la “explosión social”, la versión marxista del 27-28F. “el día que bajaron los cerros” (“la gente pronto explotará” dice el pitecantropus comunicacional).

Y aunque efectivamente las masas estaban en las calles, no iban tras la revolución ni de un mundo nuevo, sino de computadoras, televisores, neveras, sexo. Solo la infinita irresponsabilidad de los grupos dirigentes pudo otorgar jerarquía ética a aquel deslave de ladronería, de las más sórdidas tendencias de la condición humano animal. Conviene bajarse de la nube de que eso va a ocurrir y va a saltar el héroe justiciero y gritará “¡no contaban con mi astucia!”.

 

 

 

 

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