“Se concluye que el padre José Virtuoso era percibido como la personificación del país que podemos ser; la síntesis de las mejores cualidades del gentilicio; y la encarnación de las acciones y estrategias más eficientes para lidiar con la crisis, entendernos con el otro y optimizar los recursos”.
Publicado en: La Gran Aldea
Por: Milagros Socorro
Los entrevistados carraspean entre frases y algunos, como el profesor Marcelino Bisbal y el periodista y escritor Sebastián de la Nuez, no pueden ni siquiera grabar un audio para dar su testimonio sobre el padre José Virtuoso, fallecido el jueves 20 de octubre, en Caracas. Nunca había tenido esta experiencia y sabe Dios que he escrito montones de obituarios.
El fallecimiento del cura Virtuoso parece ser la muerte más lamentada de los últimos, no sé, ¿quince años? Más sinceramente sentida y percibida, por más sectores, como un golpe muy rudo para el país. De las entrevistas y los comentarios divulgados en las redes sociales se concluye que Virtuoso era percibido como la personificación del país que podemos ser; la síntesis de las mejores cualidades del gentilicio; y la encarnación de las acciones y estrategias más eficientes para lidiar con la crisis, entendernos con el otro y optimizar los recursos.
Francisco José Virtuoso Arrieta, como estableció el comunicado de la Compañía de Jesús de Venezuela y el Consejo Universitario de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), nació en Caracas, el 17 de septiembre de 1959. Fue religioso de esa congregación desde 1977 y se ordenó como sacerdote en 1990. Cuatro años antes, en 1986, había egresado como licenciado en Ciencias Políticas de la Universidad Rafael Urdaneta (Maracaibo-Venezuela), y en 2003 obtuvo el doctorado en Historia por la UCAB. Profesor de pre y postgrado en la UCAB, desde 1994, en Historia y Filosofía política, fue designado como rector de esta casa de estudios en 2010, cuando sucedió al también sacerdote jesuita Luis Ugalde; y reelecto en tres oportunidades, la última en junio de 2022.
Lo entrevisté hace casi dos décadas, cuando era director de la Fundación Centro Gumilla (Centro de Investigación y Acción Social de la Compañía de Jesús en Venezuela), coordinador del Sector Social de la Compañía de Jesús en Venezuela, y miembro de la junta Directiva de la Asociación Civil Ojo Electoral. No paró de fumar en las dos horas que duró el diálogo. Me contó que había vivido en La Pastora y que cuando tenía seis años, la familia se mudó a Catia, donde permanecería hasta los 18 años, cuando se graduó de bachiller e ingresó a la Compañía de Jesús. Su madre es trujillana y su padre, proveniente de un pequeño pueblo de Sicilia, llegó a Venezuela alrededor de los veinte años y desde entonces trabajó muy duramente en diversos oficios, hasta que murió a los 55 años, cuando el hijo tenía 22. Comentó que hablaba siciliano: «porque cuando mi padre se molestaba inmediatamente hablaba siciliano. Y ya uno sabía que la cosa iba en serio. Por ese camino también hablo un poco de italiano; y, sobre todo, lo leo. Soy un gran amante de la cultura y el carácter italianos. Esa influencia, que caracterizó mi entorno familiar, me define mucho como persona. Creo que esa forma de ser, extrovertida y apasionada, se impuso en mí sobre el temperamento andino de mi madre, más recogida e introvertida».
-Mi padre -dijo el sacerdote Virtuoso en entrevista para El Nacional- se levantaba a las cinco de la mañana a trabajar, como carnicero, taxista, mecánico, comerciante. De manera que muy precozmente aprendí el amor a la vida y que había que trabajar para ganársela. Me comprometo a fondo con lo que creo y con lo que hago. Y, de hecho, a veces tengo la impresión de que trabajo demasiado, porque sé que para que las cosas salgan bien es preciso pensarlas y trabajar mucho en ellas. No creo que las meras ocurrencias, por brillantes que sean, solucionen las cosas. Solo la disciplina, la constancia y el esfuerzo determinan los buenos resultados en lo que se emprenda.
Sí, bajó mucha gente de la mula
En 1999, cuando el desborde de la quebrada de Catuche, en Caracas, provocó una tragedia en el barrio de ese nombre y afectó a 1.200 familias, Virtuoso se remangó y se dedicó a trabajar con esa comunidad.
-De entonces es mi amistad con “Joseíto” -dice el comediante y escritor Laureano Márquez-. Lo conocí, hace más de 25 años, en los tiempos de Gumilla y la Revista SIC. Hicimos un taller para dar conferencias en zonas populares; y lo apoyé en el proyecto de Catuche para la construcción de viviendas. De extracción humilde, era muy comprometido con la gente que sufre y pasa necesidades, como es propio, por cierto, de la Compañía de Jesús.
«Muchas veces me llamó para que lo apoyara en actividades a beneficio de la UCAB; y siempre le respondí. Era un deber. Joseíto fue un hombre profundamente comprometido con el país y su destino, con la búsqueda de salidas a la grave crisis, así como con la educación y la cultura venezolana. La última vez que lo vi fue en una actividad en la Universidad Jesuita de Comillas, en Madrid, para recabar fondos. Él me llamó para que lo acompañara y yo corrí. Tenía un gran sentido del humor; de hecho, organizó varias presentaciones mías para recoger fondos, claro.
-Por lo que me han contado, Virtuoso era especialista en bajar gente de la mula.
-Mucho. Como buen jesuita, siempre para causas hermosas. A su vez, era muy generoso. Cuando me secuestraron, en Caracas, en abril de 2013, salí muy golpeado y él me envió a la Casa de Retiro de San Javier del Valle, en Mérida, donde estuve una semana recibiendo ayuda espiritual para superar el trauma del secuestro. Hacía estas cosas.
«La herencia del padre Virtuoso», concluye Laureano Márquez, «es el compromiso con un cambio en Venezuela, con la posibilidad de rescatar la democracia, un sistema electoral trasparente. Su vida fue testimonio de sencillez y pasión. Era el mejor ciudadano que país alguno pueda tener: siempre trabajando por la paz, la justicia y la democracia, convencido de que la ruta para la recuperación de Venezuela pasa por la educación. Y, como religioso hizo siempre honor a su apellido».
Director de orquestas
-Diana y yo hemos -dice Herman Sifontes, empresario, creador de la Fundación para la Cultura Urbana (FCU) y del Archivo de Fotografía Urbana (AFU)- hemos sido testigos, durante los últimos diez años, de la amplitud del padre Virtuoso para hacer de la UCAB una institución comprometida con los valores democráticos y los principios asociados a la libertad y a la cultura. En los años en los que esto parecía un imposible, amplió de manera considerable la infraestructura de la Universidad para ampliar sus espacios culturales. Otro logro de su rectorado, las ediciones de la UCAB en diferentes materias, como Historia, Sociología, Comunicación Social, son hoy un ámbito fundamental en la generación de conocimiento en Venezuela. Con la FCU y el Archivo de Fotografía siempre fue muy receptivo. Nos queda el potencial de los acuerdos que suscribimos hace ya años, alrededor de la Feria del Libro, de los programas de exposiciones y ediciones que sostuvimos en común y que renovamos, en su memoria, el compromiso de mantener.
«Con su muerte, el país pierde un gran baluarte, una presencia luminosa, en medio de tanta oscuridad», concluye Sifontes.
Para Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la UCAB, el rasgo más destacado del perfil de Virtuoso era su sensibilidad social y su capacidad de trabajo. «Trabajaba muchas horas. Uno lo podía conseguir en su oficina desde las primeras hasta las últimas horas del día. Profundamente convencido de que el país merecía un futuro mejor, creo que una de las grandes tristezas que precipitaron la muerte es no haber tenido lugar el cambio político que esperaba desde hace mucho, del que hablaba todos los días y por el cual trabajaba de manera incansable apoyando al sector democrático del país».
-Fue un rector excepcional -sigue Alarcón-. Logró mantener una universidad en pie y aun hacerla crecer en momentos tremendamente difíciles, como han sido los de la crisis que ha sufrido el país, sobre todo desde el año 2014 hasta el presente. Logró mantener una universidad abierta en tiempos de pandemia. Y siempre lo hizo con fe, con optimismo, demostrando que todo se podía lograr, de que se puede salir adelante pese a las dificultades, ante las cuales jamás se rendía. Siempre mantuvo la frente en alto y sostuvo que la Universidad permanecería por siempre.
«Joseíto estuvo en los momentos más felices y más tristes de mi vida. Fue el sacerdote que me casó y el que acompañó a mis padres en su lecho de muerte y quien los acompañó hasta su última morada. Una de sus principales motivaciones en el trabajo era volver a ver un país próspero, boyante, con oportunidades para todos, con una juventud en democracia, a la que se le permitiera dedicar su talento y conocimientos a Venezuela. Sé que esta fue su gran tristeza al irse, no ver el país por el que tanto luchó y tanto merecía ver», lamenta Alarcón.
El periodista Jaime Bello-León se desempeña como director general de Comunicación, Mercadeo y Promoción de la UCAB desde 2016. Tiene, pues, seis años de labor al lado de Virtuoso.
-Tantos son los rasgos prominentes del padre Virtuoso… pero trataré de ubicar unos pocos. 1) Su capacidad para formar equipos y transferir liderazgo; 2) Ideas claras, propósitos definidos y talento para ubicar a las personas idóneas en los proyectos adecuados; 3) Amable, dedicado, espiritual y divertido; 4) Un estilo muy claro, preciso e inspirador. No conozco otra persona tan comprometida con el país como Virtuoso, quien logró ampliar la oferta educativa en un momento en que se ha pretendido negarles la educación a los venezolanos. Para ello, entre muchas otras iniciativas, amplió el plan de becas de la UCAB: en 2012, la institución tenía 12% de estudiantes becados y en la actualidad tiene un poco más del 40%. Esto, en medio de la crisis económica más profunda que ha tenido el país.
«Muy importante: 5) Escuchaba, incluso perspectivas distintas a las suyas. Virtuoso oía con atención, no interrumpía y jamás daba respuestas impulsivas. Prefería reflexionar antes de tomar una posición. Creo que eso es propio de la formación jesuita, discernir. 6) Motivador. Muchas veces lo vi transformar la actitud de compañeros que llegaban a las reuniones con el aire de quien ha renunciado a insistir en un objetivo por considerarlo imposible; y Virtuoso, con un par de intervenciones, cambiaba el ánimo. Era un gran conformador y entrenador de equipos. Cuando íbamos a reuniones con aliados externos, él hacia un guion: yo voy a plantear, usted va a decir aquello… repartía los argumentos más sólidos para convencer y lograr valiosas colaboraciones. Yo lo veía como un director de orquestas. Uno, además, que podía tener orquestas de cámaras tocando en dos sitios y orquestas sinfónicas, en otros dos más. Y, al mismo tiempo, pensando en otra obra para un público muy específico».
La compensación por el dolor
Su compromiso, así como el esfuerzo y tiempo que le dedicaba Virtuoso a sus mil responsabilidades, son características que quienes lo conocieron atribuyen a la índole del padre Virtuoso.
En aquella entrevista para El Nacional, le pregunté cómo experimentaba él la falta de una compañera y de una familia propia. -El anhelo de una compañera y una familia -respondió- acompaña a un hombre a lo largo de toda su vida. Y lo mismo se aplica a las mujeres. Cuando nosotros hacemos votos de castidad no estamos proclamando que podemos prescindir de la experiencia contraria, sino que queremos entregar nuestra vida a Dios y a la gente; y que en esa decisión cedemos todo impulso, todo anhelo personal. Sin embargo, eso no diluye la necesidad. Es difícil. Ser consecuente y vivir desde la autenticidad no es nada fácil. Pero, a la vez, es gratificante. Me cuesta explicarlo… yo no tengo mujer, no tengo hijos, y esa ausencia es perceptible y deja su dolor. Pero me compensa el hecho de que no le estoy entregando a Dios y a mis semejantes cualquier cosa: es una parte muy importante de mi vida.