Dirán los «leedores del futuro» que es como una conjunción astral. No es nuevo. Esto ya pasó y no hace tanto tiempo como para que lo hayamos lanzado al pipote del olvido. El finado y Bush hijo se dijeron hasta del mal que habrían de morir. El tejano le compró cada una de sus conchas de mango, incluyendo la de «aquí huele a azufre».
El cuento del «imperialismo» contra la «dignidad del país que se niega a ser colonia» es viejo. Y manido. Pero sigue sirviendo. Se necesita dos para bailar un tango. Así, a Maduro y cía. le viene de perlas la intemperancia de Trump, quien ni en sus vacaciones deja de decir bobadas. Sí, elemental, palmario, básico como es, ese señor no consigue entender que la Tierra es redonda y gira sobe su eje y alrededor del Sol. Los republicanos, entre quienes hay gente inteligente, se llevan las manos a la cabeza. Son ellos quienes tienen que lidiar con las torpezas trumpianas. Tratan, sospecho que sin mayor éxito, de arreglar los entuertos que genera el señor cuando dice y escribe infantiladas. Darían media vida por quitarle el smartphone y cancelarle la cuenta de Twitter. Y grabar previamente sus declaraciones para poder editarlas. La declaración posterior en la que la Casa Blanca informa que el presidente Trump gustosamente se reunirá con el presidente Maduro tan pronto se reestablezca la democracia en Venezuela no pudo limpiar el pichaque.
Un regalo que vale su peso en oro elevado a la n potencia. Eso es lo que Trump le dio a Maduro con su «no descarto la opción militar para Venezuela». Siete palabras que dieron al traste con buena parte del trabajo de filigrana hecho para hacer entender fuera de nuestras fronteras que en Venezuela tenemos montada sobre el pescuezo la bota de una dictadura. Siete palabras que hicieron que, otra vez, la opinión pública discuta el falso dilema entre «patriotas» y «apátridas». Uno concluye que lo de Trump es producto de su ignorancia. Que su necedad se debe a escasez de neuronas que trata de sustituir con testosterona. Asunto de machos machotes, pues. En los palacios y los cuarteles escucharon al presidente estadounidense y montaron fiesta. A seguir, la ristra de comunicados «en defensa de la Patria». Y contactos con todos los países. Poner en tres y dos incluso a aquellos que firmaron el acuerdo de Lima.
Total, esas siete palabras se convierten en la perfecta sábana para tapar cómo se bate el cobre. El trapo no lo tuvo que fabricar el régimen de Maduro; es una fina cortesía de Trump. Nada va a pasar. Nada de marines llegando a Venezuela. Nunca ha habido semejante intención. Trump es un fabricante de necedades. Haremos mal en comprar esta diatriba y darle importancia. No la tiene. Lo relevante no está ahí.
Lo de Trump y Maduro es la junta del hambre con las ganas de comer.
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