Por: Carlos Raúl Hernández
Sabía usted que Uslar Pietri convenció al presidente Medina Angarita en 1945 de no convocar elecciones para escoger su sucesor, lo que de hacerse hubiera impedido la «revolución de Octubre» y la historia hubiera sido otra? ¿Y que a raíz del derrocamiento del presidente Gallegos en 1948, la dirección de Acción Democrática acarició la ilusión del «rápido regreso» por la vía de un golpe de Estado? ¿Que altos jerarcas del partido pensaron en acciones armadas contra Pérez Jiménez y que Betancourt debió convencerlos que nada de eso tenía sentido, sino llamar a la Unidad Nacional? La prisión y muerte del secretario general, Alberto Carnevalli, debilitaron en extremo la todopoderosa AD y por esa razón el esfuerzo unitario lo encabezan los comunistas con Pompeyo Márquez. Para quienes están interesados en comprender lo que ocurrió desde 1945 hasta nuestros días, acaba de aparecer un libro que, sin exageraciones, cambiará paradigmas de interpretación.
Américo Martín publicó los dos primeros tomos de sus Memorias y hay cuatro más en imprenta, que verán luz de inmediato a no ser que «el destino nos alcance». Ayudan a entender que en los doscientos tres años desde 1810 hasta 2013 -salvo las cuatro décadas entre 1958-1998-, Venezuela sólo conoció guerras, dictaduras, semidictaduras, persecuciones, en un poder que no era de los valientes, sino de sinvergüenzas, autócratas, carujos. En su obra Galilei, Brecht relata el dramático cuestionamiento que el discípulo hace al sabio cuando abjura de su teoría frente a la inquisición: «-Discípulo– Desgraciados los países que no tienen héroes. –Galileo– No. Desgraciados los países que necesitan héroes».
La memoria y el olvido
El desventurado país siempre necesitó héroes, salvo durante la vigencia del Pacto de Punto Fijo firmado por los partidos democráticos en 1958 al salir de la dictadura. Esa fue la estructura que soportó esos cuarenta extraordinarios años. Pese a que la confundida intelectualidad se dedicó a denigrarlo, y acuñó el infamante término puntofijismo, el pacto contenía los elementos necesarios para gobernar una sociedad civilizada: respeto a la voluntad electoral de la mayoría, régimen de minorías, y sometimiento de los militares al poder civil. El secreto de los grandes libros de memorias y autobiografías, géneros cuyos límites entre sí no están demasiado claros, es que el autor mantenga el equilibrio entre la narración de su vida y el estudio de los acontecimientos sociales políticos, históricos que lo circundan, como Julio César en La Guerra de las Galias, Rousseau en Confesiones, Trotsky en Mi vida, Hitler en Mi lucha.
Las Memorias de un venezolano de la decadencia de Pocaterra han sido símbolo del género en Venezuela. Las Memorias de Martín comienzan con la perspectiva de un jovencito que a finales de los 40 se incorpora a la lucha y en la Seguridad Nacional recibe sus iniciáticos carcelazo y ración de tortura. Cuenta cómo se van tejiendo lazos entre los jóvenes de AD en la clandestinidad, Martín, Moleiro, Pérez Marcano, y los camaradas del PCV, Márquez, Petkoff, Lairet, Sardi, que tienen mucho que ver con la futura división de AD en 1960, el nacimiento del MIR y la lucha armada. La libertad siempre está a distancia de una generación para que se destruya, dijo alguna vez Reagan y aquí se demostró esa hipótesis ampliamente. Entre las únicas cabezas que entendieron la fragilidad del dispositivo democrático y la necesidad de cuidarlo obsesivamente, brillaron Betancourt y Barrios. La segunda presidencia de Betancourt en 1958 tuvo características realmente épicas.
Héroes y cretinos
Puso bajo control a Caldera y Villalba dos de los principales factores de la desestabilización de Gallegos diez años atrás, aparte de la misma AD. Derrotó cinco principales insurrecciones militares, dos de «derecha», las de Castro León y Moncada Vidal, y tres «de izquierda», el Carupanazo, el Barcelonazo y el Porteñazo, desmanteló más de 20 conspiraciones, dividió dos veces el partido para sacar los radicales, y su candidato ganó las elecciones en 1963. A su desaparición el blindaje político de la democracia pasó a ejercerlo Gonzalo Barrios, cuya prematura muerte a los 91 años desgraciadamente el sistema no soportó, y se arrojó (o lo arrojaron) en la tumba del anciano sabio. Varios de los demás fundadores del 28 y el 36 demostraron a lo largo de sus vidas que carecían de la estatura para ser soportes del sistema y no perdieron la oportunidad de ponerlo en peligro, e incluso sacrificarlo, para satisfacer sus apetitos y ambiciones.
Las generaciones posteriores a los fundadores, fueron los protagonistas y creadores del aquelarre para sabotear el intento de rectificación de la democracia a partir de 1989 y actuaron de tal manera que podría pensarse que varios partidos y «dirigentes» solo existieron específicamente para destruirla, al hacer ganar elecciones consecutivas a sus dos enterradores. El motín populista contra Pérez fue en sentido estricto un eructo del infierno, una bocanada reaccionaria contra la descentralización, la democratización de los partidos y la apertura económica, similares a los cambios que se efectuaban en toda Latinoamérica y le permitieron volver a ser un continente con futuro, como es hoy. Las Memorias de Martín, bien escritas, honradamente vividas, cultas, despliegan erudición y plantean cosas nuevas.
Un comentario
Excelente artículo, que adicionalmemnte invita a leer libris que a los de mi edad, generación del 43 me pudieran explicar por qué estamos donde estamos y cómo creamos a este monstruo. Y a las generaciones del 70 en adelante les ayudará a entender como vencer y dominar al monstruo. Saludos Carlos Raúl. Oswaldo Aguirre Morales