Publicado en: El Cooperante
Por: Elizabeth Fuentes
Ya no emociona a nadie la conmemoración de los sucesos del 11,12 y 13 de abril. Con sus protagonistas principales invisibles -el general Raúl Baduel en la cárcel, Hugo Chávez en un museo y Richard Peñalver, el pistolero de Puente Llaguno solicitando asilo en España-, los festejos que aspira celebrar el gobierno tendrán como cabezas visibles a Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, irónicamente dos de los que huyeron el 11 de abril a salvar el pellejo, aunque la historia oficial narre otra cosa.
Hasta Maduro reconoció que se fue a Colombia “por órdenes del comandante Chávez”, según justificó. Una orden realmente contradictoria y sospechosa de creer, sobre todo si provenía de un militar cuartelero que necesitaba de todos sus aliados rodilla en tierra.
Sobre Diosdado Cabello, la leyenda urbana sostiene que salió disfrazado de enfermera rumbo a la casa que tenía un burgués libre de toda sospecha en el estado Vargas y solo reapareció cuando las aguas habían regresado a su nivel gracias al general Raúl Baduel, quien se alzó en Maracay contra los golpistas, asunto que hizo recular a los cabecillas de la asonada militar, más ocupados entonces en repartir cargos en Miraflores que en imaginar un plan B absolutamente predecible.
El único que ahora puede apelar a la victimización es el hoy Fiscal General, Tarek William Saab, quien ha convertido lo que fue su veloz paso por una cárcel del Sebin una gloriosa epopeya, como si el hubiese vivido los mismos horrores y atropellos de Daniel Ceballos, Leopoldo López o cualquiera de los casi 300 presos políticos que tiene el gobierno en su haber, maltratados y torturados pero sin la posibilidad de expresar públicamente la “poética” de su sufrimiento como si lo ha podido hacer Tarek William Saab desde el golpe hasta el sol de hoy, sin que semejante susto personal le haya servido siquiera para aliviar el calvario de quienes habitan hoy las cárceles injustamente -como fue su caso- y haya preferido ser un aliado del régimen de terror instaurado hoy en Venezuela.
Con Hugo Chávez en un museo, el general Raúl Baduel incomunicado en La Tumba y Richard Peñalver, esta vez desarmado, solicitando asilo en España, las festividades por el regreso del chavismo al poder amenazan con ser más aburridas que siempre, aunque esta vez con una militancia hambrienta que no quiere desfiles militares sino comida, una cúpula tan poderosa como desprestigiada y un Nicolás Maduro, que lejos de pedir perdón con un crucifico en alto como Chávez, se ha dedicado a coleccionar enemigos y vaya que lo ha logrado: inhabilitado para asistir a la Cumbre de Las Américas, hoy otro gobierno, el español, se suma al anuncio de sanciones contra el y sus aliados.
Vaya ironía. Pensar que aquel 11 de abril comenzó con el despido de la crema y nata de Pdvsa y 15 años después la empresa está en la quiebra, con solo millón y medio de producción de barriles al día y miles de sus empleados huyendo a buscar en otro lado el país que fuimos.