Publicado en: El Nacional
Por: Alicia Freilich
La lealtad a Hugo Chávez Frías funcionó en Venezuela durante un cuarto de siglo con el PSUV militarizado y sumiso baleando a pacíficos opositores en desfiles y mitines. Fidel Castro, obediente a la Rusia soviética, fusiló “traidores” al estilo del Padrecito Stalin, colocados en paredones a pleno sol y mostrados como ejemplar advertencia. No hay registro en cifras de aquellas ejecuciones, pero se calculan en miles por los reclamos de familiares y allegados.
El castrochavismo no pudo calcar ese sistema porque al asumir el poder ese sistema de castigo cubano se había modificado luego de que intelectuales, artistas y finalmente instituciones mundiales defensoras de los derechos humanos lo calificaron de barbarie revolucionaria.
Se sustituyó con espionaje, secuestro, desaparición forzosa, prisión, tortura, asesinato oficialmente notificado como accidente o suicidio, venta de profesionales a sus colonias de facto y simuladas elecciones.
Al paso de los años fueron tan obvias las trampas usadas para conservar el poder en los sufragios de mandato constitucional, la sucursal chavista decidió admitir que en efecto el Poder Electoral ejercido por su CNE se logra con votaciones manejadas a su medida, no publican ni entregan información detallada comicial mientras amenazan a millones de empleados públicos, sobornan a ciertas cámaras empresariales y grupos comerciales, subsidian a desempleados hambrientos de todos los oficios y complacen a los oportunistas habituales. Fueron eventos para –presuntamente– elegir entre otras oficinas su Congreso llamado Asamblea, con escasos asistentes a las mesas del engaño.
En cambio el 28J de 2024 mostró calles repletas con filas de votantes que por largas horas cumplieron su deber y necesidad urgente de elegir en verdad nuevas autoridades y retornar a la imperfecta y preferible democracia. La dirigencia opositora confirmó su victoria mostrando las válidas actas firmadas, otorgando la posibilidad de su revisión vía digital para el público local y mundial.
Ahora, les llegó el momento de imponer su Estado Comunal, necesitan completar su maniobra electorera convocando a la cuarta votación en un año, esta vez las municipales, alcaldes y concejales ya seleccionados entre ellos, muchos arribistas que perderán esos nombres oficiales y serán los camaradas tales y cuales.
Luce cuento de nunca acabar. Pero nada ni nadie dura para siempre. Tampoco será un final hollywoodense. Quizás más parecido al “Deus ex machina” del teatro clásico con la súbita aparición de alguien o varios que rompen el nudo conflictivo y resuelven la tragedia para el bien colectivo. Sucedió en la reciente Operación Guacamaya que liberó a los rehenes de la caraqueña Embajada de Argentina.
Por afortunada paradoja, surgen cambios que se cuelan como chimes sobre uniformados antes leales, infidelidad urgente conocida por entre rendijas cuartelarias. Son producto de la pandemia, guerras de desgaste terrorista contra poblaciones civiles, desprestigio hasta el asco hacia verdugos de sistemas democráticos frágiles o sólidos, silencioso retiro de antiguos aliados, factores que dejan sin techo ni piso a quienes abusan del poder en todos los sistemas y continentes ultras a izquierdas y derechas borran los centros negociables. Tamaño caos propicia un vacío generador de orwellianas rebeliones en las granjas, solo que en el ahora venezolano ya no hay rebeldes infieles, “unos más iguales que los otros”. Al contrario, son idénticos en corrupción y maldad represora de la libertad, manos manchadas de indeleble sangre inocente.
Se marchan juntos porque pierden a sus antiguos jefes protectores. Se van con robadas fortunas públicas y privadas, sobran mandatarios y sus testaferros de siempre que los revivirán. La justicia tarda, pero llega.
¿Serán estas líneas wishful thinking, o sea, tontas ilusiones? Quién sabe. Está por decidirse pronto.





