Jean Maninat

Juegos de guerra – Jean Maninat

Por: Jean Maninat

Quien esté pensando que llevar a cabo una invasión militar es un juego de playstation del tipo Call of Duty, el cual se puede pausar para ir a la refrigeradora a buscar una cerveza helada, o un batido de kale crudivegano, y luego continuar sin darle descanso a los pulgares hasta que no quede un soldado enemigo titilando en la pantalla, está haciendo pis dentro de la consola de control.

Los baby boomers crecimos viendo Combate, con el sargento “Chip” Saunders (Vic Morrow), al comando de un pelotón de soldados gringos durante la Segunda Guerra Mundial. No importaba el número de soldados nazis a los que se enfrentaran Chip y sus hombres, los alemanes caerían uno tras otro como soldaditos de plomo arrasados por la furia de un niño. Crecimos con el convencimiento que los soldados germanos tenían la peor puntería del mundo. Solo comparable a la de los vaqueros malos que perseguían disparando a caballo a los vaqueros buenos, sin nunca alcanzarlos. (Luego, Vietnam se encargaría de disipar esas y otras candideces bélicas).

 El 20 de diciembre de 1989, luego de semanas de angustiosa incertidumbre, los panameños vieron las siluetas en el horizonte de los aviones de guerra norteamericanos encargados de realizar la Operación Causa Justa, código militar para identificar la invasión de Panamá por los Estados Unidos. (No hay invasión alguna que no se haga en nombre de una causa honorable. No escucharemos hablar de la operación Sedientos de Petróleo o Me Sale de los Cajones). Lo cierto es que la invasión costó entre 500 y 4.000 civiles muertos según el organismo que haya publicado su registro. Civiles muertos, vale la pena subrayar. El popular barrio de Chorrillos, cuna de Mano de Piedra Durán y Rosa Bonilla, ardió hasta casi convertirse en ceniza. La cicatriz abierta en canal de la invasión, sigue latiendo. Pregunte por allí… camino a Portobelo, donde guardan al Nazareno. (El 20 de diciembre ha sido declarado por ley como Día de Duelo Nacional).

Características de una herida por proyectil:

El proyectil deja un rastro de daño a través de los tejidos, pudiendo afectar huesos, órganos internos y vasos sanguíneos. La energía liberada por el proyectil causa daño a los tejidos circundantes, incluyendo desgarros, aplastamiento y contusión. Si impacta contra un hueso puede causar fracturas, con posibles fragmentos óseos que pueden dañar tejidos circundantes. Si se trata de un proyectil de alto calibre, el cuerpo puede ser desmembrado (extremidades separadas del tronco, vísceras desbordadas, cercenamiento de la cabeza del tronco). Los proyectiles no tienen capacidad de distinguir entre soldados y civiles, entre extraños y seres queridos, niños o niñas. (Versión libre a partir de IA).

No deja de ser gracioso, por patético, la irresponsabilidad de quienes cortejan la guerra (es decir, la muerte y la desgracia) como vehículo de sus opciones políticas validadas por un supuesto poder de fuego superior y amigo a su servicio. La insolente frivolidad de quien argumenta: “Ojo, estamos hablando de una operación quirúrgica, muy compleja, que por supuesto no puedo develar aquí”.

“Quirúrgica”, es la nueva llave maestra para abrir las compuertas de esa mezcla de ingenuidad y torpeza con la que se “desea” que las cosas pasen en política hoy en día. Recién comienzan los juegos bélicos, compre su boleto de salida cuanto antes, no sea que algún mermado de razón -pero con poder- digite la tecla equivocada y…

 

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