Publicado en: El Nacional
Por: Trino Márquez
La oposición agrupada en torno de la Plataforma Unitaria Democrática, Edmundo González Urrutia y María Corina Machado adelanta la campaña electoral en las peores condiciones registradas desde 1999. Es una cruzada heroica en la que se lucha en dos campos distintos, aunque complementarios entre sí.
El primer frente está formado por el gobierno y el Estado construido por el chavismo-madurismo a lo largo de un cuarto de siglo de ejercicio hegemónico del poder. Debido a que por primera vez desde que llegó a Miraflores el régimen encara unas elecciones en las que luce claramente perdedor, está utilizando de forma descarada todos los mecanismos a su alcance para minimizar e invisibilizar a Edmundo González y a María Corina, las dos figuras que encarnan las esperanzas de cambio.
Sin dejar a de arremeter contra Edmundo González, el ensañamiento se ha dirigido especialmente contra María Corina. Sabe que es la líder más importante del país. La persona que sintetiza el descontento y a la vez la esperanza de transformación. Los medios oficiales la ignoran, y cuando se acuerdan de ella es para acusarla de delitos inventados en las salas situacionales del madurismo. La persecución se extiende a los dueños de los modestos hoteles donde se alberga en sus giras por el interior o a los humildes restaurantes donde junto a sus acompañantes se reúnen para comer. No existe espacio donde la paranoia y el rencor madurista no se expresen con insolencia.
En su reciente visita a Apure, María Corina tuvo que sortear toda clase de dificultades para llegar a San Fernando y, a partir de allí, visitar los pueblos de un estado abandonado desde hace muchos años por el régimen, que ahora acaricia la posibilidad de redención. Esa fe en el futuro permitió que María Corina –con la ayuda de la gente- evadiera las alcabalas y todas las demás barreras levantadas por el oficialismo, y se conectara con el pueblo que la recibió con entusiasmo desbordado.
El hostigamiento directo a María Corina se combina con el ensañamiento contra su entorno más cercano. A los miembros de su comando de campaña refugiados en la Embajada de Argentina desde hace más de dos meses, aún no se les ha otorgado el salvoconducto que les permitiría abandonar la sede con destino al país sureño. A la diputada Dignora Hernández y a Henry Alviárez se les ha negado el derecho a comunicarse con sus abogados privados.
El cerco a María Corina también se enlaza con acciones de carácter más general: asedio permanente y cierre de medios informativos que el régimen vincula con la oposición y, ahora, la discusión en la Asamblea Nacional de un proyecto de ley inquisitorial orientado a controlar las organizaciones no gubernamentales, con el fin de acallarlas y someterlas a la voluntad del Gobierno. No parece casual que la condena a los miembros de la llamada Operación Gedeón –entre 20 y 30 años- haya sido anunciada precisamente por esos días, cuando la campaña electoral comienza a cobrar bríos y las encuestas, respaldadas por los paupérrimos actos de masas, señalan que la popularidad de Nicolás Maduro se arrastra por el piso.
A las embestidas del régimen contra la Plataforma, María Corina y Edmundo González, hay que añadir las agresiones laterales contra la Unidad. Me refiero a los flechazos provenientes del «alacranato», como se le llama a ese sector que pretende presentarse formando parte de una oposición «civilizada», cuando en realidad es un aliado objetivo de Miraflores. Para los miembros de esa claque (excluyo a Enrique Márquez, un aspirante con méritos propios), el verdadero enemigo no es la casta que durante veinticinco años ha destruido al país, sino Edmundo González y María Corina, su compañera de fórmula, quienes supuestamente representan a la derecha rancia, apátrida y proimperialista. Sus integrantes no enfrentan dificultades para desplazarse en aviones comerciales o por carreteras, llegar a hoteles, celebrar reuniones en locales comerciales o comer en los restaurantes que les place. A ellos el régimen no los persigue. A Maduro, ellos le resultan perfectamente funcionales. Proyectan la imagen de amplitud que el oficialismo aspira de forma obsesiva. Por supuesto, esos candidatos no representan ningún peligro para su reelección. Entre todos no llegan ni a 8% en la intención de voto. El electorado los ha castigado porque traicionaron la Unidad e introdujeron una cuña en los deseos de cambio de los venezolanos.
Hasta ahora, la Plataforma Unitaria, Edmundo González y María Corina han logrado llevar adelante una campaña épica. Falta un poco más de dos meses para llegar al 28 de julio. El heroísmo de la dirección política hay que combinarlo con la eficacia organizativa y el activismo popular. El compromiso de la gente con el proyecto de cambio democrático está viéndose en toda la nación. Resulta indispensable mantenerlo y potenciarlo.