Editorial publicado en Analítica
Algunos de los países más exitosos del mundo lo han sido porque fomentan la excelencia y han basado su desarrollo en su gente y no en los recursos naturales, que no eran su principal fortaleza. Los casos más emblemáticos son Japón, Israel y Finlandia.
Aquellos países que basan su riqueza en la mera extracción y explotación de recursos naturales son, en su mayoría, países atrasados tecnológicamente hablando y con una importante tendencia a que sus mayores talentos emigren hacia naciones que aprecian el conocimiento como palanca esencial del desarrollo.
En el caso de Venezuela se hizo un gran esfuerzo durante la era democrática de brindar una educación de calidad para gran parte de sus ciudadanos. Se crearon nuevas universidades e institutos tecnológicos, proliferaron escuelas y liceos públicos y privados, se organizó un programa parecido al Meiji del Japón, el Programa Gran Mariscal de Ayacucho, con el que fueron becados decenas de miles de venezolanos que estudiaron en las mejores universidades del mundo sin necesidad de tener carnet político.
El drama ahora es la diáspora que se ha disparado en los últimos años, forzando a casi 2 millones de venezolanos a irse del país para buscar cómo vivir dignamente. Lo trágico es que entre esos están muchas de las mentes más capacitadas del país como profesores universitarios, médicos, ingenieros, arquitectos y también una juventud emprendedora que no encuentra cómo desarrollar sus habilidades en un ambiente cada día más hostil.
Esperamos que los cerebros que aún están en el país sean capaces de restablecer los valores democráticos y ciudadanos esenciales para retomar la cordura, y así volvamos a recorrer la senda del progreso y de las oportunidades para todos, para que, con ella en marcha, regresen muchos de los hijos de Venezuela a ayudar a crear una nación próspera y talentosa.
