Sangre, sudor, lágrimas y cinismo - Carlos Raúl Hernández

La entrañable transparencia – Carlos Raúl Hernández

Publicado en: El Universal

Por: Carlos Raúl Hernández

Un 9 de octubre de 1967 hace 55 años apareció en Bolivia Ernesto «el Che» Guevara liquidado en una operación del ejército, la CIA… y Fidel Castro. Su paradero en Bolivia era periódico de ayer para los organismos de inteligencia. Con frialdad, sin ápice de escrúpulos, dos años antes, en 1965, Castro había leído ante el mundo la carta de despedida y renuncia de Guevara a sus cargos y a la misma nacionalidad cubana para ir a “prestar sus modestos esfuerzos a otros pueblos del mundo”, mensaje a la CIA. Cuenta uno de los guerrilleros que lo acompañó hasta la muerte, que el Che oyó la lectura por la radio en las selvas del Congo y le dio un ataque de furia, mientras gritaba que “¡el culto a la personalidad nos va destruir!”. Delación y sentencia de muerte. Tales renuncias eran formalidades que firmaban todos los cubanos que iban a operaciones clandestinas, para librar al gobierno de responsabilidades en caso que cayeran, pero leerlas por Radio Habana era muy grave. Fidel se complacía habitualmente en humillar a Guevara en la cúpula, con el mensaje “tú serás tan terrible como te dé la gana, pero a quien hay que temblarle es a mí”. Nietzsche escribió que “el dragón no temía a la serpiente” pero ¿por qué los monstruos son populares y los celebra la cultura? La película de Steven Soderbergh sobre el Che, El Argentino, tiene un reparto estrella: Benicio del Toro, Franca Potente, Matt Damon, Carolina Sandino, Edgar Ramírez, Julia Ormond.

Protagonista y director declaran «desapasionamiento» y «objetividad», lo que no significa nada en el arte, pero una obra biográfica que torea hechos básicos es un fraude, sobre todo en figuras como Guevara, Ernst Röhm, Mao Tse-Tung o Josef Stalin «!Fusilamientos sí; hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando… nuestra lucha es una lucha a muerte¡». La aterradora frase de Guevara en las Naciones Unidas (11-12-64) con la que banaliza el horror, resuena en la película como garantía de veracidad. Soderbergh parece fajarse con el tema y relata el paredón a dos guerrilleros, «Cuervo» y «Esteban», violadores y extorsionadores de campesinos ¿Un «buen fusilamiento»? ¿Zanja eso el tema? El recurso muy fácil para resolver a alguien autodefinido como «una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar», y que hace con su Walther P-38 lo que otros jefes militares delegan en impersonales pelotones. Estas ejecuciones pudren su memoria. En la Sierra Maestra desenfunda y liquida una y otra vez pobres campesinos sospechosos. Declara en 1958 a Agustín Alles de Bohemia, como una especie de Rimbaud artillado.«… Asaltaré las barricadas y trincheras, teñiré con sangre mis armas y loco de furia degollaré a cuanto enemigo caiga entre mis manos». En el sitio El pedrero se sale un momento de la reunión con dirigentes estudiantiles que habían subido a la Sierra a verlo, y acribilla dos supuestos soplones y después a Juan Pérez, guajiro padre de tres niños.

A otro le vuela la cabeza pese a que el tribunal presidido por Ramiro Valdés lo había absuelto por falta de pruebas. La gloria de su «entrañable transparencia» es descarrilar un tren blindado con tropas y arsenal para tomar Santa Clara. Lo que no se dijo es que el tren ya se había pasado a los rebeldes con las armas y el ataque funa masacre a mansalva de aliados, para crear la leyenda (que luego musicalizará el inefable Carlos Puebla) Guevara recorría las calles con la tropa, y el dirigente comunista Freddy Torres le soplaba «culpables» a los que ejecutaba in situ.»¡Cño…, aquí como que no quisieron bañarse con agua, sino con sangre… hay un muerto en cada esquina!». exclamó Camilo Cienfuegos cuando entró a la ciudad el día siguiente… Comienza la larga temporada en el infierno. El Che es Jefe de la Comisión Depuradora de las Fuerzas Armadas en la Fortaleza de La Cabaña. Quien llegaba ahí, ya estaba virtualmente fusilado. Murieron cientos de hombres. Un caso escalofriante es el teniente José Castaño, tan recto que los rebeldes lo apreciaban. Castro llamó al Che para ordenarle el indulto, pero ya se había apresurado a meterle dos tiros en la cabeza con su Walther. Guevara entrega al soldado mensajero una lista de nombres con cruces al lado y su firma abajo. «Esos serán los fusilados de mañana» -comenta a alguien que lo visitaba. El interlocutor, un amigo suyo le pregunta -«¿pero si el juicio es esta noche… cómo sabes cuáles serán?»- «así son las cosas aquí», responde.

En las marchas del orgullo gay, que más bien debería traducirse como dignidad gay, generalmente algunos usan franelas con el rostro del Che en la famosa foto de Korda. Cierto que desde Eric Clapton hasta modelos de pasarela pusieron el ícono de Guevara en magnos eventos de frivolidad kapitalista. Y en las oficinas de campaña de Obama, actos peronistas y de muchos otros partidos. Pero cuesta entender su presencia en el movimiento gay que tanto ha luchado contra los que niegan su condición humana, como si los negros cargaran franelas del KKK. Igual han luchado, los indígenas, las mujeres, los asiáticos y muchas otras minorías. Ninguna dictadura en Latam tuvo nunca campos de concentración para homosexuales y Guevara creó el primero en Guanahacabibes, cuya entrada la presidía la inscripción “el trabajo los hará hombres” inspirado en Auschwitz, donde decía “el trabajo los hará libres”. Ahí encarcelaban, dice el Che “aquellos casos dudosos de los que no estamos seguros de que deban estar encarcelados… (pero) que han cometido crímenes contra la moral revolucionaria…”. Otro centro de reclusión para “desviados” lo llamaron Cerámica Roja. En estos penales para no delincuentes se practicaban brutales castigos, torturas y, particularmente, la violación de los reclusos. Lo mismo cuenta Reynaldo Arenas en su libro Antes que anochezca, y concluye que el hombre nuevo homofóbico se asqueaba de los homosexuales, pero igual los penetraba.

Sobre negros y portugueses, hay que saber sus juicios: “los negros…han mantenido su pureza racial gracias al poco apego que le tienen al baño, han sido invadidos por un nuevo ejemplar de esclavo: el portugués…el negro indolente y soñador, gasta sus pesitos en cualquier frivolidad, o se pega unos palos…”. Sartre en Huracán sobre el azúcar, babeado, define a Guevara como “el ser humano más completo de nuestra época. No es un teórico, ni el guevarismo una teoría, sino una actitud vital !Salud¡” y podía suplir el símbolo hipster por excelencia del momento, James Dean, el rebelde sin causa. Sartre copió la autovaloración del personaje: “soy médico, soldado y finalmente banquero”, Presidente del Banco Nacional (el banco central) para el socialismo. Y este tecnócrata anuncia en 1961 que el crecimiento sería de 15% anual con un ingreso per cápita de 3000 dólares, superior al norteamericano. Un año después racionan carne, pollo, leche, pescado, arroz, aceite, pasta de dientes, jabón. La producción de azúcar cae a la mitad y reconoce que “elaboró un plan con metas absurdas y recursos solo soñados”. Su ineptitud profundiza la escasez y la desgracia, pero al hombre nuevo, la fiera más parecida al hombre, piensa crear una red global de rebeliones “dispuestas a arriesgar todo en una guerra atómica inimaginablemente destructiva”. Cómo no sé dar de comer, mato.

Fidel Castro lo suscribe cuando dice “más vale morir herido en guerra que morir de hambre en casa”. La gesta heroica de este “banquero” que destruyó el aparato productivo y condenó a los cubanos a la miseria, hartó a los soviéticos. y la URSS suspendió en 1968 la ayuda económica al descubrir que el gandul pretencioso y demente dilapidaba los recursos en las aventuras de África y Bolivia. Despedido del trabajo inicia su aventura africana. Consulta un plan de dirigir guerrillas en África a Gamal Abdel Nasser, quien respondió que “eso se vería como una reedición de Tarzán”. Y Ben Bella, presidente de Argelia, comentó que Guevara era “asombrosamente simpático y dogmático… pero que no había “un pueblo en el Congo sino muchas tribus” y que “un grupo de hombres blancos liberando una nación que no existía, lindaba con el surrealismo”. Orador en la Conferencia Afroasiática de Solidaridad en 1965, Guevara lanza una propuesta demencial. “…las armas no pueden ser mercancías en nuestros mundos. Deben entregarse sin costo alguno y en las cantidades necesarias…a los pueblos… para disparar contra el enemigo común”. Los soviéticos lo hicieron, ocasionando las más grandes tragedias del continente que casi lo hace desaparecer: Lo que quedó de la revolución africana fueron la absoluta miseria, Sida y armas en manos de caudillos criminales. Soderbergh no explora esos puntos no el conmovedor final de la vida del personaje, la ruptura que lo aleja de Cuba sin retorno, como le cuenta a Mario Monje, jefe del Partido Comunista de Bolivia, cuando Castro lo entrega a la CIA. Era demasiado peligroso para estar vivo. En 1957 escrobe a su padre “…tengo que confesarte, papá, que…descubrí que me gusta matar”; y a Hilda Gadea, su mujer «… estoy en la manigua cubana, vivo y sediento de sangre». Murió ahogado en sangre.

 

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Post recientes