Publicado en: El Nacional
Por: José Rafael Herrera
“Cuando la filosofía pinta gris sobre gris, una forma de vida ya ha envejecido, y con gris sobre gris no puede ser rejuvenecida, sino sólo conocida”. G.W.F. Hegel (PhR, Vorrede)
A finales del mes de julio de 1945 tuvo lugar la conferencia de Postdam. Fue esa la primera vez en la que se pusieron de manifiesto, directa y abiertamente, las insalvables diferencias existentes entre las dos superpotencias militares que habían surgido de la Segunda Guerra mundial. El punto central de la discusión fue la inestable situación en la que habían quedado Alemania y -con ella- la Europa del Este. Los acuerdos iniciales no duraron mucho tiempo, por cierto. Ya para 1946 el plan de gobernar Alemania como un todo, mediante un Consejo de Control Aliado, se hallaba disuelto en la práctica, mientras que el tono recíprocamente hostil entre Estados Unidos y la URSS iba creciendo y anunciaba lo que, poco tiempo después, terminaría por conocerse como la “guerra fría”. Al final de dicha conferencia, el presidente Harry Truman le informó al dictador soviético Iósif Stalin que Estados Unidos había creado una poderosa arma sin precedentes en la historia. Apenas una semana después de aquella amenaza, las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki quedaron virtualmente arrasadas, como consecuencia del lanzamiento de dos bombas atómicas.
Las cuatro zonas de control en las que había sido dividida Alemania por parte de los aliados terminaron siendo dos países, dos Alemanias, cada una de ellas alineada con los nuevos bloques de poder mundial surgidos de la guerra, en pro de sus particulares objetivos. Así que bajo la nueva disposición, los científicos, investigadores, estudiosos y expertos en las más diversas áreas y métodos, que hasta entonces habían trabajado para el Tercer Reich, fueron incorporados a las respectivas causas de dichos bloques. Una de esas áreas y métodos compilaba los resultados del estudio de las afecciones producidas por la propaganda y la manipulación sobre los individuos, un arma sumamente letal y quizá comparativamente tan poderosa como la bomba atómica. Una de esas expertas, entre muchos otros, fue Elisabeth Noelle-Neumann. Politólogo, sociólogo y periodista, militante del Partido Nacional-socialista de Adolf Hitler, miembro del equipo de redacción del diario nazi Das Reich y, más tarde, del Frankfurter Zeitung. Entre 1937 y 1938 estudió en la Universidad de Missouri, registrada como “estudiante especial”. Cuando se le preguntaba por sus estudios durante ese año en la universidad estadounidense, aseguraba que había estudiado periodismo. Sin embargo, durante el período indicado, los estudiantes “especiales” no fueron admitidos en las Escuelas de Periodismo, Derecho y Medicina. Dos años después, en Alemania, recibió el título de Ph.D con una tesis dedicada al estudio de la opinión pública en los Estados Unidos. “Los judíos -observaba Frau Noelle- son los dueños de los medios de comunicación, tienen virtualmente monopolizadas las agencias de publicidad y pueden, por tanto, abrir y cerrar las puertas del dinero de la publicidad como deseen”.
Poco tiempo después de la caída del régimen nazi, Frau Noelle fundó el Institut für Demoskopie Allensbach, en el que se dedicó a la realización de encuestas para la democracia cristiana alemana. Hasta que, diecisiete años más tarde, en 1964, se trasladó a la Universidad Gutenberg de Maguncia, donde llevó la cátedra de Periodismo y fundó el Institut für Publizistik, del cual fue directora hasta 1983. De hecho, estando al frente de esa institución se transformó en la gran asesora de medios de Konrad Adenauer, Helmut Kohl y Angela Merkel, entre otras importantes personalidades de la vida política alemana. Fue en Maguncia, por cierto, que presentó su gran contribución a los estudios sobre la opinión pública, resultado de sus experiencias en el estudio de las afecciones de los mass media sobre los seres humanos, especialmente a partir de la “guerra fría” y -con ella- de la masificación de la televisión. Su investigación lleva por título La espiral del silencio.
El ensayo en cuestión comporta una teoría política y sociológica acerca de los efectos de la comunicación, comprendida como instrumento de control y manipulación psico-social sobre la opinión pública, de modo que los individuos terminan adaptando su comportamiento al modelo impuesto por los poderosos medios de difusión masiva. La opinión pública es, según Noelle-Neumann, “la piel que da cohesión a la sociedad”. Lo que se impone termina siendo aceptado positivamente por todos, dado que los individuos que expresan su rechazo a lo impuesto quedan sometidos al rechazo de las mayorías. Así, pues, el modo de ser, pensar, hacer y decir se haya permeado constantemente por las representaciones impuestas por la opinión dominante, transmutada en realidad objetiva. Cuando las personas ponen de manifiesto sus opiniones cuidan mantenerlas dentro de los parámetros aceptados por la mayoría. En caso contrario, se cohiben de expresarlas para no ser identificados con la minoría. A mayor disidencia mayor soledad. En eso consiste, precisamente, la espiral del silencio, a saber: en el temor al rechazo y consecuente aislamiento social. Como se podrá observar, las tesis de Louis Althusser sobre los “aparatos ideológicos del Estado” no hace más que reafirmar y convalidar lo que la experta alemana ya había indicado, incluso desde los tiempos en los que aprendía el trabajo, mientras contribuía a la formación del gigantesco aparato de propaganda nazi. A manera de mera especulación, no resultaría del todo ocioso preguntarse qué no hubiese hecho Goebbels de haber contado con la internet.
Lo vulgar y lo grotesco como la condición natural de un pueblo. La mediocridad y la “viveza” como virtudes. La venganza como justicia y el resentimiento como igualdad. Sigue la depauperación del lenguaje y de los valores del espíritu; la depreciación del arte, especialmente de la música; el hacer creer que antes del gansterato la salud y la educación eran exclusivas de una élite privilegiada; la lucha por un territorio en reclamación que ya había sido entregado; la promulgación de una ley fascista, redactada por los fascistas y vendida como una ley antifascista; el oponerse a los traidores de la patria como traición a la patria; la lucha de los corruptos contra la corrupción; la aceptación de candidatos impuestos por el régimen como única opción posible para triunfar en las elecciones; la complicidad como oposición; la oposición como complicidad; la unidad como parte; la parte como unidad; el chantaje como verdad; la verdad como chantaje; la ficción como realidad; la realidad como ficción. Las inhabilitaciones infundadas y difundidas como verdades absolutas por parte de quienes carecen de toda posible habilitación. La amenaza de que “se acaba el tiempo” de aquellos que carecen de tiempo. Gris sobre gris. Desde los abismos del Averno, el espectro de Frau Noelle los observa con un guiño, en gesto de picardía nazi.