Publicado en: El Nacional
Por: Trino Márquez
Los maduristas se sienten los amos del poder y actúan en consecuencia con un desparpajo insultante. Creen que Venezuela les pertenece por el hecho de considerarse revolucionarios. Pretenden que su fuente de legitimidad no sea el voto popular, sino el uso ilegítimo de la violencia. A partir de esa visión deformada y enfermiza, atropellan a la oposición con total desvergüenza e impunidad.
Entre los actos más aberrantes que se han visto en la historia de los últimos años, se encuentra el homenaje que le rindió la Asamblea Legislativa del estado Aragua, controlada por el oficialismo, a las tres mujeres que insultaron e intentaron golpear a María Corina Machado y a Edmundo González Urrutia en un popular restaurante de La Encrucijada. El mismo régimen que se ufana de promover acuerdos para, supuestamente, promover la paz, fomenta el terror y la agresión continuamente.
La desmesura de las mujeres aragüeñas forma parte de la interminable cadena de amenazas y chantajes a los que apela la reducida minoría representada por el gobierno de Nicolás Maduro, que convirtió la coerción en su forma predilecta de hacer política y desarrollar la campaña electoral.
Maduro dice, delante de un grupo de oficiales y soldados, que habrá una revuelta militar si él no es reelecto por segunda vez, y que –como si estuviésemos en los tiempos de la Guerra Federal- los apellidos no volverán a gobernar Venezuela. Freddy Bernal, el incompetente gobernador del Táchira, afirma que si la oposición obtiene el triunfo, el nuevo Presidente no durará ni un año, pues la presión del madurismo será de tal magnitud, que ese frágil gobierno caerá como un castillo de naipes. En numerosas oportunidades Diosdado Cabello ha señalado, al igual que Maduro, que no entregarán Miraflores ni por las buenas ni por las malas. El jefe del Comando Estratégico Operacional de la FANB se declara chavista a rabiar.
Una parte importante del Estado se alineó para hacerles sentir a los venezolanos que es peligroso votar por Edmundo González. Que deben sentir un enorme miedo de expresar su voluntad libremente y obtener una victoria que dé inicio a la recuperación de la democracia y la reconstrucción integral y sostenida del país.
El madurismo pretende que los votantes sientan temor de su propia fuerza. De sus propias posibilidades de impulsar la trasformación nacional mediante el voto. Busca crear un ambiente de psicoterror para que la gente se inhiba de votar por el cambio. Aspira que los votantes se imaginen escenarios catastróficos en el caso de que Maduro pierda la consulta del 28 de julio.
En este plano, el madurismo sigue los patrones tradicionales impuestos por la izquierda atrasada y autoritaria en Cuba y Nicaragua, sólo que en estos dos países el proyecto hegemónico totalitario se impuso, mientras que en Venezuela no lo logró, a pesar del dominio ejercido durante un cuarto de siglo.
En Venezuela, la oposición agrupada en torno de la Plataforma Unitaria Democrática y el liderazgo de María Corina y la candidatura de Edmundo González, ha logrado sobrevivir, fortalecerse y conducir al régimen a la cita del 28J, porque nuestra tradición democrática nació hace noventa años, cuando Juan Vicente Gómez murió, luego de 27 años de haber conservado con puño de hierro su larga tiranía. Las instituciones del orden democrático, entre ellas los partidos políticos, se fraguaron en esa época. Esa larga historia -más las enseñanzas dejadas por la dictadura de Pérez Jiménez y el balance de los errores cometidos en el enfrentamiento contra Chávez y Maduro- ha servido para que el país haya acumulado suficiente fuerza para impedir que el proyecto hegemónico que ha intentado imponer el chavismo-madurismo termine por implantarse.
Desde mediado de 2023, especialmente a partir de la elección Primaria, la sociedad venezolana ha venido manifestando un claro deseo de cambio. Esa aspiración no se ha quedado en el reino de las nebulosas, sino que se expresa de distintas formas: las impresionantes manifestaciones que acompañan a Edmundo González y a María Corina en todo el país, en las cuales tanto los aspirantes como los ciudadanos han vencido todos los obstáculos que les han colocado; la organización de los ciudadanos en ‘comanditos’; el uso de las redes para transmitir la información que el CNE se niega a difundir; la preparación colectiva para encarar la jornada del 28J.
Por todos lados se observa la resiliencia de una sociedad que no ha sucumbido frente a la presión del régimen, ni ha dejado arrollarse por la minoría que proyecta eternizarse en el poder. La fortaleza macerada a lo largo de casi un siglo será la que triunfe el 28J. La arrogancia de los maduristas será derrotada. Pronto comenzará un nuevo ciclo democrático.