Publicado en: El Nacional
Por: Alicia Freilich
Quizá es el único elemento común que une al venezolano por igual, sea criollo y nacionalizado, negro , blanco y café con leche, indígena y musiú, pobres, ricos, clase media y clase C, macho y hembra con sus variantes, adecopeyano y castrochavista, demócrata y usurpador. Desde hace sesenta años a esta conducta la llaman “resuelve” allá en la madre patria de los revolucionarios. En Venezuela, siempre, marca indeleble con doble filo.
En plena democracia el comediante Joselo caracterizó esa costumbre disfrazado en pantalla televisiva con liquilique y sombrero de cogollo respondiendo a cuestionarios como este: —Tremendo palo de agua cayendo, ¿verdad? —Sí, por eso me estoy mojando —Pero ya escampó —Sí señor, está seco —La noche está muy oscura, ¿no? —Guá, sí, mucho —Pero hace rato aclaró —Cómo no y está todo clarito, sí… Es el personaje que responde enseguida sin comprometerse para evitar problemas y sospechas.
Su hermano mayor, el gran compositor Simón Díaz, de natural facultad pedagógica supo elevar a categoría de arte con proyección mundial su propio talento para la improvisación musical criolla, algo que puede matar o sanar, depende absolutamente de quien la maneje.
Esa capacidad de adecuarse rápido y sin escrúpulos a la cambiante circunstancia, sea por oportunismo, ignorancia o cobardía, ha sido bien utilizada tema y recurso creativo por brillantes humoristas de la literatura y el periodismo. Cuando no existía el video los actores de teatro y televisión resolvían con ingenio ante un olvido de libreto. Durante décadas los obreros de todas las áreas forjaron ”la era del tirro”, pues con esa cinta pegajosa inventaron escenarios y corrigieron fallas en cuestión de minutos.
Quizá es el único elemento común que une al venezolano por igual, sea criollo y nacionalizado, negro , blanco y café con leche, indígena y musiú, pobres, ricos, clase media y clase C, macho y hembra con sus variantes, adecopeyano y castrochavista, demócrata y usurpador. Desde hace sesenta años a esta conducta la llaman “resuelve” allá en la madre patria de los revolucionarios. En Venezuela, siempre, marca indeleble con doble filo.
En plena democracia el comediante Joselo caracterizó esa costumbre disfrazado en pantalla televisiva con liquilique y sombrero de cogollo respondiendo a cuestionarios como este: —Tremendo palo de agua cayendo, ¿verdad? —Sí, por eso me estoy mojando —Pero ya escampó —Sí señor, está seco —La noche está muy oscura, ¿no? —Guá, sí, mucho —Pero hace rato aclaró —Cómo no y está todo clarito, sí… Es el personaje que responde enseguida sin comprometerse para evitar problemas y sospechas.
Su hermano mayor, el gran compositor Simón Díaz, de natural facultad pedagógica supo elevar a categoría de arte con proyección mundial su propio talento para la improvisación musical criolla, algo que puede matar o sanar, depende absolutamente de quien la maneje.
Esa capacidad de adecuarse rápido y sin escrúpulos a la cambiante circunstancia, sea por oportunismo, ignorancia o cobardía, ha sido bien utilizada tema y recurso creativo por brillantes humoristas de la literatura y el periodismo. Cuando no existía el video los actores de teatro y televisión resolvían con ingenio ante un olvido de libreto. Durante décadas los obreros de todas las áreas forjaron ”la era del tirro”, pues con esa cinta pegajosa inventaron escenarios y corrigieron fallas en cuestión de minutos.
Los tiempos de la diplomacia y de la acción parlamentaria en debates pueden ser lentos bajo sistemas que respetan sus fuentes constitucionales forjadas en democracia, a la vista hoy en Estados Unidos, pero en militarismo criminal y usurpador continuo, la costumbre de replicar ya mismo con frases hechas repetidas a los desmanes de su poder ilegítimo sin el accionar producto de estrategias bien preparadas convierte al bla-bla en resorte de más tiempo para las fechorías del opresor y casi ninguno al oprimido.
Este minuto político venezolano exige corregir o postergar su tradicional naturaleza inmediatista. Cada frase requiere de su acción planificada. Hacia la verdad a través del error.