Publicado en: El Universal
Será el nuevo flogisto o el éter de los que se pensó en diversas épocas estaba hecho el Universo, o la nueva piedra filosofal que convierte las materias viles en oro? Es la fecha mágica: 10 de enero de 2019. No hay nada que pensar, ni recoger vidrios rotos ni trazar estrategias ni desarrollar la inteligencia para aprender a pelear en la política ni reorganizar las fuerzas ni trabajar como bueyes para reconstruir lo que perdimos por razones conocidas. No hay que enmendar errores ni reconquistar la conciencia de la gente hoy poseída por los fantasmas del radicalismo prepolítico, sino sentarnos a ver el eclipse y esperar el prodigio que anuncia la astrología.
Solo aguardar la fecha mágica. El reportaje de mi queridísimo Alonso Moleiro en El País del 23 de octubre, certifica el derrumbe de lo que hasta hace poco fue la esperanza de futuro. Al nacer 2016, la discusión eufórica, triunfante, era sobre cuál sería el método para salir del gobierno rápidamente, y en dos años y tanto, fantasía tras fantasía, se arruinó la fuerza que el pueblo otorgó con sacrificios y votos. El gobierno aplastó a la oposición, o ésta se aplastó a sí misma, y hoy doblan las campanas de un sueño, retazos de ilusiones esparcidos en el barro.
Es el efecto de haber vivido una fantasía tras otra. En 2016 la catástrofe del RR, que se recordará como una de las más trágicas puerilidades de la historia política venezolana. Después siguieron más fantasías en 2017: elecciones ya, trancones, Maduro vete ya, 350, el referéndum popular y hora cero. La oposición había exigido elecciones en abril de 2018, se pautaron para el 20 de mayo, pero los solicitantes decidieron que la deslegitimación inexorable se lograría gracias a la abstención. Eso traería las liberadoras tropas extranjeras o el golpe democrático.
El regreso de Dorian Grey
Al final están fracasadas todas las quimeras, perdido el norte, desintegrada la fuerza, publicadas series completas de documentos ingenuos con procedimientos de autoayuda para triunfar. Pero nadie asume la responsabilidad de la derrota y lo que es terrible, nadie tiene la bizarría de señalar los errores (no aprendieron bien del maestro Hugo Chávez). Y lo peor de lo peor: aparece otra vez la vía fácil, rápida e imaginaria, la nueva fábula infantil salvadora: el 10 de enero, día del milagro de la transubstanciación al revés cuando el gobierno pase a ser “ilegítimo. Se produce así una pirámide financiera de ilusiones y artificios, unas sobre otros.
Resulta que el gobierno hasta ese día habrá sido legítimo, prístino, estricto cumplidor de la Constitución, falso que haya convocado “la constituyente cubana”, “que haya sido una dictadura” o atropellado a la A.N. Falso que haya desconocido la propiedad. No nos equivoquemos. Hasta ese día tendremos un gobierno normal y todo lo que hemos dicho hasta ahora son calumnias. El 10 de enero como Dorian Gray, se pudrirá violentamente y el joven lozano, seductor, se convertirá en un despojo. Ese día sonarán las campanas, sesenta países retirarán sus embajadores y romperán relaciones con Venezuela.
Y la última maravilla: habrá un ataque cibernético masivo. Josué hará sonar las trompetas, se derrumbarán las murallas, el gobierno caerá estruendosamente. Esto podría ser una simple entelequia más, pero hay unos cuantos que hacen lobby en EEUU para que procedan a la asfixia financiera de Pdvsa, lo que desencadenaría ni más ni menos que la hambruna. Las migraciones masivas se exasperarían por el tiempo que dure la horca petrolera. Es una idea tan bárbara como la que tuvieron algunos líderes internacionales luego de la Segunda Guerra Mundial.
La rebelión de las máquinas
Pretendían destruir la infraestructura industrial y moderna de Alemania derrotada para que regresara a ser un país campesino y agrícola, devolverla al siglo XVII, sin importar las consecuencias para su población y más bien para castigarla por Hitler. Por fortuna esa genialidad del estrangulamiento por hambre de las mayorías la rechazan sectores muy poderosos en los propios Estados Unidos. Tales extravíos solo pueden ser elucubraciones de los que no pudieron cumplir con su trabajo y ahora juegan al holocausto, siempre que ellos puedan venir en el portaviones y caminar al poder entre los cadáveres.
Con ella se quiere disimular el desastre que llevó a gente a la muerte, a otros a la cárcel, al exilio (unos con el apoyo de la familia bien fondeada, otros no), dejó los partidos deshechos, perdidos los cargos representativos “que no valen la pena” como dice la inconsciencia. Es la nueva estafa fantástica para volver a perder, otra vez advertidos, porque nuevamente reconocemos nuestra incapacidad frente al adversario y esperamos que alguien nos resuelva el problema, saque a los malos y nos llame a gobernar.
Pareciera que esta vez la comunidad internacional no se dejará hipnotizar. Declara Federica Mogherini que hay que crear condiciones para un entendimiento porque no hay interlocutores del lado opositor y que es inconcebible una invasión a Venezuela. Y por otro lado, luego de las demostraciones de los negociadores previos, está claro que no hubo una buena representación. Es necesario que aparezcan nuevos factores con responsabilidad e inteligencia para contribuir a dar un chance de salida a la deriva que conduce a un Estado fallido.
Lea también: «El final de la política«, de Carlos Raúl Hernández