La Murga de Panamá – Carlos Raúl Hernández

Por: Carlos Raúl Hernández

La gente en las colas para comprar harina olvidará que estuvo a uncarlos raul paso de la invasión de los marines

La murga se bailaba en Uruguay interpretada por grupos de nombres tales como Don bochinche y compañía, Domadores de suegras, Los peludos terribles, Asaltantes con patente. Una combinación de comedia musical, templete, baile de calle, como la conga, con sátiras a personalidades prominentes. Era un relajo de carnaval con agua y huevos podridos que nació en Cádiz, España. Luego pasó a Argentina y Uruguay, y más tarde recibió su bautizo global de Willie Colón y Héctor Lavoe. El gobierno venezolano armó su propia murga de Panamá con motivo de la Cumbre. En la historia reciente ha sido típico de los benefactores que encabezan revoluciones, montar fanfarrias paralelas en eventos internacionales para ningunearlos y demostrar al mundo que no creen en oropeles «capitalistas» y desprecian las instituciones representativas. «Cumbres de los pueblos» las llaman.

Es el equivalente de arrugarle la solapa a quien se desprecia, pecherearlo. En esas murgas de dinosaurios sesentosos y de canas melenudas, música de protesta que canta «verdades» a los países democráticos sobre la pobreza, el sufrimiento, la explotación a que someten la gente, mientras el socialismo edificó un mundo de armonía, paz y justicia social. La murga de mayor éxito, con bailantas en las calles de NY, fue la comparecencia de Fidel Castro ante la ONU en 1960, en la que fija como programa de la revolución todo lo que en medio siglo violentó e hizo desaparecer trágicamente en una de las páginas más oscuras de la historia latinoamericana, y mire que las tiene en abundancia. Por lo general las marimondas revolucionarias prefieren ir disfrazadas en uniforme militar o miliciano -Arafat en 1974 se llevó puesta la cartuchera de su arma- para remarcar que son muy machos ya que el machismo es uno de los componentes esenciales de los políticos básicos.

Exhibicionismo global

En este orden del exhibicionismo universal, tal vez la declaración más memorable -aunque nada carnavalesca- fue la de aquel sicópata argentino-cubano que en 1964, desde el pódium de la ONU, declaró «hemos fusilado, fusilaremos y seguiremos fusilando», entre los aplausos de demócratas de todo el planeta. Ese discurso de Guevara y la reacción del público merecían un gran estudio sobre los desvíos de la condición humana, que por cierto no fueron relevantes para los grandes teóricos marxistas de la comunicación en la época, muy felices en universidades norteamericanas donde disertaban sobre la violencia y alienación de los «medios». Pero la murga llega a su hora loca con el «error administrativo» de la Casa Blanca que declaró Venezuela «peligro extraordinario e inusual» para la seguridad norteamericana y abrió la espita de la bailanta antiimperialista de 2015 para retozar hasta el amanecer y enredar la opinión pública.

Así una medida contra siete personajes menores y de mal currículum se tornó una agresión contra lo que llaman la patria. Diez millones de firmas tan creíbles como los diez millones de toneladas de la zafra cubana de 1969 que cambiarían la historia del mundo. Pocas veces una alocución, como de Castro aquel día solemne del arranque -apenas llegaron a cinco millones de Tns.- reúne tan pocas toneladas de caña y tantas de locura en lenguaje seudotécnico. Y el martes pasado (7 de abril), la Casa Blanca termina de salir al templete con su aclaratoria de que Venezuela no es ni por asomo un peligro para la seguridad americana y que simplemente se equivocaron de formato de impresión, para quedar al final más enredados aún que en al inicio.

El dedo satánico

Semejante secuencia revela que Latinoamérica sigue importándoles tan poco, que el tratamiento de sus graves problemas depende de que alguien apriete la tecla correcta a la hora de imprimir un folder, y la culpa es del dedo equivocado de una secretaria. Ya había ocurrido en 2013 un incidente igual o peor cuando la subjefa del Departamento de Estado, Roberta Jacobson, también puso la falange donde no era y dijo que Estados Unidos no actuaba contra Venezuela porque así lo había solicitado un sector de la oposición. Luego también se disculpó y echó la culpa al meñique, pero el mal estaba hecho y los tragasables del radicalismo doméstico tuvieron materia para distraer su ocio un rato y calumniar, que es su único oficio. Por fortuna, en el acuerdo nuclear con Irán participan Alemania, Francia e Inglaterra, al parecer más duchos con la impresora laser.

Si a la hora de imprimir pulsan declaración de guerra en vez de acuerdo de paz de repente estalla la guerra en el Medio Oriente sin que nadie sepa por qué, ya que el asunto estaba arreglado. Quién sabe dónde pararía todo y la historia registra que varias veces por falsas alarmas casi marcaron botones que ponían en marcha bombarderos nucleares. Sartre dijo que la Tercera Guerra Mundial ya había comenzado precisamente en el Golfo Pérsico y tranquiliza que hasta ahora no ha pegado ni un pronóstico. Aunque las encuestas registran que la murga levantó 7 puntos la popularidad del gobierno, todo cambia, la gente en las colas para comprar harina olvidará que estuvo a un paso de la invasión de los marines a Venezuela y se darán cuenta de que el gobierno no dejó de vender combustible para los Hércules y portaaviones que los traerían.

@CarlosRaulHer

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