Publicado en: El Universal
1.- Sísifo
El espacio público venezolano está dominado por un desencanto similar al que prevalece en la región: desconfianza respecto a la clase política tradicional, foco en actores anti-sistema o no asociados al establishment (portadores, además, de ofertas emocionalmente atractivas), alto rechazo al gobierno de turno, desafección cívica, un cuadro anímico que anticipa la paliza del voto-enojo en democracias en crisis. La principal diferencia está a la vista, claro, y reside precisamente en la naturaleza del sistema. Mientras en la mayoría de países latinoamericanos la existencia de instituciones democráticas garantizan un mínimo de certezas, en Venezuela eso aparece vedado. El juego electoral, que por razones simbólicas y utilitarias no ha podido ser suprimido por el chavismo durante estos años, sigue llevándose a cabo en medio de la disfuncionalidad procedimental y normativa, de la obligación para la oposición de remontar incesantes obstáculos y el desafío de poner a su favor la acotada incertidumbre de los resultados.
«Y vi a Sísifo (…) llevando una enorme piedra entre sus brazos. Hacía fuerza apoyándose con manos y pies y empujaba la piedra hacia arriba, hacia la cumbre, pero cuando iba a trasponer la cresta, una poderosa fuerza le hacía volver una y otra vez y rodaba hacia la llanura la desvergonzada piedra. Sin embargo, él la empujaba de nuevo con los músculos en tensión y el sudor se deslizaba por sus miembros y el polvo caía de su cabeza…” Tal como cuenta Odiseo y describe Homero en su Odisea, agobiada por los dilemas que renueva el autoritarismo electoral (tomar parte en una dinámica política signada por la arbitrariedad y el ventajismo que se despliega a través del aparato estatal; o más bien apostar por el cambio abrupto desde espacios no institucionales), la oposición sigue empujando una piedra como la que obligaba a Sísifo a trepar hasta el final de la colina, una y otra vez. Un final que se vuelve principio, faena circular, ad nauseam. ¿Alegoría, también, de la vana lucha de la humanidad por alcanzar la sabiduría, como sugiere F. G. Welcker? Veremos.
2.- Niebla de guerra
A contrapelo de lo que se vendió en 2019, los fracasos (y puntuales aciertos) han mostrado que para vencer al gobierno hoy no queda opción menos costosa que la de la política. De allí que el sentido común, la opinión proclive al cambio pacífico, democrático, electoral, haya cobrado renovadas fuerzas. No escasean, sin embargo, los que resienten la vuelta a la ruta del voto en medio de monumentales desventajas. Por si fuese poco, el gobierno lanza un cronograma que, sin saltarse el acuerdo para fijación del fechas que se estableció en Barbados (segundo semestre), adelanta y constriñe al máximo el periodo de postulaciones. Justo es esa la diligencia en la que la oposición PU luce más entrampada, forzada éticamente a no contravenir los resultados de las primarias y, por tanto, sometida por la inercia de una prerrogativa tácita: que ante la dificultad insalvable de la inhabilitación, sea la ganadora la que decida avalar (o no) la búsqueda de relevos.
A expensas de la niebla de guerra y sin mayores pistas que las declaraciones de Machado y su equipo, la respuesta se debate entre las épicas, contradictorias aguas de “no está planteada la sustitución” y “no nos sacarán de la ruta electoral”. La naturaleza de la nueva jefatura política hace más compleja la aspiración a una articulación eficaz, dotada de razón práctica para plantar cara a una circunstancia siempre inestable. Más que candidata de la unidad (emblema que remite a una serie de partidos barridos en primarias, no precisamente recordados con afecto por parte de una mayoría de electores autoidentificados como no-alineados; 48%, según Datincorp) ella luce, por sí sola, como una entidad política aparte. En primarias, logró atraer y capitalizar el voto-enojo no sólo contra el gobierno, sino contra la clase política que en un momento se vinculó a la MUD; “cogollos”, según se afirma, divorciados de las bases. He allí un problema a la hora de endosar adhesiones. Las alternativas potencialmente viables, de haberlas, quizás tendrán que considerar esa animadversión, agudizada por un discurso que separa a la “verdadera oposición” de la que -según algunos- no lo es. La de hoy es una sociedad ávida de cambio, pero no inmune a recelos que cultivaron las pifias de la dirigencia.
3.- Mētis, astucia
Si bien el valor de la coherencia del héroe romántico domina el imaginario político al punto de justificar la intransigencia, es la realidad la que se muestra implacable. Llegó la hora de la verdad, anuncian algunos analistas vilipendiados por contravenir la opinión dominante en redes, por señalar la necesidad de prever lo previsible, de modo que la incertidumbre informativa e institucional propia del autoritarismo electoral no limite aún más la eficacia política de la oposición. El tiempo, bien no renovable y escaso, sigue corriendo, amenaza con volver a poner en evidencia la estulticia de la política de “las buenas intenciones” y el riesgo de las maniobras de última hora. Frente al azaroso panorama, lo deseable es que cierta astucia pueda ser desplegada en sintonía con Cronos y Kairos, tiempo cuantitativo y cualitativo, timing. Cierta maña, en fin, para optar por paradigmas capaces de introducir en la red del determinismo un hecho nuevo, Aron dixit, y que contemplen el peso de esas resistencias que, guste o no, conviene reducir en los dueños del poder.
Aun al tanto de esa imprevisibilidad que separa la política de la ciencia exacta, una adecuada combinación de virtù y fortuna, diría Maquiavelo, de habilidad estratégica y contingencia, contribuiría al éxito en la consecución del poder. En tal terreno, virtuoso no es quien actúa según las virtudes cristianas medievales y la providencia divina, sino aquel político cuya sagacidad voltea a su favor las circunstancias que no controla. No existe predestinación, sino habilidad para lidiar con lo que surja. La fortuna, dice el florentino, “demuestra su dominio cuando no encuentra una virtud que se le resista, porque entonces vuelve su ímpetu hacia donde sabe que no hay diques, ni otras defensas capaces de mantenerlo”. Frente a amenazas y privaciones muy concretas, toma de decisiones in extremis y necesidad de arreglos con la ciudadanía para emprender tareas múltiples y complejas de cara la elección, ya no cabe embellecer un secretismo “estratégico” (¿?), el miedo-esperanza rayano en lo metafísico, no lo político.
4.- ¿Fatum?
“También vi a Tántalo, en pie dentro del lago; este llegaba a su mentón, pero se le veía siempre sediento y no podía tomar agua para beber, pues cuantas veces se inclinaba para hacerlo, otras tantas desaparecía el agua… También había altos árboles que dejaban caer su fruto, (…) pero cuando el anciano intentaba asirlas, el viento las impulsaba hacia las oscuras nubes”. Impotencia. He allí un símbolo del fatum, ese destino trágico decidido de antemano por los dioses y percibido como insuperable. De tal grillete emocional también habría que librarse para gestionar el nuevo brete, y dar algún sentido práctico al capital (potencia, no poder) de una figura -¡y una idea!- en términos de convocatoria a la elección.
Trabajar para atender la emergencia de la postulación, multiplicando las opciones de la inscripción a fin de decantarse en hora oportuna por el nombre más idóneo y factible, quizás sea una forma de ganar ventaja. En ese punto cabe estrujar esa incertidumbre informativa de la que no se libra un gobierno impopular, dueño de ingentes recursos pero incapaz de anticipar todas aquellas movidas razonables que la oposición emprenda sobre la marcha, o el número exacto de sus apoyos en las urnas. Sería bueno contar entonces con agentes dotados de phronēsis, esa prudencia que describe Aristóteles: experiencia, sabiduría práctica. Comprensión, por ende, de la diferencia entre lo que funciona y lo que no. Y más: “la prudencia consiste en saber conocer la calidad de los inconvenientes y tomar por bueno el menos malo”, se lee en El príncipe. La idea parece haber sido completada por el mismo Maquiavelo en sus Discursos: “…por eso se debe considerar dónde hay menos inconvenientes y obrar en consecuencia, porque algo totalmente ventajoso, sin ningún recelo, no se encuentra jamás”. Que no espante el camino espinoso, la odisea en ciernes, pues; ahora es cuando amenazan los lestrigones.