Soledad Morillo Belloso

La pendiente de la indiferencia – Soledad Morillo Belloso

Por: Soledad Morillo Belloso

¿En qué estamos? Quiero pensar que mientras algunos están muy ocupados en el saqueo, la mayoría andamos en los preparativos de batallas. Porque eso son los procesos electorales: batallas que intentan civilizar de nuevo un país que fue despojado de civilización. ¿Es eso posible? Bueno, quizás, si por una vez, sólo una vez, ponemos al costado las ambiciones personalistas y dejamos de gastar polvora en zamuro.

Varios de los aspirantes a «la silla» que han aceptado participar en las primarias sobran. Y ellos lo saben. Están ahí para negociar sus apoyos a cambio de algunos tequeños y pastelitos. Los que ni siquiera quieren adherirse a las normas de las primarias y quieren hacer dibujo libre, no son sino adornos. También sobran.

Vemos por las redes los esfuerzos de los aspirantes «formales». Recorren el país. Eso está muy bien. Pero hace falta, y vaya si el país de ciudadanos de a pie lo aplaudiría, una declaración conjunta en la que todos, codo con codo, juren que respetarán la decisión de los electores. Que ninguno de ellos saldrá luego con la patochada de lanzarse en una aventura ridícula. La unidad no es un fin. Es una estrategia de alianza, la única que puede funcionar. La segunda guerra mundial no se hubiera ganado si cada país hubiera creído que solo y por su cuenta podía vencer.

El 22 de octubre es, como dato no menor, día de San Juan Pablo II. Ojalá él nos inspire para no caer en un ejercicio de tremebunda estupidez. Que no estamos como para hacer papelones.

Y a la frasecita de individuo de los ojos claros que está convencido de ser el papá de los helados -«ni por las buenas ni por las malas» – pues aplicar la sabia conseja: que nos resbale por la pendiente de la indiferencia.

 

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