Los que le pasan por el lado a alguien que registra la basura buscando comida y su única reacción es mirarlo con desprecio y sin ápice de misericordia. Los que reciben una nota de alguien solicitando con urgencia un medicamento y simplemente la borran sin hacer el más mínimo esfuerzo por ayudar. Los que salen del mercado con una compra bastante completa y son incapaces de desprenderse de algo para donarlo al mendigo que le extiende su mano. Los que destinan horas a hacer añicos a los dirigentes de oposición, sin hacer aporte intelectual de ningún tipo. Los que habiéndose ido del país creen que es decente desentenderse de su tierra, una tierra a la que por cierto le deben buena parte de lo que son y tienen. Los que salen de un comercio o local luego de haber pagado millones y con suerte están dispuestos a dar una propina de mil bolívares. Los que se dedican a difundir rumores malsanos sin intentar siquiera buscar confirmación. Los que se pasan el día entero hablando mal del gobierno pero hacen gordos negocios con gente del gobierno. Los que le ponen comida envenenada a los perros y gatos de la calle. Los que sacan la basura de su casa y la tiran una cuadra más allá. Los que se desgañitan en palabrotas y vulgaridades.
Los que utilizan su posición de poder en el régimen para, por ejemplo, hacerse de varias cajas Clap. Los que aprovechan cada posibilidad para vender en las redes medicamentos que no se consiguen y que, en un momento de desesperación, alguien está dispuesto a pagar lo que sea. Los que roban el aceite de los carros. Los que se enchufan en todo tipo de negocios turbios aprovechando su inconstitucional posición de miembros de la ANC.
Los que van a misa los domingos y hasta comulgan luego de haberse pasado toda la semana traginando con cuanto negociado existe bajo tutela del régimen.
Esta revolución cuenta entre sus logros el habernos convertido en personas deplorables. Ha puesto de manifiesto la peor versión de nosotros. Tardaremos años en lograr que la mejor versión salga a flote.