Por: Jean Maninat
La verdad es que el presidente de Chile, Gabriel Boric, tiene pinta de buena gente, de esos alumnos apacibles y soñadores a quienes en el recreo les birlan la merienda, o les vuelan las canicas en pleno juego. Semeja un Hobbit, engañosamente torpe, pero con habilidades para sobrevivir entre toda suerte de criaturas deseosas de despojarlo del anillo que le da poder.
No, no es un incauto que va por allí saltandito y canturreando “abuelito dime tú, por qué yo soy tan feliz ”, viene con el morral lleno de “buenas intenciones”, de los mismos prejuicios económicos que su generación ha abrazado con afán de cruzados: la lucha contra el espectro del neoliberalismo. Pero, convengamos, al lado del Guasón de la progresía internacional, Pablo Iglesias, parece primo de Heidi.
Intentó, junto a sus pares, empañar lo que habían logrado los políticos de la Concertación, quienes recuperaron la democracia en Chile, desarrollaron un modelo económico exitoso que fue la envidia de la región, sacaron a miles de la pobreza, pero… no lograron una sociedad perfecta sin desigualdades.
Avant moi, le déluge!
Y frente al tiovivo de las archiconocidas caras de los restos de la Concertación, y la altivez de una oferta conservadora llena de tics rancios y mojigatos, se les coló a sus competidores -internos y externos- y ganó en la segunda vuelta de unas presidenciales impensables hasta entonces. Luego vendría lo que sabemos, la colisión de frente con el tren de la Constituyente, el despertar en los cuidados intensivos de la política y no dar pie con bola desde entonces, pese a los consejos y apoyo en el Gobierno de aquellos de quienes denigró cuando era bueno, buenito como el pan y no se había contaminado con la cochina realidad.
Como si no fuese suficiente con Petro y el lobo en Colombia, en Chile estalló un escándalo de supuesta corrupción, o tráfico de influencia, o solidaridad militante, como lo queramos llamar. La trama es de librito e incluye a miembros del Frente Amplio Chileno, la coalición de los partidos que apoyan a Boric. Específicamente a militantes de alto nivel de Revolución Democrática (RD) quienes a través de la secretaría regional ministerial (Seremi) del Ministerio de Vivienda en Antofagasta, habrían facilitado la asignación directa de unos 426 millones de pesos, cerca de 530.000 dólares americanos, a la Fundación Democracia Viva, dirigida por alguien muy cercano a RD. (Omitimos nombres, cargos y relaciones sentimentales, para evitar cualquier tentación sensacionalista. Pero tiene lo suyo. Indague no más).
Según el diario El País de España, la Fiscalía investiga si hay tráfico de influencias, fraude al Fisco y malversación de caudales públicos, y ha ordenado allanamientos en el Seremi de Antofagasta y la sede de Democracia Viva en Santiago. Tan alejado todo de las declaraciones de intención iniciales del Frente Amplio Chileno, inflamadas de autosatisfacción por una supuesta superioridad moral, de ser emisarios de una nueva era de Acuario que se contaminó -en unos cuantos meses- de lo que prometió erradicar.
“Yo no pongo las manos al fuego por nadie”, declaró el presidente Boric, como constancia de una falta de confianza preventiva en la gente que lo rodea. Suele ser el primer síntoma de la pérdida de la inocencia en política.