Somos lo que decimos y hacemos. Somos lo que sentimos. ¿Podemos cambiar? Sí, pero hay que reflexionar y decidirse a emprender una transformación. Del odio solo sale odio. Si quien odia no desea dejar de odiar, lo hará de manera creciente y de modo infinito. Cada vez que escucho declaraciones o discursos del alto gobierno y de funcionarios del estado no deja de impresionarme la virulencia en el lenguaje y el gesto. Supuran ira, reconcomio, pasiones negativas. Así, gastan recursos en el fomento y auspicio de la rabia, la venganza, la violencia.
Eso fue lo que inspiró la acción de quienes condujeron el operativo que culminó con el exterminio de Oscar Pérez y sus acompañantes ese día en la otrora bucólica población de El Junquito. Uso el vocablo «exterminio» no como una exageración en el texto. Porque lo que ocurrió no fue un simple exabrupto, o un uso extralimitado de las fuerzas de seguridad. No fue ni tan siquiera un sofocón de pasiones que generaron un ajusticiamiento. No. Los funcionarios policiales y sus absurdos acompañantes (que nada tenían que hacer en aquel episodio) llegaron con el propósito de dar de baja a estas personas que, delincuentes o no, terroristas o no (eso es indiferente), se encontraban ya rodeados.
Tristemente, no veo cómo nos limpiaremos del alma de las retinas este dantesco espectáculo. Más grave aún es haber visto y escuchado al Ministro Reverol y al mismo Presidente Maduro haciendo apología de la actuación de los funcionarios que cometieron un evidente acto criminal que recuerda los momentos más atroces en la historia latinoamericana y de otros países donde la violencia del estado se impuso como política. No sabremos nunca en detalle lo que ocurrió. La escena fue destruida y ahora se pretende cremar los restos de los fallecidos en el horroroso procedimiento. Se sustituye la verdad por una conveniente versión de los hechos, un cuento macabro plagado de infundios, inconsistencias y justificaciones. Aparte de la investigación que con limitaciones adelantará una comisión especial de la Asamblea Nacional, pocas posibilidades tendremos los venezolanos de conocer los asuntos técnicos de lo que ha sido con justicia como la «Masacre de El Junquito». El gobierno hará lo imposible para sepultar en una fosa de silencios y mentiras a los muertos y a la verdad, con la complicidad y el tapareo de la Fiscalía, la Defensoría y el sistema judicial a sus más altos niveles.
El 15 de enero de 2018, mientras se «celebraba» el Día del Maestro y Maduro se aprestaba a acudir ante la inconstitucional, ilegítima e ilegal Asamblea Nacional Constituyente para echar el cuento de la memoria, fuerzas de seguridad del estado, con el concurso de personas extrañas, acribilló a Óscar Pérez y varias otras personas. En el episodio fallecieron funcionarios. Una jornada manchada de sangre. Ese es el país que es la promesa básica de Maduro y su cohorte. Odio puro. No sé qué es peor, si el dolor o la indignación.
Un comentario
Excelente, pero difiero en algo, lo ocurrido si se sabrá, recordemos al nombrado Popeye guardaespaldas de Pablo Escobar, 25 años después relata con pasmosa libertad.las atrocidades que cometió, así pasará en este caso, tal vez ya no estemos, pero se sabrá. Saludos